domingo, 21 de octubre de 2018
jueves, 18 de octubre de 2018
martes, 16 de octubre de 2018
Aledaños
En el palacio de Gaviria se acaba de abrir, a bombo y platillo, una amplia exposición dedicada a la pintora Tamara de Lempicka. Sin embargo, a pesar de la expectación que la precedía y la mucha publicidad que se le está haciendo, anuncios gigantes en el metro incluidos, les debo decir que me ha dejado bastante frío. Le falta algo y ese algo es muy concreto: más obras representativas de la propia pintora.
Pero antes de entrar en materia, una pequeña introducción personal. Desde muy joven, el nombre de Lempicka me producía especial fascinación. Durante muchos años, la única obra suya que conocía era la que abre esta entrada y esto únicamente porque aparecía en unos anuncios de libros carísimos de arte, destinados a conaisseurs exquisitos y de refinamiento extremo... y con espuertas de dinero que gastar. Esos libros y esa pintura tenían para mí consideración de objetos inalcanzables, prohibidos, ajenos a mi realidad personal. Proscripción a la que se unía una promesa de libertad, la de los autos y las mujeres independientes, aún más atrayente en un mundo en que el machismo era presencia cotidiana, que se aunaba con insinuaciones de placeres desconocidos, extremados en su goce, como ocurría cierto tipo de literatura coetánea con la pintora y también perteneciente al ámbito de lo cuchicheado y susurrado, pero ansiado en su secreto y misterio. Me refiero a los relatos de la bohemia parisina realizados por Henry Miller, famosos por la libertad sexual que en ellos reinaba, tan subyugante en tiempos pasados de prohibición, sanción y hambre.
domingo, 14 de octubre de 2018
sábado, 13 de octubre de 2018
Quimeras cartográficas
He then turned to the narrative of the voyage itself. The letter began with the statement that news of an expedition from Boston in 1639 led to Fonte receiving orders from Spain to sail north from Lima. If this was true, Burriel pointed out, it meant that information came from New England to Spain (presumably by way of London), a decision was taken in Madrid, orders for an expedition sent to Mexico, and thence to Lima, and ships fitted out - all within a year, since Fonte sailed early in April 1640. Furhtermore, Burriel asked, was it likely that the Spanish government, faced with rebellion in Portugal, Catalonia and Naples, and harassed by Dutch and French attacks on their shipping, would order four ships of war to be sent into unknown regions to investigate a vague report about a Boston expedition? The pace of the explorations of Fonte's squadron surpassed even the speed with which the expedition had been prepared. On 22 June, Fonte, when at the entrance of Rio de los Reyes in latitude 53ºN, ordered Captain Barnarda to explore northward. Five days later Barnarda wrote to Fonte that he was at the sea of Tartary in latitude 61ºN and this letter reached the admiral, far inland at Lake Belle, before 1st July! Burriel gently enquired whether it had been sent by land or water, or perhaps by air. He then turned to the two jesuits mentioned by Fonte, who during their mission had been as north as latitude 66ºN, and had stayed two years at the indian town of Conosset. He pointed out that the activities of the Jesuits were strictly supervised, and that a mission could not be set up without a licence; yet nowhere in the record of the Society of Jesus could he find any trace of this extraordinary mission many hundreds of miles north of any Spanish settlement.
