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martes, 31 de enero de 2017

La singularidad

Thus, rather than looking at other advanced economies in the sixteenth through eighteenth centuries as cases of "Europe manqué", it probably makes more sense to look at Western Europe in this period as a none-too-unusual economy; it became the fortunate freak only when unexpected and significant discontinuities in the late eighteenth and specially nineteenth centuries enable to break through the fundamental constraints of energy use and resource availability that had previously limited everyone's horizons. And while the new energy itself came from a surge in the extraction and use of English coal, we shall see in the next two chapters that Europe's ability to take advantage of new world of mineral derived energy also required flows of various New World resources. It was through creating the preconditions for those flows that European capitalism and military fiscalism - as part of a large global conjuncture - really mattered.

The Great Divergence (La gran divergencia), Kenneth Pomeranz

De ese modo, más que considerar las otras economías avanzadas de los siglos XVI al XVIII como casos de "Europas fallidas", tiene mucho más sentido ver la  Europa Occidental de este periodo como una economía no demasiado fuera de lo corriente. Probablemente se convirtió en la excepción afortunada cuando discontinuidades inesperadas y significativas durante el siglo XVIII tardío y especialmente el siglo XIX la capacitaron para romper las limitaciones fundamentales de energía y disponibilidad de recursos que previamente habían limitado los horizontes de todo el mundo. Y mientras ese nueva energía provino de un incremento en la extracción y el uso del carbón inglés, en los dos próximo capítulos veremos que la capacidad para aprovechar ese nuevo mundo de energía mineral tambiém requería flujos de diferentes recursos del Nuevo Mundo. Fue mediante la creación de los requisitos de esos flujos que el capitalismo europeo y la fiscalidad militar - como parte de una coyuntura global - realmente importasen.

En una entrada anterior ya les había comentado el modo en que C.A. Bayly, en su libro The birth of modern world, 1780-1914, explicaba la ascendencia y dominio de Europa sobre el resto del mundo en el siglo XIX. En mi opinión, la explicación de Bayly no llegaba a esclarecer nada, puesto que partía de la premisa de que todas las civilizaciones estaban a punto de dar el salto a la modernidad, mientras que Europa sólo se había adelantado un poco y, por tanto, tomado la delantera.

Sin contar que la definición de modernidad en Bayly es lo suficientemente laxa para que en ella quepa todo - y por tanto sea completamente inútil a efectos clasificatorios -, este historiador hacía caso omiso de las claras diferencias entre las distintas civilizaciones, así como que ciertos avances técnicos, como la máquina de vapor, el ferrocarril o el buque de vapor , sólo surgieron en el contexto británico, sin que existieran correlatos en otras regiones, ni claros indicios de que fuera a haberlos. Claramente se trata de un intento por parte de Bayly de eludir en su relato una excepcionalidad Europea de corte colonialista, que cae sin embargo en el defecto opuesto, suponer una igualdad de base que le hace perder todo poder explicativo.

Por el contrario, Pomeranz, en el libro que les comento, parte de una tesis completamente distinta. Algo sucedió en Inglaterra en el siglo que media entre 1750 a 1850 y ese algo  tuvo un efecto de bola de nieve, de manera que lo que era sólo un artilugio para achicar agua en las minas de carbón británica condujo a una industrialización profunda de amplias zonas de Europa. No sólo Inglaterra, sino Bélgica, la Renania, el Norte de Francia y el norte de Italia. En la concepción de Pomeranz, la chispa inicial no hubiera podido prender sino hubieran existido una serie de requisitos iniciales en la Europa del siglo XVIII, incapaces por si solos de desencadenar la divergencia de Europa, pero que actuaron como catalizadores de la reacción. Hasta que esta fue ya incontenible, se tornó reacción en cadena, y llevó a Europa a dominar el mundo en el segundo tercio del siglo XIX

sábado, 28 de enero de 2017

El día que casi fallezco

Llevo ya más de dos semanas sin actualizar este blog. Si en otras ocasiones dejé de escribir por razones laborales o simple cansancio, esta vez fue por causas mucho más graves

Simplemente que hace dos semanas, el lunes 16 de enero, estuve a punto de morir.

