![]() |
Adolf Wölfli |
La Casa Encendida me pilla un poco a trasmano de mi circuito habitual de exposiciones, pero siempre que la he visitado me he encontrado con muestras muy, pero que muy importante. En esta ocasión, se trataba de una muestra, parca en obras, pero no en artistas y profundidad, de nombre El ojo eléctrico, sobre lo que se conoce como arte brut o arte marginal. Ambos apelativos -así, sin contexto-, pueden despistar al espectador -¿Arte en bruto? ¿Sin desbastar? ¿Marginal? ¿Con respecto a qué centro?-, además de prestarse a confusión, con otras manifestaciones artísticas no oficiales, como el graffiti o el arte naïf, además de ocultar el origen de esa clasificación, para evitar rechazo o discriminación.
Por ser más claro. El arte naïf, por ejemplo, identifica el arte de pintores aficionados, sin formación y con claras carencias técnicas, lo que no evita que consigan elevarse, por su imaginación, su audacia y poder evocador, al rango de los grandes, ya sean éstos académicos o experimentales. Caso clásico y prototípico: el aduanero Rousseau. El arte marginal, asímismo, tenía en origen una connotación muy precisa. Se trata del arte realizado por enfermos mentales, que por su complejidad obsesiva alcanzaba una perfección de maestro, a lo que solía unirse una clarividencia alucinatoria, reveladora de mundos desconocidos, paralelos a nuestra realidad y en estrecho contacto con ella.