Glyn Williams, Voyages of Delusion (Viajes de autoengaño)
Luego retornó a la narración del propio viaje (de Bartolomeo de Fonte). La carta comenzaba con la afirmación de que la noticia de que una expedición bostoniana en 1639 condujo a que Fonte recibiera ordenes desde España para navegar de Lima con rumbo norte. Esto significaba que la información fue de Nueva Inglaterra a España (supuestamente vía Londres), se llegó a una resolución en Madrid, se enviaron las órdenes a México y de allí a Lima, y se armaron los barcos, todo en el transcurso de un año, puesto que Fonte zarpó a principios de abril de 1640. Más aún, se preguntaba Burriel, ¿era probable, que el gobierno español, amenazado por revueltas en Cataluña, Portugal y Nápoles, hostigado en sus rutas navales por franceses y holandeses, enviase cuatro barcos de guerra a regiones desconocidas para investigar un informe vago sobre una expedición desde Boston? El ritmo de las exploraciones de la escuadra de Fonte incluso sobrepasaba la velocidad con que habías sido aparejada. El 22 de junio, Fonte, en la embocadura del estrecho de Ría de los Reyes, a 53º de latitud norte, ordenó al capitán Barnarda que explorase en dirección norte. Cinco días más tarde, Barnarda escribió a Fonte que se hallaba en el mar de Tartaria, a una latidud de 61º Norte y esta carta fue recibida por el almirante, ya muy tierra adentro en el Lago Belle, !antes de el primero de Julio! Con amabilidad, Burriel preguntaba si se había enviado por tierra o por mar, o quizás por el aire. Luego prosiguió examinando el papel de los dos jesuitas mencionados por Fonte, que durante sus viajes de misión habían llegado tan al norte como a 66º de latitud y había permanecido dos años en la ciudad indígena de Conosset. Burriel señaló que las actividades de los jesuitas estaban supervisadas estrictamente y que un viaje de misión no podía ser realizado sin una licencia. Sin embargo, en los archivos de la Compañía de Jesús no se podía encontrar traza alguna en ninguna parte de un viaje extraordinario, a cientos de millas al norte de cualquier asentamientos español.
Tras haber leído el excelente libro de Glyn Willians sobre las exploraciones del paso del noroeste, me había quedado con ganas de profundizar más en este tema. Fuera del destino de la expedición Franklin, claro esta. Este Voyages of Delusion de título tan sugerente, me atraía con gran fuerza, puesto que señalaba a un hecho incómodo, escondido detrás de las múltiples expediciones del siglo XVIII en pos del paso del Noroeste. En su gran mayoría se justificaron sobre quimeras cartográficas, que sólo existían en la imaginación de geógrafos, inversores y políticos. Una y otra vez, los exploradores enviados a esas regiones remotas encontraban, una vez en el destino señalado en sus instrucciones, que los mapas a su disposición no tenían ningún sentido, que eran invenciones sin fundamento, cuya refutación consumía recursos sin cuento y malograba vidas.
Tal era la divergencia entre lo soñado y lo encontrado que alguno de los exploradores, como señala Willians, no fue creído a la vuelta y vio su carrera posterior frustrada. El paso al Nordeste tenía que existir, tal y como figuraba en las cartas de navegación, y si no se había encontrado era por negligencia o cobardía. Incluso se les llegó a acusar de colusión con intereses creados, de falsedad y fraude, lo que llevó a consejos de guerra e interminables procesos. Pero, cabe preguntarse ¿cómo se llegó a esa situación? ¿Qué motivó esa persistente ceguera?
jueves, 11 de octubre de 2018
miércoles, 10 de octubre de 2018
Los edificios, los ocupantes
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Museo de Arte de São Paulo, Lina Bo Bardi |
Inaugurando la temporada expositiva, la Fundación Juan March ha abierto una exposición dedicada a Lina Bo Bardi, arquitecta brasileña de origen italiano. Sólo que la muestra en realidad no trata de ella, o lo hace en ocasiones, o en realidad sí, de manera plena y completa, y en ello estriba su originalidad.
Les explico.
Llegué a la muestra sin tener idea de quien era Lina Bo Bardi ni del sentido que cabía dar a su subtítulo: Tupi or not Tupi. En las primeras salas terminé completamente perdido, sin poder decidir cuál era el tema central de las exposición, ni como interpretarla. Aquí y allá había obras aisladas de Bo Bardi, muebles, diseños de edificios, que apuntaban a una mujer que se había dedicado al diseño industrial, la decoración de interiores y la organización de espacios museísticos, como parecían mostrar las muchas fotos y planos de edificios, espacios y muebles. Sin embargo, esto era sólo una mínima fracción de lo expuesto. El resto era una acumulación desordenada de arte colindante y coetáneo, pero sobre todo, una inmensa cantidad de objetos de la cultura popular, producidos por artesanos y particulares,famosos, de nombre conocido, anónimos.
