miércoles, 12 de octubre de 2016

El gozne (IV)

Erst ab etwa 1860 kann man von einem faktischen Ende von transatlantischen Sklaventransporten aus Africa sprechen, jedenfalls der irgendwie registrierten und für Historiker fassbaren Handelsbewegungen. Der Sklavenhandel endete - abermals muss man nach De-facto-Zuständen fragen - in den einzelnen Exportgebieten zu ganz unterschiedlichen Zeitpunkten. Er verschwand zuerst von den Küsten Westafrikas, wo er früh  begonnen und lange die höchsten Umsatzzählen bewahrt hatte. Am Ende der 1840er Jahre war er hier so gut wie vorüber. Westafrika - der Küstenbogen von Sierra Leone bis zur Bucht von Biafra - war der erste Teil Afrikas, der sich vom demographischen Aderlass erholen konnte, bevor er in dem 1880er Jahre in der Turbulenzen der kolonialen Eroberung geriet. Das westliche Zentralafrika, also der Kongo und Angola, genoss bestenfalls eine kürzere Ruhepause von einer Generation. Im ganzen Osten des Kontinents vom Somali-Land bis Mosambik hingegen trafen die europäischen Kolonialeroberer in den 1880 Jahre zu einem Moment an, als der Sklavenhandel noch in vollem Gange war.
Jurgen Osterhammel, La transformación del mundo
 Como muy pronto, desde aproximadamente 1860 puede hablarse de un final de hecho del tráfico de esclavos transatlántico desde África, en todo caso, de los movimientos mercantiles registrados de alguna manera y por tanto detectables históricamente. El tráfico de esclavos terminó - de nuevo hay que preguntarse sobre las condiciones de hecho - en diferentes momentos para cada región exportadora particular. Desapareció primero en la costa de África Occidental, donde había comenzado tempranamente y había mantenido durante largo tiempo las mayores tasas de intercambio. Al final de la década de 1840 había prácticamente terminado. África Occidental, el arco de costa desde Sierra Leona al golfo de Biafra -   fue la primera región de África, en la que puede hablarse de una recuperación del déficit demográfico, antes que en la década de 1800 se viera envuelta en las turbulencias de la conquista colonial. África central occidental, por tanto, Congo y Angola, disfruto en el mejor de los casos de un corto respiro de una generación. En el este del continente, de Somalia a Mozambique incluidos, la conquista colonial europea de la década de 1800 se desarrolló en un momento, cuando el tráfico de esclavos aún estaba en pleno funcionamiento.
Otro de los aspectos en que el siglo XIX actúa de gozne en la historia mundial se refiere a las migraciones, mejor dicho, a las causas de estas migraciones. Durante toda la historia ha habido tres motivos principales para el movimiento de personas a grandes distancias: la necesidad de conquista, la huida ante mismo esas conquistas, y el tráfico de esclavos, bien a manos de esos conquistadores o mediante intermediarios. Estos tres motores migratorios, especialmente la esclavitud, van a ir desapareciendo a lo largo del siglo XIX, para ser substituidos por un tipo hasta entonces desconocido o muy poco importante: la migración por razones económicas, en busca de trabajo asegurado y condiciones de vida mejores. Este modo se ha vuelto dominante en el periodo final del siglo XX e inicial del XXI y aunque pueda ocultar tras de sí causas como la guerra, la opresión o la discriminación, se caracteriza por que su ejecución no es forzada, sino voluntaria, mientras que el tránsito es organizado, bien de forma legal, bien de forma ilegal.

No es que las formas antiguas hayan desaparecido por completo. A principios del siglo XIX se dieron algunos ejemplos tardíos de la migración conquistadora, como la irrupción de los Böers sudafricanos en el espacio Zulú o la expropiación, deportación y de los indios americanos, tanto en los EEUU como en el cono sur de ese continente, por parte de Chile y Argentina. De hecho, los peores ejemplos se dieron durante la segunda guerra mundial, con el intento de la Alemania nazi por convertir la URSS europea en una colonia y el rebote posterior que llevó a la desgermanización de áreas que habían pertenecido a ese ámbito cultural desde el siglo XII. En esa misma época, por otra parte, la URSS se embarcó en un programa de deportación de poblaciones que no se había presenciado - al menos a esa escala - desde tiempo asirios. Desde entonces, las crisis de refugiados, el fenómeno de los "desplazados" o las limpiezas étnicas, se han convertido en noticia casi constante en nuestras sociedades, hasta el extremo de llevarlas a cambiar su propias leyes e ideales. A peor, por supuesto.

Sin embargo, más importante que esta pervivencia de formas antiguas de migración y de su espectacularidad informativa, es el hecho que se han producido dos mutaciones transcendentales en el modo en que se realizan estos intercambios de población.


El primero es la desaparición completa de la esclavitud, un cambio a mejor en la historia de la humanidad cuya importancia y transcendencia no acabamos de valorar en su totalidad. No sólo nosotros que vivimos en un mundo sin esa lacra, sino los mismos que asistieron a su final. Es difícil de comprender que durante tres siglos largos, el comercio transatlántico se basaba en lo que se conoce como comercio triangular, abalorios a África, esclavos a América, azúcar a Europa. Millones de africanos fueron arrancados de sus sociedades de origen, un buen porcentaje murieron en el cruce del Océano y otros muchos en los lugares de acogida, puesto que casi hasta el siglo XIX éstas regiones, el Caribe y Brasil, tenían un crecimiento demográfico negativo en lo que ser refiere a la población negra.

