¿Does the seventeenth century evidence support this analysis? Certainly the major revolts almost broke out in a period of unparalleled climatic adversity, notably when a "blocked climate" produced either prolonged precipitation and cool weather or prolonged drought (1618-23, 1629-32, 1639-43, 1647-1650, 1657-8). Some areas suffered for longer: both Scotland (1637-49) and Java (1643-71) suffered the longest droughts in their recorded history. The century also saw a run of "landmark winters", including some of the coldest months on record, and two years "without a summer" (1628 and 1675); and an unequalled series of extreme climatic events - the freezing of the Bosporus (1620) and Baltic (1658); the drying up of China's Grand Canal (1641); the maximum advance of the Alpine glaciers in 1642-4. In 1641 the river Nile at Cairo fell to the lowest level ever recorded, while Scandinavia experienced its coldest winter ever recorded. These various climatic aberrations accompanied a major episode of global cooling that lasted at least two generation: something without parallel in the past 12,000 years. The famines caused by this change in the global climate caused what we would today be called a humanitarian crisis in which millions of people starved to death.
Geoffrey Parker, Global Crisis
¿Permiten las pruebas del siglo XVII corroborar este análisis? Con seguridad las revueltas principales casi siempre ocurren en periodos clímaticos adversos sin precedentes, especialmente cuando un "clima bloqueado" bien produce precipitaciones prolongadas y frío o una sequía persistente (1618-23, 1629-32, 1639-43, 1647-1650, 1657-8). Algunas zonas sufrieron incluso más: tanto Escocia (1637-49) como Java (1643-71) experimentaron las seguías más largas que se han registrado. El siglo también presenció una cadena de "inviernos clave", incluyendo algunos de los meses más fríos regustrados y dos años "sin verano" (1628 y 1675), además de una serie sin igual de sucesos climáticos extremos: la congelación de las aguas del Bósforo (1620) y del Báltico (1658), el secado del Gran Canal Chino (1641) o el avance máximo de los glaciares alpinos (1642-44). En 1641 el nivel del río Nilo a su paso por Cairo cayó por debajo de los niveles antes registrados, mientras que la península escandinavia sufrío su peor invierno registrado. Estas diferentes aberraciones climáticas acompañaron un episodio principal de enfriamento global que duró al menos dos generaciones: algo sin paralelos en los últimos 12.000 años. Las hambrunas causadas por este cambio en el clima global causaron lo que hoy llamaríamos una crisis humanitaria, en la que millones de personas murieron de hambre.
Geoffrey Parker es uno de los grandes historiadores mundiales del periodo que antes se llamaba como Edad Moderna, siglos XVI al XVIII, y ahora se prefiere denominar Premodernidad. Es también uno de los proponentes de una "Great Divergence" temprana, dentro del debate sobre el auge y dominio de Europa durante el siglo XIX y XX. Frente a la postura tardía, que lo retrasa a finales del XVIII e incluso a comienzos del XIX, para Parker este giro en la historia mundial tuvo lugar a mediados del siglo XVII. Una postura a la que yo también me adhiero.
Global Crisis, con el subtítulo War, Climate Change and Catastrophe in Seventeenth Century (Guerra, cambio climático y catástrofe en el siglo XVII) es una análisis extenso, 700 páginas de texto, profundo y complejo de ese siglo crucial. Lo primero que llama la atención de este siglo es que, comparado con los que le preceden y suceden, es especialmente belicoso. No por el número de guerras, sino por su extensión y mortandad, que no vuelven a ser igualados, salvo excepciones, hasta el no menos sangriento siglo XX. Encuadrando el siglo, se tienen los 30 años de la guerra del mismo nombre, 1618-1648, que dejaron asolado y despoblado el espacio del Sacro Imperio Romano Germánico; mientras que en la segunda parte del siglo, de 1640 a 1680 tiene lugar la caída de la dinastía Ming en China y su substitución por la dinastía Quing.
Estas guerras, por su duración, adquieren pronto rasgos de auténtico cataclísmo. La caída de la dinastía Ming afecta a un espacio similar al de Europa y con casi su misma variedad climática, mientras que su desarrollo no se limita a un simple enfrentamiento entre invasores manchúes e invadidos chinos. En su compleja historia se mezclan múltiples levantamientos internos contra los Ming, que se adueñan de amplias regiones de China y aspiran a dominar el país, llegando casi a lograrlo en ocasiones, lo que facilitó precisamente la irrupción y toma del poder en Pekín por parte de los Manchúes en 1644. El resto fue una durísima lucha entre diferentes movimientos de resistencia y restauración Ming frente a un invasor manchú que tuvo que ir conquistando provincia tras provincia, normalmente tras arrasarlas.
