sábado, 30 de enero de 2021

El infierno en la tierra

Para concluir, el Ejército Rojo, dados sus planes de movilización y de operación, concentró un máximo de tanques y de aviones a menos de 300 kilómetros de su frontera occidental -al alcance del enemigo-, sin tener los soldados y los oficiales necesarios para conducirlos al combate en las cifras previstas. Además, hizo depender su despliegue de dos hipótesis irreales: el enemigo concedería un respiro para completar la movilización o bien se podrá movilizar de modo clandestino. Aunque, de hecho, será incapaz de librar una defensa estratégica al igual que una ofensiva estratégica, quedándose a mitad de camino. Debido a esa concentración en la vanguardia, en especial de la aviación, y de que la línea Molotov quedó incompleta.no consiguió otra cosa que exponerse a un golpe violento al abrigo de la sorpresa. Tampoco estaba preparado para responder al ataque con el contraataque, dada la impotencia de las fuerzas mecanizadas y de su incapacidad logística a la hora de avanzar fuera de sus fronteras. Más adelante veremos como la creación de una segunda concentración estratégica de cinco ejércitos tampoco permitió influir sobre la ofensiva o la defensa. Demasiados lejos de  primera linea, desprovistas de transporte adaptado, esas fuerzas no podían acudir en ayuda de los defensores en dificultades o, al contrario, de atacantes que tuvieran éxitos iniciales. Ésta decisiones desastrosas no son obra de Stalin, sino de los diferentes comandantes supremos del Ejército Rojo, de Tukachevski a Timoshenko y Zukov.

Jean Lopez y Lasha Othmezuri. Barbarroja: 1941, la guerra absoluta.

Ya les he comentado, en ocasiones anteriores, el grato descubrimiento que me han supuesto los libros de Jean Lopez, sobre la Segunda Guerra Mundial. Lopez pertenece a un grupo de historiadores del conflicto quienes, en los últimos veinte años, ha reevaluado la interpretación y las conclusiones normalmenete aceptadas, permitiendo así eliminar multitud de mitos. En especial, los generados por la propaganda bélica de uno de las bandos, que luego se mantuvieron en las décadas sucesivas, al servir como excusa de pifias y atrocidades. Por ejemplo, la imagen del ejército alemán como una maquinaria perfecta, preparada de antemano para llevar a cabo la Blitzkrieg -la guerra relámpago- fue muy útil para exculpar al ejército francés de su derrota cataclísmica en 1940. Ante un enemigo tan poderoso, poco se podía hacer o intentar. Sin embargo, las investigaciones recientes han demostrado que la Blitzkrieg de mayo de 1940 ocurrió un poco a contrapelo. La superioridad técnica aliada podía haberla parado en seco, si sólo sus mandos no hubieran quedado presos en la mentalidad de 1940: batallas prolongadas de desgaste, en las que convenía no arriesgarse y había que ahorrar material para más adelante.

En Barbarroja, Jean Lopez, junto con Lasha Othmezuri, nos narra el primer año, 1941, de la Operación Barbarroja, así como los prolegómenos que llevaron a la invasión Nazi del territorio de la URSS. Son 850 páginas de letra apretada en la que se llega un nivel de detalle que roza la obsesión. Por ello, me limitaré a señalar algunos detalles, ya que una comentario exhaustivo es casi imposible. Hay que señalar, antes que nada, que la operación Barbarroja es para mí uno de los tres hechos determinantes de la Segunda Guerra Mundial. Los otros dos son el ataque contra Pearl Harbour y el holocausto, que convirtieron, respectivamente, la guerra europea en mundial, mientra que el otro nos embarcó en la era del genocidio La operación Barbarroja, por su parte, transformó un conflicto "clásico", donde aún había ciertas restricciones morales a la conducción de las operaciones, en una guerra total ideológica, cuya  prioridad era el exterminio total del contrario, en el frente y en la retaguardia.

Entre los mitos que se suelen asociar a la operación Barbarroja, está el de la sorpresa absoluta que supuso el ataque nazi, causa principal de la catástrofe que destruyó, en unas pocas semanas, la flor y nata del Ejército Rojo. Según el relato más habitual, al menos hasta el año 2000, Stalin desoyó todas las advertencias sobre el ataque nazi, a pesar de provenir de fuentes muy distintas -los propios aliados y los muchos agentes secretos rusos diseminados por Europa- y coincidir a grandes rasgos en los puntos esenciales: ataque en mayo-junio con el grueso del ejército alemán con el objetivo de derrotar a la URSS antes de la llegad del invierno. No se tomó ninguna medida, por tanto, para prevenir la invasión, de manera que el avance militar, al menos en las primeras semanas, se convirtió en un auténtico paseo militar.