Me hospitalizaron para una intervención de rutina, resolver unos problemas que tenía en las fosas nasales, pero se me declaró una hemorragia que no se podía contener. El resultado, cinco intervenciones en quirófano, doce horas en coma inducido y diez días de internamiento hospitalario. A lo que hay que unir una baja laboral que se prevé larga.

¿Conclusiones? Pues que sin el apoyo y ayuda constante de mi familia, hasta casi caer ellos mismos enfermos, todo habría sido aún peor, si cabe, puesto que se le habría añadido la soledad y el abandono. Asímismo, debo agradecer a todos los que me enviaron recuerdos al enterarse de mi estado, algo que también me ayudo mucho, al mostrarme que mi desaparición sería sentida. Y por supuesto, al personal médico del hospital La Paz de Madrid, que trabajó sin descanso para devolverme a la vida.

¿Lecciones vitales? No sé. Aún es pronto para haber decidido nada. Sí puedo decir que ya no tengo dudas sobre mi mortalidad. El lunes, el peor día, cuando me dijeron que me iban a dormir durante un par de días, llegué a pensar que todo estaba ya acabado, que era el punto final y que lo único bueno iba a ser que me iba a pillar dormido. Que me dormirían y ya no me despertaría más, que desaparecería sin haberme dado cuenta absolutamente de nadas. Esa certeza, la de que la muerte es algo que me va a suceder con toda seguridad, ya no va a abandonarme nunca más. Se ha tornado, de ese instante, en continua compañera.

¿Otras conclusiones? ¿Otros Planes? Por ahora sólo tengo uno: recuperar mi vida normal. Quizás entonces, cuando me vea como el que fui, podré pensar y decidir que va a ser de mi existencia a partir de ahora.

Hasta entonces, descanso. Y avanzar paso a paso. como los niños que comienzan a andar.

martes, 10 de enero de 2017

Entre la vanguardia y el negocio


Dali-Gioconda retratado por Philippe Halsman

Ciertos fotógrafos gozan de una extraña fama . Los conocemos sin saber sus nombres, porque algunas de sus imágenes se han vuelto auténticos iconos pop, reproducidas hasta la saciedad. Son reconocibles por todos, forman parte de la memoria colectiva contemporánea, pero se han desligado de la persona que los hizo, sin que quede en esas imágenes nada del carácter del artista, ni de su carrera posterior. Reducidos ambos a esa imagen y ese momento.

La lista de fotógrafos borrados por una de sus obras sería interminable. Del beso de Robert Doisneau al Miliciano de Robert Capa, pasando por el retrato del Ché de Alberto Korda. Es también el caso de Philippe Halsman, de quien se puede visitar una amplia retrospectiva en el Caixaforum madrileño, cuya figura ha quedado reducida en ese recuerdo popular a una famosa fotografía de Salvador Dali. Ésa en que aparece pintando en una ingravidez insólita, rodeado por gatos voladores y corrientes de agua que se retuercen como cuerdas. 

Sin embargo, más importante que ese eclipse forzado, es el hecho de que Halsman, como Dali, pertenece a un tipo de artista moderno lindante con la postmodernidad: aquél que va a utilizar las formas de la vanguardia de manera empresarial. No como oposición y revuelta contra un orden y una normativa, ya sean políticas y estéticas, derivando en un apartamiento orgulloso, al mismo tiempo elitista y comprometido; sino modificando y adaptando esas formas vanguardistas de manera que sean aceptables por el gran púbico. Fácilmente comercializables y de beneficio asegurado.

sábado, 7 de enero de 2017

Libertad es esclavitud

Mi tercer Curtis ha sido The Trap (La Trampa, 2007). Les adelanto que me ha parecido menos logrado que los anteriores, no porque el tema no sea interesante, sino porque intenta analizar dos fenómenos separados y se queda corto en el estudio de al menos uno de ellos. Sin embargo, como en las obras anteriores, este documental destaca por ser un paso más en la construcción de una historia del pensamiento filosófico e ideológico de la segunda mitad del siglo XX, aunque sea a contrapelo de la interpretación necon contemporánea. Una tarea - la ofrecer de versiones alternativas - de la que estamos más que necesitados, como creo que coincidirán conmigo.