La guerra de los 30 años, por su parte, comienza como un asunto interno de la rama austriaca de los Habsburgo, para devenir en un conflicto global Europeo donde participan España, Francia, Holanda, Dinamarca y Suecia. De hecho, los países que no llegan a participar es simplemente porque se ven envueltos en su propia Guerra Civil, caso de Inglaterra, o por estar al borde de la descomposición, caso del Imperio Otomano. Fue, sin discusión, la primera guerra general europea, de las cuales los siglos XVII, XIX y XX estarían llenas, hasta la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial; pero también puede considerarse como el primer conflicto mundial, ya que el choque entre Holanda y la Monarquía Española se trasladó a las posesiones que ésta tenía por todo el mundo, en especial a Brasil, Angola y la India y Malasia portuguesas.
Sin embargo, la belicosidad y la mortandad del siglo XVII no se limitaron a estos conflictos. Si sólo fueran ellos, estaríamos hablando de guerras mortíferas, pero excepcionales, como fue el caso del levantamiento Tai-Ping en la China del siglo XIX. Lo que ocurrió en el siglo XVII fue de una magnitud tal que una década como la de 1640 se caracterizó por un estado de guerra general en toda Eurasia. A la caída de la dinastía Ming y la Guerra de los treinta años hay que unir la casi disolución de la Monarquía Española tras las rebeliones de Portugal y Cataluña, además de las subsiguientes en Sicilia, Nápoles y Andalucía. Además, se tiene la Guerra Civil inglesa, el comienzo de la Fronda en Francia, los conflictos fronterizos entre Rusia y Polonia - y las rebeliones en aquélla -, o las intrigas de harem en el Imperio Otomano, que culminaban en la deposición de los sultanes. Por fortuna para los Habsburgo, que no tuvieron que enfrentarse a otro enemigo durante la guerra de los 30 años.
¿Por qué esta coincidencia? Parker lo atribuye a dos factores. Primero, a la fragilidad y rigidez de las sociedades premodernas. Estos estados dependían fundamentalmente de la agricultura, de donde reyes y principados obtenían sus ingresos. Un año de malas cosechas suponía una merma en los recursos del estado, que se podía compensar., bien con un incremento de los impuestos o con una guerra de conquista. Ambas soluciones tenían un grave inconveniente: si se aplicaban durante demasiado tiempo conducían a una dinámica de carácter negativo, puesto que destruían precisamente la base económica de la que se nutrían. El resultado era un agravamiento de los conflictos internos, con las consabidas rebeliones populares o conjuras de la nobleza... o bien la extensión de los conflictos externos a zonas aún no afectadas.
Esta espiral decreciente explicaría ese estallido de violencia de la década de 1640 en unas sociedades ya quebrantadas por la guerra, pero se necesita un factor más: aquel que saque a las sociedades del equilibrio y las lleve a un punto de no retorno, pasado el cual no sirviesen ya la soluciones tradicionales. Ese factor, el segundo destacado por Parker, es el clima. El siglo XVII fue víctima de un cambio climático que es comparable al actual, sólo que en sentido contrario. De tal magnitud, que se suele hablar de "Pequeña Era Glacial" y cuyos coletazos se extendieron hasta el siglo XIX. Las causas son confusas y seguramente son múltiples, desde la baja actividad del sol, cuyas manchas apenas fueron visibles en el periodo, a un primer adelanto del cambio de ciclo hacia una nueva glaciación.
Sin embargo sus consecuencias fueron claras, la secuencia interminable de malos años produjo una serie similar de malas cosechas con las consecuencias previsibles sobre la sociedades afectadas. Incluso aquellas que se ufanaban de un cierto grado de previsión social, como la China, que contaba con almacenes estatales de grano para esas circunstancias, se vieron llevadas al límite de sus fuerzas y posibilidades. Añádase además que la bonanza económica y climática del siglo XVI había provocado un incremento notable de la población, de forma que no quedaba ya holgura en la producción de alimentos para acomodar las discordancias climáticas. En otras palabras, incluso cuando la cosecha era buena, apenas alcanzaba para alimentar a los habitantes, con las consecuencias catastróficas en caso de varias malas cosechas consecutivas.
Esta proximidad de las necesidades de la población con la producción de alimentos explica una excepción que podría invalidar el argumento de Parker: el caso japonés. El siglo XVII japonés es un siglo de paz y prosperidad, pero sólo por una razón. El siglo XVI había sido una época de conflictos generales en el Japón, que habían llevado a la disolución práctica del estado, y que sólo se revertieron en el último tercio de ese siglo con las acciones de Nobunaga, Toyotomi y Tokugawa. Esas guerras produjeron una caída de la población por debajo del nivel de la producción agrícola, con lo que el impacto de la "Pequeña Era Glacial" pudo ser absorbido y controlado.
