Si recuerdan, cuando les comenté Na srebrnym globie (En el globo plateado 1975-1988) de Andrzej Żuławski, señalaba que su largo y complicado rodaje fue interrumpido por orden gubernativa. El metraje fue confiscado y a punto estuvo de ser destruido, siendo salvado por las redes clandestinas que funcionaban en la sociedad polaca de tiempos comunistas, mientras que el director se veía a obligado a tomar de nuevo el camino del exilio. De nuevo, reparen en ello, porque Na srebrnym globie había sido una oportunidad para volver a rodar en su país natal, ofrecida como excepción por un gobierno que quería aprovecharse de la fama que Zulawski había conseguido en su exilio francés.
Esa primera película que motivó su marcha fue Diabel (El Diablo, 1972) filme censurado fulminantemente por la censura comunista. Debo decirles que me resulta bastante fácil imaginarme al censor siendo preso de una ira creciente al verla, de ésas que llevan a tirarse de los pelos, proferir insultos y lanzar objetos a la pantalla. Supongo - es un suponer, puesto que no tengo información que lo confirme - que la autoridades no tenían reparos iniciales a una película que narra los sucesos posteriores a la tercera partición de Polonia, a finales del siglo XVIII. A priori era una oportunidad magnífica para construir una fábula moral de tintes políticos, donde los revolucionarios polacos, que habían fundado una república y proclamado la segunda constitución liberal de Europa, eran traicionados por la nobleza reaccionaria, a las que bien poco les importaban el régimen político, siempre que mandasen ellas, con la ayuda de las tropas prusianas invasoras, garantes del absolutismos monárquico allí donde hiciese falta.
Sin embargo, lo que pudieron ver fue una orgía de muerte y destrucción, desprovista de todo asomo de moralidad, así como de intencionalidad política a gusto del partido. Una obra que comenzaba con la matanza sin piedad que la soldadesca prusiana realizaba en un convento-manicomio-prisión-hospital de sangre, y que continuaba con uno de los personajes huyendo a su región natal, donde asesinaba a todo el que se le ponía al alcance, amigos y enemigos, parientes y extraños. Un reguero de sangre y crimen que era azuzado por un personaje enigmático, a medias gran manipulador omniscente y cobarde abyecto, que se supone es el diablo al que hace referencia el título. Todo ello, por supuesto, ilustrado con el característico desafuero fílmico de Zulawski. Con su cámara en continúo movimiento, pero sin aparente orden ni concierto, de manera que en ocasiones parece beoda, trastabilea y está punto de tropezar y desplomarse, aunque esa torpeza y desatino oculta un cuidadoso trabajo de planificación y ensayo. Tosquedad en la puesta en escena que se une a un buscado feísmo temático, en el que la sangre - y en general cualquier fluido corporal - son presencia constante en casi todos los planos.
Se trataría, por tanto, de un Zulawski en estado puro, con su habitual descenso hacia los infiernos de la locura, dentro de un mundo desgarrado por razones políticas. De una obra en la que este director habría aprovechado las lecciones aprendidas en su primera obra, Trzecia część nocy (La tercera parte de la noche, 1971) , para profundizar en ellas. Pero una obra, no obstante, en la que el director me parece haber dado un paso en falso, haberse extraviado en el camino elegido por él mismo, hasta encontrarse en un callejón sin salido. Reparen en que digo me parece, porque al igual que con Na srebrnym globie, la he visto en una edición en DVD bastante mala, de ésas que desconocían el significado de anamórfica, plagada de artefactos de codificación y con colores desvaídos y tristones. Puede que bien restaurada y bien presentada en Blue Ray, me la hubiera creído por completo, la hubiera aceptado en sus incongruencias narrativas y en su desatino visual, sin cuestionarme si lo que veo tiene algún sentido o es posible determinar una hilazón lógica entre los diferentes episodios.
Para ser víctimas de su venganza.
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