domingo, 7 de octubre de 2018
sábado, 6 de octubre de 2018
viernes, 5 de octubre de 2018
martes, 2 de octubre de 2018
domingo, 30 de septiembre de 2018
sábado, 29 de septiembre de 2018
viernes, 28 de septiembre de 2018
Sin dejar rastro (y III)
Louie Kamookak did not set out to solve one of naval history's most enduring mysteries. His early work focused on tracing the family trees of four main groups that made up the Netsilingmiut. As the lines of those family trees became clearer, Kamookak also got a better understanding of contacts that Inuit had with the foreign explorers. Qalunaaq names did not make any more sense to them than Inuit names registered in white men's ears. So Inuit gave the outsiders nicknames . A common one was Aglooka, from the Inuktitut description of the long strides they saw foreigners taking. The problem is that Inuit knew several nineteenth-century visitors by that name, including James Clark Ross and Rozier. That makes it hard for someone accustomed to the conventions of European history to untangle the various strands of it in Inuit oral history. But if an Inuk tells a story of an encounter with Aglooka from an old relative, and a listener like Kamookak knews the source's family group, he can figure out where they normally lived and hunted. That gave the Inuk historian a distinct edge over experts from the south trying to figure out the Franklin mystery. Travelling across Netsilingmiut territory, he listened and learned, deciphering elders' stories to figure out which groups of qaluunaq various Inuit family groups likely met, and when. In time Kamookak found that one of the most obvious mariners in the elders ' stories was Franklin loyal friend John Ross. Those accounts came from the years when the Ross expedition was trapped on the Boothia peninsula, and Netsilingmiut helped the sailors survive, sealing their place in local legend.
Paul Watson, Ice Ghosts
Louie Kamookak no se propuso desde un principio resolver un misterio naval (el de la expedición Franklin) de los más persistente de la historia. Su trabajo inicial se centraba en trazar los árboles genealógicos de los cuatro grupos principales que componían la tribu de los Netsilingmiut. A medida que los diferentes linajes se iban aclarando, Kamookak comenzó a tener una mejor comprensión de los contactos que los Inuit habían tenido con los exploradores extranjeros. Los nombres de los Qaluunak eran tan incompresibles para ellos como podían serlo los nombres Inuit para los oídos de los hombres blancos. Por ello, los Inuit se inventaron apodos. Uno comín era Aglook, proveniente de la descripción de las largas zancadas que los Inuktituk veían dar a los extranjeros. El problema es que los Inuit ser referían a varios visitantes decimonónicos con ese nombre, incluyendo a James Clark Ross y Rozier. Esto tornaba difícil, para quien está aconstumbrado a las convenciones de la historiografía europea, el desenredar los diferentes cabos que componen la tradición oral de los Inuit. Pero si un Inuk narra una historia de un encuentro de un pariente con Aglooka y un oyente, como Kamookak, conoce el árbol familiar de ese Inuk, puede adivinar donde vivían y cazaban. Esto confería una clara ventaja al historiador Inuk, comparado con los expertos del sur que intentaban aclarar el misterio de Franklin. En sus viajes a lo largo del territorio Netsilingmiut, Kamookak escuchó y aprendió, descifrando las historias de los ancianos para así esclarecer con qué grupos de Qaliinaq podían haberse encontrado los distintos grupos familiares Inuit. Con el tiempo, Kamookak averiguó que uno uno de los marinos más frecuentes en las historias de los ancianos era John Ross, el fiel amigo de Franklin. Esas narraciones provenían de los años que la expedición de Ross permaneció atrapada en la península de Bothia y los Netsilingmiut ayudaron a los marinos a sobrevivir, quedando marcado en sus leyendas.
Este es el último libro sobre la desaparición de la expedición Franklin que voy a reseñarles. Visto lo tenues y contradictorias que son las pruebas e indicios que nos han llegado, no creo que se pueda concluir nada definitivo sobre el destino de los expedicionarios. Al menos hasta que terminen las excavaciones submarinas en los pecios del Erebus y el Terror, los dos barcos de la expedición recientemente encontrados en 2014 y 2016, respectivamente. Esta tarea va a llevar años, cuando no decenios, y temo que las elevadas esperanzas puestas en ellas se vean defraudadas, al suscitar más preguntas que respuestas, cuando no misterios insolubles.