Las dos primeras partes del documental son las mejor trazadas e intentan demostrar una tesis cuyos efectos estamos viviendo ahora mismo: como el énfasis en conseguir una libertad absoluta de los individuos ha redundando en un mayor grado de control de las acciones de éstos.  Un concepto que, a modo Orwellanio, se podría resumir en "libertad es esclavitud" y que tiene, como siempre en Curtis, su origen en las ideas de pensadores de la segunda mitad del siglo XX, no demasiado conocidos fuera de círculos especializados, pero sí de una influencia determinante en las políticas actuales y, sobre todo, en el modo en que éstas se plasman. Estos filósofos/ciéntificos, porque ambos conceptos ya no se pueden separar , serían el filósofo Hayek, el matemático Nash y el psiquiatra Laing. 

jueves, 5 de enero de 2017

¿Diferentes vías?

The final competitive advantage enjoyed by parts of Europe lay in the relationshipc between war an finance. Crudely, European become better at killing people. The savage ideological wars of the seventeenth century had created links between war, finance, and commercial innovation which extended all these gains. It gave the continent a brute advantage in the world conflicts which broke out in  the eighteenth century. Western European warfare was particularly complicated and expensive, partly because it was amphibious. Government needed to project their power by both land and sea. Highly sophisticated systems were required to finance and provision navies at the same time as armies. The value of Caribbean slave agricultural production was so great by 1750 that huge sums were invested in creating systems for maintaining and supplying navies that protected the islands. The British, in particular, reduced their vulnerability to invasion by placing a large fleet permanently in the waters off their western coasts. This required a high level of systems of supply and control, but also created a permanent pool of ships which could be dispatched to more distant waters in the Caribbean or the East. Any European navy in military contact with the British, however distant from the British Isles needed to catch up. Famously, Peter the Great of Russia modernized his army and navy at the beginning of the eighteenth century, just as the Japanese were to do one and half century later. The farther away, however, the less the stimulus for innovation became. Asian powers and the Ottoman could, of course, assemble large fleets, but the techniques for maintaining them at sea for long period of time were not well developed. Naval technology also fell behind the westerners after 1700. One historian of the Ottomans have remarked that the sultans had superb navies in the eighteenth century, but ones for fighting seventeenth -century wars.

C.A. Bayly. The Birth of the Modern World 1780-1914

La ventaja competitiva final de la que disfrutaban partes de Europa estribaba en la relación entre guerra y finanzas. Simplemente, los europeos habían llegado a ser mejores matando gente. Las salvajes guerras ideológicas del siglo XVII habían creado vínculos entre la guerra, las finanzas y las innovaciones comerciales que amplificaban todos estos logros. Esto concedió al continente una ventaja de peso en los conflictos mundiales que estallaron en el siglo XVIII. El modo de guerra de Europa occidental era particularmente complicado y caro, en parte por ser anfibio. El gobierno necesitaba proyectar su poder tanto por tierra como por mar. Se requerían sistemas de gran complejidad para financiar y aprovisionar tanto flotas como ejércitos al mismo tiempo. El valor de la producción de la agricultura esclavista del Caribe era tan alto que hacia 170 se invertían enormes sumas de dinero en crear sistemas para mantener y suplir las flotas que protegían esas islas. Los británicos, en particular, redujeron su vulnerabilidad frente a una invasión manteniendo de manera permante una gran flota ante sus costas occidentales. Esto requería complicados sistemas de suministro y control, pero también creaba una base permanente de barcos que podían ser enviados a las aguas más distantes del Caribe o del Este. Cualquier marina europea en contacto militar con la británica, sin importar lo lejos que estuviera del Reino Unido,  estaba obligada a mantenerse a a su altura. Pedro el Grande de Rusia modernizó su ejército y su marina al comienzo del siglo XVIII, igual que los japoneses tuvieron que hacerlo un siglo y medio más tarde. Cuanto más lejos, sin embargo, menor el impulso para innovar. Los poderes asiáticos y el Imperio Otomano podían, por supuesto, reunir grandes flotas, pero las técnicas para mantenerlas en el mar durante largos periodos de tiempo no estaban bien desarrolladas. La tecnología naval también se quedó atrás desde 1700 comparada con la europea. Un historiador del Imperio Otomano ha señalado que los sultanes tenían una marina soberbia en el siglo XVIII, pero una para librar una guerra del XVII.