¿Y la Gran Divergencia? Pues para Parker, el impacto de las guerras en Europa, especialmente en su parte occidental llevó a una revisión completa de estas sociedades, al menos en su aspecto técnico, ciéntifico y cultural. No es de extrañar que a finales de ese siglo, los europeos sean capaces, por primera vez, de vencer en campo abierto a los ejércitos turcos o que sea en ese siglo cuando se produzca el nacimiento del pensamiento científico moderno, en forma de revolución astronómica y técnica.
Con las consecuencias que todos conocemos
¿Permiten las pruebas del siglo XVII corroborar este análisis? Con seguridad las revueltas principales casi siempre ocurren en periodos clímaticos adversos sin precedentes, especialmente cuando un "clima bloqueado" bien produce precipitaciones prolongadas y frío o una sequía persistente (1618-23, 1629-32, 1639-43, 1647-1650, 1657-8). Algunas zonas sufrieron incluso más: tanto Escocia (1637-49) como Java (1643-71) experimentaron las seguías más largas que se han registrado. El siglo también presenció una cadena de "inviernos clave", incluyendo algunos de los meses más fríos regustrados y dos años "sin verano" (1628 y 1675), además de una serie sin igual de sucesos climáticos extremos: la congelación de las aguas del Bósforo (1620) y del Báltico (1658), el secado del Gran Canal Chino (1641) o el avance máximo de los glaciares alpinos (1642-44). En 1641 el nivel del río Nilo a su paso por Cairo cayó por debajo de los niveles antes registrados, mientras que la península escandinavia sufrío su peor invierno registrado. Estas diferentes aberraciones climáticas acompañaron un episodio principal de enfriamento global que duró al menos dos generaciones: algo sin paralelos en los últimos 12.000 años. Las hambrunas causadas por este cambio en el clima global causaron lo que hoy llamaríamos una crisis humanitaria, en la que millones de personas murieron de hambre.
Geoffrey Parker es uno de los grandes historiadores mundiales del periodo que antes se llamaba como Edad Moderna, siglos XVI al XVIII, y ahora se prefiere denominar Premodernidad. Es también uno de los proponentes de una "Great Divergence" temprana, dentro del debate sobre el auge y dominio de Europa durante el siglo XIX y XX. Frente a la postura tardía, que lo retrasa a finales del XVIII e incluso a comienzos del XIX, para Parker este giro en la historia mundial tuvo lugar a mediados del siglo XVII. Una postura a la que yo también me adhiero.
Global Crisis, con el subtítulo War, Climate Change and Catastrophe in Seventeenth Century (Guerra, cambio climático y catástrofe en el siglo XVII) es una análisis extenso, 700 páginas de texto, profundo y complejo de ese siglo crucial. Lo primero que llama la atención de este siglo es que, comparado con los que le preceden y suceden, es especialmente belicoso. No por el número de guerras, sino por su extensión y mortandad, que no vuelven a ser igualados, salvo excepciones, hasta el no menos sangriento siglo XX. Encuadrando el siglo, se tienen los 30 años de la guerra del mismo nombre, 1618-1648, que dejaron asolado y despoblado el espacio del Sacro Imperio Romano Germánico; mientras que en la segunda parte del siglo, de 1640 a 1680 tiene lugar la caída de la dinastía Ming en China y su substitución por la dinastía Quing.
Estas guerras, por su duración, adquieren pronto rasgos de auténtico cataclísmo. La caída de la dinastía Ming afecta a un espacio similar al de Europa y con casi su misma variedad climática, mientras que su desarrollo no se limita a un simple enfrentamiento entre invasores manchúes e invadidos chinos. En su compleja historia se mezclan múltiples levantamientos internos contra los Ming, que se adueñan de amplias regiones de China y aspiran a dominar el país, llegando casi a lograrlo en ocasiones, lo que facilitó precisamente la irrupción y toma del poder en Pekín por parte de los Manchúes en 1644. El resto fue una durísima lucha entre diferentes movimientos de resistencia y restauración Ming frente a un invasor manchú que tuvo que ir conquistando provincia tras provincia, normalmente tras arrasarlas.
La guerra de los 30 años, por su parte, comienza como un asunto interno de la rama austriaca de los Habsburgo, para devenir en un conflicto global Europeo donde participan España, Francia, Holanda, Dinamarca y Suecia. De hecho, los países que no llegan a participar es simplemente porque se ven envueltos en su propia Guerra Civil, caso de Inglaterra, o por estar al borde de la descomposición, caso del Imperio Otomano. Fue, sin discusión, la primera guerra general europea, de las cuales los siglos XVII, XIX y XX estarían llenas, hasta la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial; pero también puede considerarse como el primer conflicto mundial, ya que el choque entre Holanda y la Monarquía Española se trasladó a las posesiones que ésta tenía por todo el mundo, en especial a Brasil, Angola y la India y Malasia portuguesas.