De hecho, si compre este libro es porque narraba, precisamente, el hallazgo de estos pecios, relato casi ausente en los dos libros anteriores, tanto en el de Woodman como en el de Potter. Aún así, los comentarios que leí en la tienda de internet donde lo adquirí eran desalentadores. Según ellos, esta obra no añadía nada a lo expuesto en las obras clásicas sobre el tema. Incluso se le reprochaba el perderse en meandros y digresiones que poco interesaban al tema principal, al tiempo que se olvidaban hechos fundamentales en el desarrollo de las investigaciones.
Éste último defecto era bien cierto, ya que, por ejemplo, se pasaba de puntillas tanto sobre la tarea de recopilación de los testimonios Inuit que realizó Rae en 1870, como sobre las penalidades de varias de las expediciones de rescate, en concreto la de McClure. Por el contrario, se dedicaba una atención desmesurada al circo, con mediums y videntes incluidos, farsantes y personas de buena fe. que se montó alrededor de la esposa del explorador; o las supuestas hazañas, ya en nuestro siglo, de uno de esos millonarios/aventureros que tanto abundan en el mundo anglosajón, pero que en esta ocasión, aparte de destruir pecios, poca relevancia tenían.
Sin embargo, cualquier libro de historia, aunque divague y se pierda por vericuetos, puede ser una fuente inestimable de información, siempre que abunde en datos bien investigados. Tal es el caso del libro de Watson, que ilumina multitud de aspectos secundarios de las numerosas búsquedas en pos de la exposición perdida. Algunas de ellas, cierto, total y completamente irrelevantes; otras, sin embargo, de gran pertinencia. Como el papel fundamental que tuvieron y tienen los testimonios Inuit en la reconstrucción y verificación de cualquier teoría sobre la desaparición de la expedición
Este es el último libro sobre la desaparición de la expedición Franklin que voy a reseñarles. Visto lo tenues y contradictorias que son las pruebas e indicios que nos han llegado, no creo que se pueda concluir nada definitivo sobre el destino de los expedicionarios. Al menos hasta que terminen las excavaciones submarinas en los pecios del Erebus y el Terror, los dos barcos de la expedición recientemente encontrados en 2014 y 2016, respectivamente. Esta tarea va a llevar años, cuando no decenios, y temo que las elevadas esperanzas puestas en ellas se vean defraudadas, al suscitar más preguntas que respuestas, cuando no misterios insolubles.
De hecho, si compre este libro es porque narraba, precisamente, el hallazgo de estos pecios, relato casi ausente en los dos libros anteriores, tanto en el de Woodman como en el de Potter. Aún así, los comentarios que leí en la tienda de internet donde lo adquirí eran desalentadores. Según ellos, esta obra no añadía nada a lo expuesto en las obras clásicas sobre el tema. Incluso se le reprochaba el perderse en meandros y digresiones que poco interesaban al tema principal, al tiempo que se olvidaban hechos fundamentales en el desarrollo de las investigaciones.
Éste último defecto era bien cierto, ya que, por ejemplo, se pasaba de puntillas tanto sobre la tarea de recopilación de los testimonios Inuit que realizó Rae en 1870, como sobre las penalidades de varias de las expediciones de rescate, en concreto la de McClure. Por el contrario, se dedicaba una atención desmesurada al circo, con mediums y videntes incluidos, farsantes y personas de buena fe. que se montó alrededor de la esposa del explorador; o las supuestas hazañas, ya en nuestro siglo, de uno de esos millonarios/aventureros que tanto abundan en el mundo anglosajón, pero que en esta ocasión, aparte de destruir pecios, poca relevancia tenían.
