Jean Fouquet, Virgen con el Niño y ángeles |
La estrella sin discusión, aun colgada en ese museo, es el préstamo realizado por el Louvre de la Virgen con el Niño y ángeles de Jean Fouquet. Ese cuadro, como muchos del siglo XV, algunos en salas anejas, ha acabado en convertirse en uno de los favoritos incontestables de cualquier aficionado, en parte porque parece situarse fuera de su tiempo y de su ámbito estético, para alcanzar esa extraña región que no puede calificarse de otra forma que inmortalidad/atemporalidad.
El pintor francés Jean Fouquet es una excepción en el arte de su tiempo, ya que su obra, de inmensa calidad, se situa fuera de los dos focos, Flandes y Toscana, que estában transformado entonces la pintura tardogótica en la nueva sintesis renacentista. La tabla del Louvre prestada a El Prado es un ejemplo perfecto de las contradicciones y grandezas de este pintor, ya que mientras la anatomía de la modelo que representa a la virgen - supuestamente la amante del rey Carlos VIII - es imposible, dado su tinte ebúrneo, casi de estátua o la colocación y forma antinatural de los pechos, los detalles de su indumentaria son de un realismo sobrenatural casi irreproducible, incluso para los miniaturistas flamencos coetáneos.
Eso sin contar la pureza e intensidad, casi radical, de su paleta, que se atreve con una combinaciones y oposiciones de colores que deberían esperar a la llegada de la vanguardia a finales del siglo XIX para ser repetidas y apreciadas
Ticiano, Ticio |
No obstante, y a pesar de este interés un tanto relativo de esta muestra, la exposición brilla por contar con varias obras maestras de Tiziano, Ribera y Rubens. En el caso de Tiziano podemos apreciar la diferencia entre su estilo medio, que hizo que las cortes Europeas se lo disputasen, frente a la compleja manera, incomprendida en su tiempo, de su estilo final, del que aún se discute si fue producto de la audacia del artista o de su decadencia física. El lienzo de Rubens, con colaboración de Teniers, es un ejemplo magnífico de la pirotécnia de ese artista, que a muchos disgusta y a mí me apasiona, mientras que los dos de Ribera, muestran que nadie, antes o después de él, ha sabido describir la piel humana, sus variaciones de tonalidad, sus defectos, como este artista valenciano afincado en Nápoles... y perteneciente, mal que nos pese a esa escuela pictórica.
Ribera Ticio |
Única, por su contenido, es la sala dedicada a reconstruir la biblioteca del pintor cretense afincado en España, que llamamos El Greco. Los libros que poseía eran pocos, como era normal en esos tiempos, a pesar del aumento de la variedad de obras disponibles gracias a la imprenta. Si las bibliotecas privadas eran pequeñas, salvo excepciones muy señaladas, era debido tanto a que los libros seguían siendo un artículo de lujo, como a los artistas y literatos se mudaban de domicilio con cierta frecuencia, con lo que sólo podían permitirse una bibliotéca que fuera fácilmente transportable.
Lo interesante de esta muestra, como pueden imaginarse, es la visión que permite de la mente de El Greco, cuya personalidad, como la de todos los artistas de ese tiempo, permanece oculta tras la sobriedad de los registros oficiales. Llama la atención que un pintor eminentemente religioso apenas contase con obras de devoción, superadas en número por los volúmenes de historiadores clásicos. Es también curioso que el Greco contase con casi todas las obras de arquitectura disponibles en su tiempo - Vitrubio, Serlio, Palladio -, en principio un tanto lejanas de su práctica artística, y que las comentase profusamente, como si fuera un profesional de la arquitectura. Por otra parte, la única obra completamente de pintura que poseía eran Las Vidas de Vasari, también llenas de anotaciones, en este caso para defender a ultranza a la pintura veneciana - Tiziano y Tintoreto - frente a los modelos del Alto Renacimiento - Miguel Ángel y Rafael.
El Greco, manuscrito anotado |
Rubens, Derrota de la herejía |
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