A estas alturas no creo que vaya a descubrir nada a nadie si afirmo que Cowboy Bebop, la serie de Sunrise dirigida por Watanabe Sinichiro en 1998, es una de las obras mayores del anime, en su rama serie de TV. A título personal, si les dire que hacia el año 2000 sirvió para seducirme y conseguir que me enamorara de esta escuela de animación, a lo que contribuyeron otras grandes producciones de ese tiempo, entre 1996 y el 2000, como Mononoke Hime, Serial Experiments Lain, Tenku no Escaflowne o Neon Genesis Evangelion. El anime se nos mostraba así como una fuente riquísima de experiencias visuales, casi el santo Grial de la animación que habíamos estado buscando, sin saberlo.
Es desalentador verse obligado a admitir, tras casi quince años de defensa de esta manera de animación, que nuestro profundo amor se basaba en un malentendido. Estas obras magnas no eran la norma, sino la excepción. No era representativas del nivel medio del anime, tanto en sus aspectos temáticos como en los formales, ni desgraciadamente de las aspiraciones de sus aficionados, esos otakus tan justamente denostados.
No hay mejor prueba de lo que digo que comparar Cowboy Bebop con Valvrave, lo último que ha estrenado una Sunrise en completa decadencia estética. Mientras que la serie de 1998 bebía de la larga tradición de OVAs y películas de los 80, caracterizadas por su afinidad con el cómic adulto y underground occidental - piénsese an la fascinación de autores como Moebius por el Otomo de Akira -, en los que la ciencia ficción, la violencia, el sexo y la complejidad visual eran promovidos a expensas de la coherencia temática, una serie como Valvrave esta dirigida claramente a un producto mucho más joven e inexperto, al que se busca satisfacer con un batiburrillo de tópicos pop mal cocinados y peor ligados, que se repiten con una insistencia astragante.
No es que el tejido de Cowboy Bebop no esté basado también en tópicos. Cualquier cinéfilo de pro reconocerá los viejos clichés del cine negro, mezclados con la exuberancia del cine de acción contemporáneo. Sin embargo, y esto es lo importante, a pesar del humor, de la ironía, con que estos estereotipos son contemplados y reelaborados, no se percibe el distanciamiento característico de los postmodernos, ni el intento de resucitar a los muertos tan propio de tantos restauradores, ni por supuesto, ese intento de saciar con lo mismo a un público al que incluso el entretenimiento le da igual.
Si algo sorprende en este cruce inesperado de cine negro, acción contemporánea, ciencia ficción y western, es precisamente la vida, la pasión y la sinceridad con que estos viejos estereotipos han sido utilizados. Por momentos, parece como si hubieran sido inventados de nuevo, como si perteneciesen por derecho a nuestra presente - y no a un pasado que miramos con nostalgia - y realmente tuviesen valor, influencia, en nuestra existencia cotidiana. Incluso ahora, cuando Cowboy Bebop ha empezado a ser ya una completa antigualla, un clásico con todas las connotaciones negativas que esa palabra implica, su propia edad le ha conferido un sabor, una solera, una pátina casi igual a la de esas obras de los años cuarenta en las que se inspiró.
Y es que, finalmente, Cowboy Bebop es un monumento a lo mejor del anime, a esos detalles y rasgos que nos enamoraron y que nos hicieron creer a muchos que esa escuela era más grande, más importante, de lo que en realidad era. Su animación, incluso cuando se contempla hoy en un tiempo que el ordenador permite a los mediocres ser sobresalientes, es de primera categoría, de una suavidad y flexibilidad en el movimiento, de gusto y amor por los pequeños detalles que retratan a un personajes ya sean cómicos o dramáticos, que pocas veces se ha alcanzado, no ya en la televisión, sino en la propia pantalla grande.
Únase a esto la imaginación virtual de su creadores, su capacidad para traducir lo abstracto en imágenes, de ilustrar con montajes simbólicos en paralelo las conversaciones de los personajes o los eficacísimos flashbacks en los que no se revela nada, pero que sirven para amplificar la resonancia de los sucesos dramáticos que se ven en pantalla y se entenderá porque esta serie de hace ya quince años ha adquirido rasgos míticos en el recuerdo de los aficionados.
Hasta convertirse en una de las quedan y quedarán. Una de las cumbres de esta escuela de animación que llamamos anime.
No hay comentarios:
Publicar un comentario