Sin embargo, cualquier libro de historia, aunque divague y se pierda por vericuetos, puede ser una fuente inestimable de información, siempre que abunde en datos bien investigados. Tal es el caso del libro de Watson, que ilumina multitud de aspectos secundarios de las numerosas búsquedas en pos de la exposición perdida. Algunas de ellas, cierto, total y completamente irrelevantes; otras, sin embargo, de gran pertinencia. Como el papel fundamental que tuvieron y tienen los testimonios Inuit en la reconstrucción y verificación de cualquier teoría sobre la desaparición de la expedición
domingo, 23 de septiembre de 2018
viernes, 21 de septiembre de 2018
Sin dejar rastro (y II)
McKlintock thought that Ootgoolik referred to the west coast of King William Island, but we have seen that this term applies to the west coast of the Adelaide Peninsula. Hall was told that the natives found this second ship "in the ice of the sea between Dease Strait and Simpson Strait" - modern Queen Maud Gulf. From descriptions of the actual wreck site, Hall concluded that the ship, "sank some time after they [the Inuit] found it but no so bad what the topmast were above water - ultimatley (sic) the ice broke the vessel that masts, timbers etc. drifted to the land south side of Ook-joo-lik sea & and there found in abundance by Ook-joo-lik natives.
Hall was later given more detail about this wreck by an Oot-goolik native named Ek-pre-ree-a.
This ship first seen he said by Nuk-kee-che-uk an Ook-joo-lik Innuit who in now dead, having been killed by his (Ek-kee-pee-ree-a0's) father. This he told me with a smile. This ship had 4boats hanging at the sides and 1 of them was above the quarter deck. The ice about the ship one winter's make, all a smooth flow (sic) & and a plank was found extending from the ship down to the ice. The innuit were sure some white men must have lived there through the winter. Heard of tracks of 4 strangers, not Innuits, being seen on the land adjacent to the ship (Emphasis in the original)
David C. Woodman. Unravelling the Franklin Mistery, Inuit Testimony
McKlintock pensó que Ootgoolik se refería a la costa oeste de la isla del Rey Guillermo, pero ya hemos visto que ese apelativo se aplica a la costa occidental de la península de Adelaida. A Hall se le contó que los nativos habían encontrado ese segundo barco « en el hielo, en el mar entre el estrecho de Dease y el de Simpson » - el actual golfo de la Reína Maud. De la descripción del lugar del naufragio, Hall concluyó que el barco « se había hundio al poco de ser encontrado [por los Inuit], pero no tan profundo que los mástiles no sobresalieran del agua - al fimal (sic) el hielo troncho el barco, de manera que los mástiles y el maderamen fueron arrastrado a tierra, al sur del mar de Ook-joo-lik, donde los nativos los encontraron en abundancia.
Hall consiguió aún más detalles del pecio por medio de un nativo de Oot-goolik de nombre Ek-pre-ree-a.
« Este barco fue visto primero por Nuk-kee-che-uk un Inuit de Ook-joo-lik ya muerto,k asesinado por su padre (el de Ek-kee-pee-ree). Esto me lo narró sonriendo. Este barco tenía cuatro botes colgados a sus lados y 1 de ellos estaba sobre la cubierta. El hielo que rodeaba al barco era de un invierno de edad, todo suave fluido (sic) y se encontró una plancha de madera que descendía del barco hasta el hielo. Los Inuit tenían la certeza de que algunos hombres blancos debían haber vivido allí durante el invierno. Se hablaba de rastros en la nieve de cuatro extraños, que no eran Inuit, vistos en las tierras próximas al barco »
Buscando libros que resumiesen el estado de las investigaciones sobre la expedición Franklin, llegué por casualidad a éste de Woodman. Sin sospecharlo, me había tocado el premio gordo de la loteria. Unravelling the Franklin Mistery, Inuit Testimony (Desenredando el misterio de Franklin, el testimonio de los Inuit), es un libro clave en la investigación moderna de la desaparición de esa expedición.