Sin embargo, la belicosidad y la mortandad del siglo XVII no se limitaron a estos conflictos. Si sólo fueran ellos, estaríamos hablando de guerras mortíferas, pero excepcionales, como fue el caso del levantamiento Tai-Ping en la China del siglo XIX. Lo que ocurrió en el siglo XVII fue de una magnitud tal que una década como la de 1640 se caracterizó por un estado de guerra general en toda Eurasia. A la caída de la dinastía Ming y la Guerra de los treinta años hay que unir la casi disolución de la Monarquía Española tras las rebeliones de Portugal y Cataluña, además de las subsiguientes en Sicilia, Nápoles y Andalucía. Además, se tiene la Guerra Civil inglesa, el comienzo de la Fronda en Francia, los conflictos fronterizos entre Rusia y Polonia - y las rebeliones en aquélla -, o las intrigas de harem en el Imperio Otomano, que culminaban en la deposición de los sultanes. Por fortuna para los Habsburgo, que no tuvieron que enfrentarse a otro enemigo durante la guerra de los 30 años.
¿Por qué esta coincidencia? Parker lo atribuye a dos factores. Primero, a la fragilidad y rigidez de las sociedades premodernas. Estos estados dependían fundamentalmente de la agricultura, de donde reyes y principados obtenían sus ingresos. Un año de malas cosechas suponía una merma en los recursos del estado, que se podía compensar., bien con un incremento de los impuestos o con una guerra de conquista. Ambas soluciones tenían un grave inconveniente: si se aplicaban durante demasiado tiempo conducían a una dinámica de carácter negativo, puesto que destruían precisamente la base económica de la que se nutrían. El resultado era un agravamiento de los conflictos internos, con las consabidas rebeliones populares o conjuras de la nobleza... o bien la extensión de los conflictos externos a zonas aún no afectadas.
Esta espiral decreciente explicaría ese estallido de violencia de la década de 1640 en unas sociedades ya quebrantadas por la guerra, pero se necesita un factor más: aquel que saque a las sociedades del equilibrio y las lleve a un punto de no retorno, pasado el cual no sirviesen ya la soluciones tradicionales. Ese factor, el segundo destacado por Parker, es el clima. El siglo XVII fue víctima de un cambio climático que es comparable al actual, sólo que en sentido contrario. De tal magnitud, que se suele hablar de "Pequeña Era Glacial" y cuyos coletazos se extendieron hasta el siglo XIX. Las causas son confusas y seguramente son múltiples, desde la baja actividad del sol, cuyas manchas apenas fueron visibles en el periodo, a un primer adelanto del cambio de ciclo hacia una nueva glaciación.
Sin embargo sus consecuencias fueron claras, la secuencia interminable de malos años produjo una serie similar de malas cosechas con las consecuencias previsibles sobre la sociedades afectadas. Incluso aquellas que se ufanaban de un cierto grado de previsión social, como la China, que contaba con almacenes estatales de grano para esas circunstancias, se vieron llevadas al límite de sus fuerzas y posibilidades. Añádase además que la bonanza económica y climática del siglo XVI había provocado un incremento notable de la población, de forma que no quedaba ya holgura en la producción de alimentos para acomodar las discordancias climáticas. En otras palabras, incluso cuando la cosecha era buena, apenas alcanzaba para alimentar a los habitantes, con las consecuencias catastróficas en caso de varias malas cosechas consecutivas.
Esta proximidad de las necesidades de la población con la producción de alimentos explica una excepción que podría invalidar el argumento de Parker: el caso japonés. El siglo XVII japonés es un siglo de paz y prosperidad, pero sólo por una razón. El siglo XVI había sido una época de conflictos generales en el Japón, que habían llevado a la disolución práctica del estado, y que sólo se revertieron en el último tercio de ese siglo con las acciones de Nobunaga, Toyotomi y Tokugawa. Esas guerras produjeron una caída de la población por debajo del nivel de la producción agrícola, con lo que el impacto de la "Pequeña Era Glacial" pudo ser absorbido y controlado.
¿Y la Gran Divergencia? Pues para Parker, el impacto de las guerras en Europa, especialmente en su parte occidental llevó a una revisión completa de estas sociedades, al menos en su aspecto técnico, ciéntifico y cultural. No es de extrañar que a finales de ese siglo, los europeos sean capaces, por primera vez, de vencer en campo abierto a los ejércitos turcos o que sea en ese siglo cuando se produzca el nacimiento del pensamiento científico moderno, en forma de revolución astronómica y técnica.
Con las consecuencias que todos conocemos
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