Sin embargo, ya en 1980 habían aparecido datos indicando que algunos preparativos se habían tomado para prepararse ante esa contingencia. Entre mayo y junio, importantes contingentes del Ejército Rojo fueron transferidos a las regiones del Oeste, para formar esa reserva estratégica a la que se refiere López. Con la caída de la URSS y la apertura de los archivos soviéticos, se descubrió que la cúpula militar y política del régimen estalinista no había estado sobre mano sobre mano. El mismo Stalin era consciente de las intenciones agresivas de Hitler -de ahí esos movimientos de tropas-, e incluso se han llegado a descubrir planes de contingencia que preveían un ataque preventivo contra las concentraciones de tropas alemanes, propuesto por Zukov y Vassilievski, eminencias grises del ejército Rojo

Esos planes han levantando mucha polvareda, puesto que algún historiador ha propuesto que la Operación Barbarroja fue en realidad un ataque preventivo nazi, ante los preparativos rusos. Esta versión, curiosamente, coincide con la de la propaganda Nazi, que desde el 22 de junio, dia 1 de la operación Barbarroja, clamó que el ataque se había desencadenado en legítima defensa. Obviamente, Lopez rechaza esta explicación, no sólo por que el ataque preventivo fue rechazado por Stalin, sino porque las fechas no cuadra. La primera alusión de Hitler a un ataque contra la URSS es de julio de 1940, cuando la invasión fue rechazada por no haber tiempo material de lanzarla antes del otoño, mientras que la orden oficial de preparación corresponde a diciembre de 1940, mucho antes de la propuesta de Zukov y Vassilievski

¿Qué ocurrió entonces? Como ya he apuntado, en la primavera de 1941, Stalin y la jerarquía soviética sabían, por múltiples indicios, que Alemania estaba preparando un ataque en masa contra la URSS. Sin embargo, Stalin sabía que el ejército rojo aún no estaba preparado para la guerra contra el ejército nazi. Tras el fiasco de la ofensiva contra Finlandia en 1939, en la que el ejército Rojo no pudo vencer a los finlandeses a pesar su superioridad numérica, las unidades soviéticas estaban en un proceso de reconstrucción y reorganización que aún no se había completado. Stalin, por tanto, necesitaba ganar tiempo para completar esa transformación. Para ello, sólo tenía dos opciones. Por un lado, evitar cualquier provocación, lo que explica el rechazo del plan Zukov así como que la unidades soviéticas no estuviesen en estado de alerta. Por otro, adelantar las entregas económicas recogidas en el tratado de no agresión de 1939, de manera que Hitler no tuviese excusa para una invasión.

Tampoco hay que olvidar que Stalin no llegó a apreciar por completo la situación. Se cree que pensaba   que el ataque era un farol en la partida que ambos dictadores mantenían, del cual Hitler esperaba obtener nuevas compensaciones económicas. Eso le llevó a activar esos desplazamientos de tropas a posiciones cercanas a la frontera, pero no para lanzar un ataque preventivo, sino para mostrar a Hitler que cualquier invasión sería recibida con toda la fuerza necesaria. ¿Y qué pasa con el plan Zukov/Vassilievski? Pues en realidad, no era más que una puesta al día de la doctrina defensiva del Ejército Rojo. Desde los años 20, está preveía que cualquier invasión sería detenida al punto para lanzar al punto un contraataque, hacia Polonia, que llevase la guerra a territorio enemigo.

De ahí que el despliegue soviético estuviese concentrado en la frontera, para detener la invasión, apoyado por una masa de maniobra unos cientos de kilómetros más atrás, encargada de ese contraataque. Sin embargo, ese plan tenía dos errores gravísimos, que explican el desastre que se produjo en el verano de 1941. Primero, que el Ejército Rojo tendría tiempo para reaccionar y concentrar su tropas, respiro del que, en vista del derrumbamiento francés en 1940, no iban a disponer. Por otra parte, tras la invasión de la Polonia oriental en 1939, la frontera se había desplazado 300 kilómetros al Oeste. Las fortificaciones de frontera, la línea Stalin, habían quedado inservibles, lejos de la zona de combate, de manera que en 1941 no se habían completado las defensas en la nueva frontera, mientras que las antiguas estaban siendo desmanteladas.

Para empeorarlo, las unidades desplegadas -los refuerzos de frontera y la reserva estratégica- no habían tenido tiempo material para acostumbrarse a sus nuevos destino ni estaban en estado de alerta. Tampoco se habían preparado los medios de comunicación y enlace -ni los medios de transporte- para permitir una cooperación efectiva entre vanguardia y retaguardia, o entre infantería, unidades acorazadas y aviación. Cuando los alemanes atacasen, el 22 de junio de 1942, todos estos errores se volverían en contra del Ejército Rojo. Las fuerzas fronterizas fueron aniquiladas, la aviación aplastada, mientras que la confusión  impedía valorar qué estaba ocurriendo. Las unidades de retaguardia no sabían a dónde dirigirse, por dónde y, en demasiadas ocasiones, no tenían cómo o con qué.

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