Publicado en los años 90, Woodman realiza en él un análisis exhaustivo del cúmulo de noticias obtenidas de los Inuit por los exploradores que fueron en busca de Franklin. No sólo los más famosos, y que ya les señale en la entrada anterior, como Rae, MacKlintock o Hall, sino otros menos conocidos o mucho más tardíos, como Schwatka, el propio Admundsen o Rassmussen, éstos últimos ya en el siglo XX. Y no sólo lo publicado por ellos, ya corregido y pulido, sino los diarios originales que dormían en los archivos, más cercanos a la verdad y con menos distorsiones, tanto voluntarias como involuntarias. Con esas fuentes, Woodman construyó una versión alternativa al destino de la expedición que destaca por su lógica y su verosimilitud, y que ha sidoconfirmada en gran medida por los descubrimientos de los pecios del Erebus y el Terror, encontrados en los lugares señalados por los Inuit y en condiciones casi idénticas a las descritas por ellos.
martes, 18 de septiembre de 2018
Sin dejar rastro (y I)
The skeleton bore with it one of the most enigmatic documents in the whole Franklin mistery. In the words of Allen Young, who published this separate account in the Cornhill Magazine in 1860. "The captain's party found a human skeleton upon the beach as the man had fallen down and died, with his face down to the ground, and a pocket book, containing letters in German which have no been deciphered, was found closed by".
Whose was the skeleton? And what were these letters? As it turns out, they were not written in German, although the mistake was understandable, given the frequent occurrence of strange words such as "Meht," "Kniht", and "Eht". On further examination, it was discovered they were in fact in English, only written backwards (that is with the letters in backwards order, not mirror-back backwards), Why this would have done is a difficult question - for my part, I can only suppose that there was some desire to conceal the contents of a sailor's letters from his shipmates, whose rudimentary literacy would have made transposing the letters a daunting task.
Russel A. Potter. Finding Franklin.
Junto al esqueleto se hallaba un documento especialmente enigmatico, para lo que es corriente en el misterio de la expedición Franklin. En palabras de Allen Young, que publicó este informe por separado en la Cornhill Magazine en 1860. « El grupo del capitán (MacKlintock) encontró un esqueleto humano en la playa, tal y como había caído y fallecido, de cara al suelo, y en las cercanías, una cartera de bolsillo, que contenía cartas en que aún no descifradas».
¿De quién era ese esqueleto? ¿Y qué eran esas cartas? Ha resultado que no estaban escritas en alemán, aunque el error es comprensible, dada la aparición frecuente de palabras extralas como "Meht", "Knith" o "Eth". Al examinarlo más de cerca, se descubrió que estaban escritas en inglés sólo que al revés (es decir, con las letras en order inverso, no en sentido especular). El porqué de haberlo hecho así es una pregunta difícil - a mi entender, sólo puedo aventurar que el marinero deseaba esconder el contenido de estas cartas a sus compañeros de tripulación, cuyo alfabetismo rudimentario habría tornado la transposición de las letras en una tarea insuperable.
Hace unas semanas les comentaba el libro Artic Labyrinth, de Glyn Williams, centrado en la exploración y descubrimiento del paso del Noroeste. Una buena parte del texto se dedicaba a la narración y elucidación de un misterio central en esas expediciones articas, sino el misterio por antonomasia: la desaparición sin dejar rastro, junto con sus tripulaciones, de los dos navíos de la expedición Franklin, el Erebus y el Terror, en 1845.
Por hacer un breve resumen. La expedición de John Franklin, un experto en las regiones polares, estaba concebida para ser la que finalmente descubriera el paso del Noroeste. Con provisiones para tres años, dotada con los últimos avances técnicos y científicos, recopilando todo el saber y experiencia de tres decenios de exploraciones árticas e invernadas en esas regiones, parecía destinada al triunfo. Sin embargo, tras ser vista por última vez por algunos balleneros cuando entraba en el estrecho de Lancaster, al final de la bahía de Baffin, se desvaneció por completo. No fue hasta 1848, tras tres años sin noticias, cuando las provisiones del Erebus y el Terror ya debían estar comenzando a agotarse, que se empezaron a planear las primeras operaciones de rescate, a pesar de que otros exploradores, como Jouhn Ross, habían propuesto esfuerzos tempranos. Los que pudiesen llegar a tiempo de salvar a los posibles supervivientes, antes de que tuviesen que abandonar sus barcos o fueran diezmados por el frío, el hambre y el escorbuto.
