A film unfinished (Una película incompleta, 2010), dirigido por Yael Hersonski, es un documental sobre un documental, como ocurría con Night will Fall (Se hará de noche, 2014) de Brian Singer, que ya les comenté hace unas semanas. Hay una diferencia esencial entre ambos, sin embargo. German Concentration Camp Factual Survey (1945, Sidney Berstein), el objeto de estudio de Singer, es una película de la que se dispone de una ingente cantidad de material documental. Su génesis, desarrollo y cancelación final se pueden seguir al detalle, incluso contando con el testimonio de sus creadores, operadores y personas retratadas. Se trata, por tanto, de esclarecer el ambiente y circunstancias en las que se creo esa obra, permitiendo ver lo que ocurría detrás de las cámaras... o cuando ellas no estaban presentes.
Muy distinto es el caso de la película de Hersonski, ya que su material de partida es un misterio envuelto en un misterio. La obra que utiliza como base no tiene nombre, aparte de un escueto "Ghetto de Varsovia" en las latas que la conservan, ni referencia a sus autores. Fue encontrada, tras la derrota nazi, en uno de los archivos fílmicos oficiales, en donde se guardaban películas de propaganda, registros documentales de la guerra y todo tipo de curiosidades. Por lo que se puede deducir, se trata de un primer montaje, incompleto y sin pulir, sin audio ni títulos de crédito, de lo que debería haber sido un film de propaganda antisemita. Por lo que se ve en ella, las imágenes fueron rodada in situ, en el Ghetto de Varsovia, unos meses antes, mayo de 1942, de que los nazis comenzase a "evacuar" a sus habitantes hacia el campo de exterminio, de Treblinka, pero por supuesto esto nunca aparece en pantalla. A pesar su apariencia testimonial, los nazis seguramente buscaban esas imágenes para ofrecer una versión que favoreciese a sus propósitos, como ocurrió en el caso del campo "modelo" de Theresienstadt.
Antes de entrar en examinar qué versión era ésa que se quería propagAR hay que detenerse un poco en la vida posterior de la película. Sus imágenes han pasado a formar parte de gran cantidad de documentales sobre la segunda guerra mundial, como el ya mítico The World at War (El mundo en Guerra, 1873, Jeremy Isaacs), donde se utiliza como testimonio visual del holocausto. No es de extrañar, puesto que se trata del único testimonio visual que tenemos del Ghetto de Varsovia, pero aun así, su uso no deja de ser paradójico, ya que estás imágenes no son inocentes en absoluto. Dada su intencionalidad propagandística se corre el riesgo de transmitir, sin saberlo, las ideas racistas que los nazis pretendían difundir. De hecho, esa misma razón llevó a cineastas como Claude Lanzmann a renunciar a toda imagen de época en su monumental Shoah (1985).
En mi opinión, el uso de estas imágenes está justificado, por su propio carácter de ejemplo único, pero debe ir acompañado del necesario aparato crítico, que nos haga ver lo que éstas imágenes ocultan tras de su transparencia. Como pueden ver, soy de la opinión de que la imagen, en sí, es mentirosa, o mejor dicho, que dependiendo de cómo se presente una imagen se pueden apoyar ideologías completamente contrapuestas. En este caso, no obstante, a pesar del silencio que rodea a este film, tenemos cinco vías para descifrarlo. La primera, el diario que el líder del consejo judío, Adam Czerniakow, llevaba en secreto y donde se narran las gestiones de los alemanes para llevar a cabo el rodaje. Segundo, el testimonio de uno de los cámaras alemanes, Willy Wist, identificado por causalidad y cuya declaración jurada fue grabada en uno de los juicios contra nazis de los años 60/70. Luego, el testimonio de los supervivientes del Ghetto, para los que el rodaje pasó a ser elemento de sus vidas en un espacio tan angosto como el del Ghetto. En cuarto lugar, los descartes, en color y blanco y negro, que fueron localizados en otros archivos y donde los cámaras se rodaron unos a otros. Finalmente, la propia película.
De ahí se deduce, en primer lugar, que la mayoría de las escenas fueron cuidadosamente ensayadas e interpretadas por las autoridades nazis. No sólo se rodaron múltiples veces muchas escenas, hasta dar con la buena, sino que se introdujeron objetos en el Ghetto, como la comida en abundancia, que hacía mucho tiempo que faltaban. Por supuesto, esa obsesión por la precisión alemana no se aplicaba sin consecuencias, Czerniakow narra como cuando se rodó en la cárcel del Ghetto los presos fueron presas del pánico, ya que temían ser ejecutados allí mismo. Cosa que ocurriría algo más tarde con los niños detenidos cuando intentaban introducir comida en el Ghetto, pero que antes de eso fueron paseados ante la cámara mientras de les despojaba de sus pertenencias. Perfecionismo que les llevó asímismo a rodar varias veces como se transportaban los cadáveres de los muertos de inanición hasta el cementerio y como se les arrojaba allí en inmensas fosas comunes... en anticipación de lo que empezaba a ocurrir en Treblinka y Auschwitz.