Tras leer el inmenso análisis del siglo XIX escrito por Jurgen Osterhammer, con el que les he aburrido durante demasiadas semanas, me he visto impulsado a leer otras historias globales de ese periodo histórico, empezando por las que el historiador alemán citaba con más asiduidad. La primera es la del historiador británico C.A. Bayly, quien como su colega alemán, intenta alcanzar dos objetivos complementarios. Por un lado, escribir una historia realmente global de ese siglo, donde los cambios se muestren desde el punto de vista de las diferentes civilizaciones mundiales, evitando caer en un eurocentrismo ya desfasado, al mismo tiempo que se intenta respetar la multiplicidad de un mundo que aún no había sido globalizado. Por otro lado, dar respuesta a la pregunta de The Great Divergence (La gran divergencia) entre las civilizaciones, que llevó al predominio de la occidental en ese siglo y el XX. O dicho en las palabras de Jared Diamond: Why the westerners got all the cargo (Porque los occidentales se quedaron con todo lo valioso).

La tesis de Bayly es sorprendente, al menos para un público hispano. No hubo tal divergencia. Ya desde el siglo XVIII las diferentes civilizaciones estaban en camino de transformación, enfrascadas cada una en su propio camino a la modernidad. Lo que ocurrió es que debido al complejo de guerras casi mundiales que cierran el siglo XVIII y abren el XIX,  las Napoléonicas y la de Independencia Americana, pero también la de los Siete Años y las de independencia en la América Hispana, Occidente adquirió una ventaja bélica que le permitió conquistar casi todo el resto del mundo habitado a finales del siglo XIX, interfiriendo de manera directa e indirecta en la evolución del resto de sociedades, de manera que estas adoptaron formas particulares del camino europeo hacia la modernidad.

martes, 3 de enero de 2017

Combatiendo espectros




 Acabo de ver mi segundo Adam Curtis, The Power of Nigthmares (El poder de las pesadillas, 2004), y mi primera impresión se confirma. Aunque son documentales de tesis, eminentemente políticos y polémicos, Curtis basa su información en hechos contrastables y verificables, sin caer jamás en la tentación de apelar a conspiraciones en la sombra por parte de organizaciones todopoderosas y de eficacia perfecta. De hecho, la tesis que desarrolla Curtis es que la historia de las últimas décadas ha venido determinada por dos movimientos políticos públicos y conocidos que han terminado creyéndose sus propias mentiras, mientras se potenciaban y reforzaban involuntariamente el uno al otro, a  pesar de ser oficialmente enemigos irreconciliables.

Estas dos movimientos son el neoconservadurismo estadodounidense y el islamismo radical, que a pesar de sus muchas diferencias comparten evidentes similitudes. La principal, considerar sus sociedades correspondientes, occidente y los países islámicos, como profundamente corrompidas por el laícismo y el liberalismo en las costumbres inherente a la modernidad, y necesitadas por tanto de una renovación espiritual que debe venir necesariamente por vía religiosa. Esta reforma, además, no puede realizarse de otra manera que mediante una contrarrevolución, más o menos pacífica según la sociedad, acompañada de medios militares o terroristas si no hay otro remedio, abriendo así una vía hacia la radicalización que exige asímismo la creación de un enemigo: las personas o regímenes que portan, apoyan y fomentan las ideas contrarias. 

Un enemigo que a lo largo de las últimas décadas ha podido ser común para ambos movimientos, la URSS en los 80, o verse en el otro durante los años 90 y especialmente tras los atentados del 11 de septiembre de 2001