Por hacer un breve resumen. La expedición de John Franklin, un experto en las regiones polares, estaba concebida para ser la que finalmente descubriera el paso del Noroeste. Con provisiones para tres años, dotada con los últimos avances técnicos y científicos, recopilando todo el saber y experiencia de tres decenios de exploraciones árticas e invernadas en esas regiones, parecía destinada al triunfo. Sin embargo, tras ser vista por última vez por algunos balleneros cuando entraba en el estrecho de Lancaster, al final de la bahía de Baffin, se desvaneció por completo. No fue hasta 1848, tras tres años sin noticias, cuando las provisiones del Erebus y el Terror ya debían estar comenzando a agotarse, que se empezaron a planear las primeras operaciones de rescate, a pesar de que otros exploradores, como Jouhn Ross, habían propuesto esfuerzos tempranos. Los que pudiesen llegar a tiempo de salvar a los posibles supervivientes, antes de que tuviesen que abandonar sus barcos o fueran diezmados por el frío, el hambre y el escorbuto.
domingo, 16 de septiembre de 2018
sábado, 15 de septiembre de 2018
En la penumbra
Wir alle verfügen ja über die ganz besonders eigentümliche Gabe, eventuell mit einmal hinfällig zu sein, mit anderen Worten, in Bezug auf die Kräfte, die Gesundheit plötzlich zu verlieren, und ich bin der Meinung, wir alle sollten mit dieser Möglichkeit zu rechnen. « Unkraut verdirbt nicht », ist so ein hergebrachtes, gleichsam altehrwürdiges Sprichwort, mit dessen Erwähnung ich selbstverständlich nicht sehr viel, womöglich überhaupt nichts gesagt haben will. Dieses Sprichwort ist mir nur soeben eingefallen. Was ich beifügen sollen, ist dieses: Eine Bürgersfrau, so wurde mir hintergebracht, habe sich über mich da und da erkundigt und bezüglich meines Charakters und meines Benehmens die Befriedigendste Auskunft eingeheimst oder erhalten. Die Benachrichtigung dieses ganz geringfügigen Auskunftseinholungsmomentes hat mich gefreut, ich gestehe es offen. Ich bin also in den Augen von Leuten, in deren Gesellschaft oder in deren Nähe ich Zeitweise lebte, d.h. Zeit verschwendete und verbrachte, einer, mit dem sich umgehen lässt. « In Ihren Bücher » so sagte mir ein hochgeachteter Herr Verleger, « lebt etwas in gewisser Hinsicht zu Rosiges, Fröhliches, was Ihnen mancher Leser übelnehmen kann, worauf Sie sich gefasst machen wollen »
Robert Walser. Microgramas
Todos nosotros disponemos de una virtud característica completamente especial, de tarde en tarde ser débiles por una vez. En otras palabras, en relación a nuestras fuerzas, perder repentinamente la salud, y soy de la opinión que todos debemos contar con esa posibilidad. « Mala hierba nunca muere » es un dicho tan antiguo y digno, y al mismo tiempo tan tradicion, que yo, con esa expresión no tengo mucho que decir, en general quizás nada. Este refrán sólo me ha venido a la mente. Lo que quiero añadir es esto: La esposa de un burgués, así se me dijo en secreto, se ha interesado, aquí y allá, por mí y en relación a mi carácter y mi comportamiento ha procurado conseguir y obtener información, la más satisfactoria. La notificación de ese ínfimo momento de recolección de información me ha llenado de alegría, lo confieso abiertamente. Estoy por tanto en boca de las gentes, de cuya sociedad formo parte o en cuya contemporaneidad vivo, es decir, soy uno al que evitan aquellos con los que malgasto y paso el tiempo. « En sus libros » me dijo un respetado editor « habita algo demasiado alegre, de color de rosa, que algunos lectores pueden tomarse a mal y por ello guardarle rencor »
Con demasiada lentitud voy avanzando en la lectura de los microgramas de Robert Walser. No porque me disgusten, ya saben que este escritor suizo es uno de mis favoritos, sino por su dificultad. Provocada en gran parte por el estado de oxidación de mi alemán, cada vez más deteriorado, pero también por las circunstancias que rodean a la composición de esa sección de la obra Walseriana y su carácter de experimento sin concesiones. Más allá de una modernidad literaria que aún no había agotado sus posibilidades, rayano en el postmodernismo posterior, mucho antes de que ese termino aún existiese .
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