La prosperidad y la supremacía de Europa se construyó así sobre el sufrimiento y el exterminio de Africa, aunque nunca hay que olvidar que esto no sólo se aplicaba al África Occidental, región de influencia de los tratantes de esclavos europeos, ya que en la Oriental un tráfico similar estaba en manos de los sultanatos y emiratos musulmanes de Arabia, Persia e India. Sin embargo, las repercusiones son aún peores si se tiene en cuenta que el tráfico de esclavos no sólo afectó a los africanos que fueron llevados a América. La demanda de esclavos europea desde las factorías del golfo de Guinea condujo a una transformación social y política que se extendió cientos de kilómetros hacia el interior. Podría decirse que los muchos reinos e imperios autóctonos africanos de ese tiempo se organizaron para alimentar este tráfico, cuya "materia prima" se conseguía mediante la guerra y las expediciones punitivas.

Incluso se podría especular con que ese existir para la esclavitud debilitó de doble manera a las sociedades africanas, haciéndolas vulnerables al golpe colonial de finales del siglo XIX; primero por la sangría humana que produjo durante tres siglos; segundo y paradójicamente, por el derrumbamiento de esos poderes autóctonos tras la abolición de la esclavitud por parte de los europeos.

Das wichtigste Erbe des Sklavenhandels war die Sklaverei selbst. Sie hatte es bereits vor dem Eintreffen europäischer Sklavenhändler im 16. Jahrhundert gegeben, doch bewirkte der Sklavenhandel eine Verallgemeinerung dieser Institution und ließ Gesellschaften entstehen, deren Logik das Sklavenmachen im Kriegszügen war. Zwischen 1750 und 1850 mochte sich etwa ein Zehntel der afrikanischen Bevölkerung in einmen Sklavenstatus befunden haben - was immer das im einzelnen bedeutete. Und das Tendenz stieg. Neue innere Sklavenmärkte entstanden. Die Stadt Banamba im heutigem Maili z.B. W wurde erst in den 1840er Jahre gegründet und  fungierte bald als Mittelpunkt eines weit greifenden Slavenhandelsnetzes; sie war von einem 50 Kilometer breiten Gürtel von Sklavenplantagen umgeben. Die frühen kolonialen Volkszählungen registrierten oft einen hohen Bevölkerungsanteil, der sich in einem Sklavenstatus befand, und die Kolonialmächte bezogen einen Teil ihrer Interventionsgründe aus dem Anspruch, dagegen "zivilisierend" einzuschreiten. 
La herencia más importante del tráfico de esclavos fue la propia esclavitud. Está ya existía antes de la introducción del tráfico de esclavos europeo en el siglo XVI, pero produjo una extensión general de esta institución y llevó a que se creasen sociedades cuya lógica estaba en la esclavización por medios de campañas militares. Entre 1750 y 1850, aproximadamente una décima parte de la población africana se encontraba en un estado de esclavitud - significase lo que significase en cada caso particular - . Y la tendencia aumentaba. Se iban creando nuevos mercados de esclavos. Por ejemplo, la ciudad de Banamba en el Mali actual fue fundada en la década de 1840 y creció como un hongo, como centro de una red de tráfico de esclavos de largo alcance: estaba rodeada de un amplio cinturón de plantaciones de esclavos de cincuenta kilómetros de rádio. Los censos de población coloniales tempranos registran normalmente que un amplio sector de la población tenía el estatus de esclavo, y estos poderes coloniales basaron parte de sus motivos de intervención en la aspiración, terminar con esto "civilizando" esas tierras.
Sin embargo, esto - o el hecho de que la potencias coloniales disfrazaron sus intervenciones de acciones humanitarias antiesclavistas -  no debería hacernos olvidar lo esencial: durante el siglo XIX la humanidad se liberó de la lacra de la esclavitud e incluso se libraron guerras para erradicarla. Desde una perspectiva más amplia, se podrían ver las acciones de la Royal Navy en el Atlántico durante la primera mitad del siglo para interceptar los barcos negreros, como un precedente de las convenciones internacionales de inicios del siglo XX y las declaraciones de derechos humanos tras la Segunda Guerra Mundial, que intentaban asegurar unas condiciones mínimas tolerables y decentes para toda la humanidad. Sin excepción ni componendas

Asímismo, tampoco debería olvidarse el otro punto que señalaba. Que la migración ha pasado a ser motivada, en su mayoría, por razones económicas, no por políticas ni bélicas. Que la gente está dispuesta a cruzar océanos y continentes en busca de un trabajo que les permita - a ellos y a sus familiares - unas mejores condiciones de vida. Que en torno a ese tráfico constante e imparable de personas se ha creado toda una industria de la emigración, en ocasiones perfectamente legal, en otras completamente ilegal, pero de la que viven muchas de las regiones de paso.

Más importante aún, que estos flujos migratorios, más que las guerras y las convulsiones políticas, han conseguido modificaciones duraderas, en muchos casos irreversibles, en las sociedades de adopción. Si Norteamérica y el Cono Sur han devenido apéndices de la cultura occidental - cuando no sus protagonistas - ha sido debido a la avalancha de emigrantes europeos del siglo XIX, que modificó de manera definitiva la balanza de población del continente americano.

Por otro parte, el reflujo del colonialismo, la emigración masiva de orientales, en el caso de EEUU, y de habitantes de Oriente Próximo, en el caso de Europa, ha convertido a esas sociedades en comunidades multiraciales, lejos de cualquier pretensión de pureza étnica tan típicas de finales del XIX y principios del XX. Unos nuevos constructos sociales que aún tienen que hallar un medio para tratar y armonizar las diferentes culturas en conflicto que las componen.

Acuerdo que debería estar basado en la justicia y la igualdad, si no queremos volver a ese pasado del que creemos habernos librado

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