Desde hace tiempo vengo diciendo que son más interesantes las exposiciones de fotografía de la Mapfre que sus hermanas mayores dedicadas a la pintura. Es una opinión personal, por supuesto, y se debe en gran parte a que la política de exposiciones de la Mapfre me está permitiendo conocer en detalle la historia de la fotografía. Una oportunidad que un casi completo ignorante de ese arte, como es quien les escribe, no puede por menos que agradecer. Sentida y sinceramente.
La última muestra fotográfica, abierta hace apenas unos pocos días, está dedicada al fotógrafo norteamericano Nicholas Nixon. Este artista, tal y como se nos muestra en la exposición, tuvo una evolución inusual, con un giro temático sorprendente. Hay fotógrafos se decantan desde el inicio por un género y tema determinado, sea el paisaje o el retrato, sea el fotoperiodismo o la fotografía más de estudio, sea el clasicismo o la experimentación. Nixon, sin embargo, comenzó tomando vistas de paisajes urbanos desprovistos de la presencia humana, casi al estilo de un Stephen Shore o Lewis Baltz, pero pronto se trasladó al mundo del retrato. Con armas y bagajes, se podría decir.