domingo, 18 de noviembre de 2018

La lista de Beltesassar (CCXXIV): Runaway (Desbocado, 2009) Cordell Barker
















Como todos los domingos, continúo con mi revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de Runaway (Desbocado), corto realizado en 2009 para la NFB (Nacional Film Board of Canada) por el animador canadiense Cordell Barker.

Creo que ya son demasiadas las veces que les he señalado el papel central de la NFB en la historia de la animación mundial, así que no le aburriré más. Sí que voy a recordarles que Cordell Baker tiene en su haber un corto magnífico, The Cat Came Back (1988), de ésos que han permanecido en la memoria del aficionado y que figuran, o deberían figurar, en todas las antologías que se precien. En aquella ocasión, Barker tomaba una canción tradicional infantil, narración de las desventuras de un hombre que intenta deshacerse de un molesto gato, pero que sobrevive a todos sus planes de exterminio, para traducirlo en una cascada de hiperbólicos gags visuales. Inspirados, como tantos otros cortos de las últimas décadas, en la tradición de gamberrismo animado de la Warner, pero que en el caso de Barker no parecían forzados o mecánicos, sino frescos y vitales. Genuinamente graciosos  y atinados, una delicia a cada revisión.

El tema de Runaway es mucho más serio, lo que no quita que sea igual de hilarante. La diferencia es que al final del corto puede que nuestra sonrisa se hiele, ya que se trata de una sátira vitriólica contra la sociedad moderna. Rodada en 2009, justo al principio de una crisis económica que se iba a revelar la peor en 70 años, Barker despelleja a una sociedad que se había arrojado ella misma al abismo, sin que nadie pudiese aspirar a declararse víctima, inocente o ignorante, sino que todos fuimos, sin excepción, promotores e instigadores de la catástrofe. Quizás no por maldad voluntarioa, sino por desidia, indiferencia, egoísmo y ceguera. La misma que nos hace pensar que todo irá igual de bien de manera indefinida, por muy absurdo que esto sea o por muchos avisos en sentido contrario que nos encontremos.

En la representación de ese tren que figura a nuestro mundo capitalista, Barker tiene dardos para todos. La locomotora que tira de nuestra economía es un mecanismo complejísimo, que nadie sabe muy bien como funciona, más allá de apretar el acelarador o pisar el pedal del freno. Sus conductores, o bien sólo están preocupados en aparentar de su supuesta pericia, presumiendo ante todos y en toda ocasión,  o bien sólo saben desempeñar una única tarea y que no les saquen de ahí. Los vagones de primera, por su parte, están ocupados por completos incapaces, convencidos de ser la sal de la tierra y de ser irreemplazables, pero que más allá de fingir altura espiritual, malgastar su tiempo en festejos y robar a los demás cuando se presente la ocasión, no ejercen ninguna labor útil. 

El vagón de segunda - y de tercera- , esta repleto por estúpidos integrales, cuya única preocupación es desparramar, divertirse de manera descerebrada sin pensar en el futuro, revolcarse en su propia ignorancia despreciativa, y, si ven oportunidad, vender todo lo que tiene el venico por una pitanza. Para terminar con en el furgón de cola, ocupado los que deberían fiscalizar si el tren va bien, pero que se pasan el tiempo dormitando sobre sus títulos y cargos, incapaces de predecir si las cosas vendrán torcidas, mucho menos de tomar medidas para corregirlas.

La crítica, como habrán visto, es ácida y mordaz, de las que no dejan títere sin cabeza. Tanto más efectiva cuanto que Cordell utiliza los recursos aprendidos en The Cat Came Back para construir una auténtica montaña rusa visual, en todo similar al descenso sin frenos en que pronto habría de convertirse la crisis. Sátira que, además, se cuenta sin utilizar una sola palabra, sin distraer nuestra atención con análisis torticeros, más allá de algunas frase musitadas que sirven de acotaciones escénicas. Para identificar tipos humanos y situaciones bastan las imágenes, apoyadas y fortalecidas por una música de ritmo endiablado, que se contagia de la misma locura visual del corto y del frenesí autodestructivo en que confluyó la larguísima Gran Recesión, cuyas heridas aún no han cicatrizado.

No les entretengo más. Como siempre, les dejo aquí el corto. Obra mayor de un artista mayor. Dotada de una imaginación visual muy poco frecuente, además de un ánimo vitriólico no menos necesarios. Entonces y ahora.

Que lo disfruten.


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