Como todos los
Ya les he comentado en otras ocasiones la labor de promoción de la animación realizada por el Channel Four de la BBC durante los años 80 y 90, de forma que se puede hablar de una auténtica edad de oro de la animación de ese país en ese periodo. Lo que quizás no es tan conocido es que la productora Aardman no se reduce a Nick Parck ni a Peter Lord, ni a las sucesivas iteraciones de Wallace & ,Gromit como la comentada la semana pasada. El hecho es que al amparo del creciente éxito de esta productora, sus dos impulsores se han preocupado por dar cobijo a otras formas y maneras de la animación, sin hacer ascos a productos más experimentales, más maduros, o simplemente no relacionados directamente con su técnica favorita, la stop-motion en su variante de plastilina.
La larga serie Angry Kid, a cargo de Darren Walsh (aunque a veces se la atribuya erróneamente a Peter Lord) es notable por varios aspectos. El primero de ellos es que se trata de una animación con técnica mixta, en la que las acciones de unos personajes reales son tamizadas por esa variante de la stop-motion que se conocer como pixilation, mientras que sus expresiones faciales son creadas mediante la técnica de animación por plastilina, para luego ser superpuestas a las imágenes reales..
Evidentemente, ambas técnicas, plastilina y pixilation, son variantes de la stop-motion, pero aún así las separa un abismo. Lo más distintivo de la pixilation es su facilidad para crear de acciones imposibles con personajes reales. Así, McLaren en Neigbourds (1952), hacía flotar a uno de sus personajes a lo largo de todo un jardín, solo con el mero artificio de fotografíarlo en el punto más alto de sus saltos, mientras que en Stop Look and Listen (1967), la idea de la conducción era sugerida por sus personajes, al deslizarse sentados sobre la carretera. La animación con plastilina, por otra parte, permite una expresividad en los caracteres muy difícil de obtener con la stop-motion de muñecos, al menos de forma natural, ya que lo que en la plastilina puede conseguirse modelando en directo sobre el muñeco, en la otra forma exige substituir partes enteras del mismo. No es extraño, por tanto, que escuelas muy importantes de la stop-motion en esa variante de muñecos, como ocurre con la checa, hayan decidido renunciar a cualquier intento de expresividad, manteniendo fijas las facciones de su criaturas, para convertir así esa inexpresividad en parte de su encanto..
Podría pensarse, por tanto, que la combinación de pixilation y plastilina en Angry Boy llevaría a aunar lo mejor de ambas técnicas, pero, desgracidamente, en los injertos se corre el peligro que en el resultado final las virtudes de ambos modos se anulen entre sí. Por una parte, la animación de plastilina con que se complementa la pixiliation no alcanza las cotas de expresividad habituales en esta técnica y parece casi reducirse a disfrazar los personajes. Por otro lado, el hecho de tener que vestir a los personajes reales con sus alter ego animados, roba a la pixilation de gran parte de su libertad característica, ésa de traer al mundo real lo imposible.
Por supuesto, esto no quiere decir que Angry Kid no sea una serie de cortos notables, sino simplemente que la atrevida mezcla que constituye uno de sus atractivos no llega a alcanzar los objetivos que parecería haberse propuesto. No obstante, quizás la explicación de esta rigidez no sea tanto por motivos técnicos o visuales, y deba buscarse en los aspectos temáticos, ya que como otras series actuales es precisamente ese aspecto, y no el formal, el que claramente se quiere subrayar. Ese substrato temático al que me refiero no es original de esta serie, obedece a un esprit du temps común a la Inglaterra tatcheriana y post-tachterniana: l un país que aún quiere creerse grande, pero en el que reína la pobreza y lo habitan deficientes mentales, cuya única motivación vital es la de realizar la burrada más gorda.
Este genero, el de la comedia burda, irreverente y desmadrada, parece asímismo haberse convertido en un tópico de la animación de ambos lados del Atlántico. Sin embargo, existe una diferencia crucial en el modo en que un Family Guy y un Angry Kid plasman sus sátiras. En el caso de las series americanas, el observador se coloca por encima de sus criaturas y busca reírse de la estupidez de otros, con el indeseable resultado que su causticidad resulta traicionada por la facilidad con que la moralina y la moraleja se filtran en sus conclusiones. Family Guy es por ello esencialmente conservadora, en tanto que volvemos siempre al punto de partida y nunca se producen cambios sustanciales. Series como Angry Kid y sus muchos ejemplos británicos, por el contrario, consideran que el espectador forma parte esa la misma población objetivo de la crítica, con lo que que el arma ofensiva en realidad se dirige contra uno mismo y su resultado es inevitablemente agridulce y tragicómico, reflejo de esa realidad que odiamos pero de la que no podemos escapar.
No les entretengo más, esta entrada es ya demasiado larga. Como siempre les dejo con los cortos, en este caso una selección de dos de los que componen la serie. Que los disfruten.
1 comentario:
TRM-12-22
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