miércoles, 1 de diciembre de 2021
jueves, 18 de noviembre de 2021
Francisco Veiga, El desequilibrio como orden
Desde Occidente se contemplaba la situación en Rusia con creciente preocupación. La economía se deterioraba por momentos, el descontento social era unánime. Los sueldos no se cobraban durante meses y cuando eran abonados ya no servían para hacer frente a la subida de los precios. La delincuencia aumentó, se expandió por todos los ámbitos de la sociedad. Las costumbres ya conocidas durante los últimos tiempos de la Unión Soviética (el trueque a base de los productos substraídos en la propia empresa, los sobornos) se convirtieron en práctica común y corriente. Pero se asoció con el uso de la violencia y la aparición de mafias cada vez más organizadas. Rusia amenazó con transformarse en un gigantesco bazar donde todo se podía comprar y vender. Desde Occidente se consideraba cada vez más seriamente la posibilidad de que eso incluyera no sólo armas convencionales -algo muy extendido por entonces-, sino tráfico de armas atómicas y componentes asociados a las mismas o a su fabricación, incluidos los científicos y técnicos que las habían creado y mantenido. O crisis derivadas de fallos fatales en las instalaciones nucleares.
Francisco Veiga, El desequilibrio como orden, una historia de las postguerra fría.
En entradas anteriores ya les había comentado otro libro de Francisco Veiga, del titulado La fábrica de la fronteras, centrado en las guerras de secesión yugoeslavas de las década de 1990. Aunque no coincido del todo con algunas de sus conclusiones -la autoría de ciertos hechos luctuosos-, es un análisis brillante de esa década convulsa, tanto por su detalle como por ayudar a disolver los errores que la propaganda de entonces inculcó en quienes vivimos en esa época. Pueden imaginarse el interés que me despertó saber que había escrito un estudio de igual calidad sobre los años posteriores a la guerra fría, de 1990 a 2012
Y aquí se hace necesario un inciso. Hace muchos, muchos años, en los noventa del pasado siglo, ya había leído otro libro de este autor: La paz simulada, escrito en colaboración con Enrique da Cal y Ángel Ugarte. Obra centrada en la Guerra fría que devoré con fruición, ya que, como sabrán, mi adolescencia había transcurrido en los años ochenta, durante los últimos coletazos de ese conflicto, cuando parecía que, a la mínima, habrían de empezar a llover pepinos nucleares. No ocurrió así, por suerte, así que, durante los noventa, me obsesione con comprar libros dedicados a ese periodo: obras que me ayudasen a comprender el porqué de esa locura. Sin embargo, con el tiempo, ese periodo que me marcó de manera indeleble ha devenido historia antigua, de la que aburre a los escolares. Ahora, pasados 30 años, es necesario descubrir qué ocurrió en la posguerra de ese conflicto, en este tiempo de neoliberalismo triunfante.
sábado, 9 de enero de 2021
jueves, 2 de abril de 2020
Estamos bien jodidos (y IV)
jueves, 16 de mayo de 2019
Guerras sin fin
miércoles, 13 de febrero de 2019
Las vías interrumpidas
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Poesía Zaum |
martes, 22 de enero de 2019
Intentando darle un sentido
El principal problema es la intencionalidad declarada del libro. Casanova no pretende realizar un análisis personal de la Revolución, sino ofrecer una síntesis, orientada al público español, de lo publicado en otras lenguas sobre ese acontecimiento. Un resumen que, además, es demasiado apretado, apenas 175 páginas, de las cuales las 25 finales son una repetición de las ideas apuntadas anteriormente. Mi mala impresión viene, precisamente, de esa sección de conclusiones, puesto que en vez de aportar ideas nuevas, es un mero copiar y pegar de otras secciones del libro, como si el autor no supiera hacer otra cosa que resumir. En esta ocasión, su propia obra.