Son estas escenas de horror, los muertos por las calles, las fosas comunes, la suciedad y la pobreza, la absoluta desesperación de los habitantes del Ghetto, las que han sido reproducidas en todos los documentales. Al verlas se hace difícil concebir por qué los nazis quisieron documentar su atrocidades con tanto lujo de detalles. Es sólo al ver el documental completo cuando se comprende. Al lado de estas imágenes de dolor, la película se regodea en mostrar a judíos llenándose el estómago y disfrutando de la vida. Es como si quisieran decir: mirad, nosotros proveemos a su subsistencia y son ellos mismos los que se matan de hambre entre ellos. Son inhumanos y por eso mismo no merecen vivir.
El sentido y la intencionalidad del documental quedarían así explicados, tanto más cuanto la película busca también registrar las constumbres más extrañas, casi repugnantes, para un cristiano: el rezo comunitario de la Torah, los baños rituales en grupo, la circuncisión. Queda sólo una pregunta, no obstante. ¿Por qué no se completó y se estreno? Quizás haya que achacarlo a la propia desorganización y derroche del sistema nazi. Como les señalaba al principio, cuando la película se rueda la máquina del genocidio ya está en marcha, las instalaciones preparadas para exterminar a todos los judíos polacos listos para recibirlos. Un año más tarde, en abril de 1943, el gheto había dejado de existir, tras el alzamiento de ese mes, y la zona había sido allanada.
¿A qué mostrar, entonces, un lugar y unas gentes que ya no existían?
De ahí se deduce, en primer lugar, que la mayoría de las escenas fueron cuidadosamente ensayadas e interpretadas por las autoridades nazis. No sólo se rodaron múltiples veces muchas escenas, hasta dar con la buena, sino que se introdujeron objetos en el Ghetto, como la comida en abundancia, que hacía mucho tiempo que faltaban. Por supuesto, esa obsesión por la precisión alemana no se aplicaba sin consecuencias, Czerniakow narra como cuando se rodó en la cárcel del Ghetto los presos fueron presas del pánico, ya que temían ser ejecutados allí mismo. Cosa que ocurriría algo más tarde con los niños detenidos cuando intentaban introducir comida en el Ghetto, pero que antes de eso fueron paseados ante la cámara mientras de les despojaba de sus pertenencias. Perfecionismo que les llevó asímismo a rodar varias veces como se transportaban los cadáveres de los muertos de inanición hasta el cementerio y como se les arrojaba allí en inmensas fosas comunes... en anticipación de lo que empezaba a ocurrir en Treblinka y Auschwitz.
Son estas escenas de horror, los muertos por las calles, las fosas comunes, la suciedad y la pobreza, la absoluta desesperación de los habitantes del Ghetto, las que han sido reproducidas en todos los documentales. Al verlas se hace difícil concebir por qué los nazis quisieron documentar su atrocidades con tanto lujo de detalles. Es sólo al ver el documental completo cuando se comprende. Al lado de estas imágenes de dolor, la película se regodea en mostrar a judíos llenándose el estómago y disfrutando de la vida. Es como si quisieran decir: mirad, nosotros proveemos a su subsistencia y son ellos mismos los que se matan de hambre entre ellos. Son inhumanos y por eso mismo no merecen vivir.
El sentido y la intencionalidad del documental quedarían así explicados, tanto más cuanto la película busca también registrar las constumbres más extrañas, casi repugnantes, para un cristiano: el rezo comunitario de la Torah, los baños rituales en grupo, la circuncisión. Queda sólo una pregunta, no obstante. ¿Por qué no se completó y se estreno? Quizás haya que achacarlo a la propia desorganización y derroche del sistema nazi. Como les señalaba al principio, cuando la película se rueda la máquina del genocidio ya está en marcha, las instalaciones preparadas para exterminar a todos los judíos polacos listos para recibirlos. Un año más tarde, en abril de 1943, el gheto había dejado de existir, tras el alzamiento de ese mes, y la zona había sido allanada.
¿A qué mostrar, entonces, un lugar y unas gentes que ya no existían?
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