En alguna ocasión he comentado ya la obra de los hermanos Quay, pero lo que no les he llegado a confesar es la profunda fascinación que me producen sus cortos, algo que merece subrayarse ya que sus cortos suelen caracterizarse por ser profundamente crípticos, escondiéndose su significado bajo capa tras capa de alusiones, de conexiones no filmadas y de referencias que exigen una cultura más que encicopledica.
En ese sentido, The Comb, realizado en 1990, podría ser la obra quintaesencial de los Quay. Supuestamente basado en textos de Robert Walser, que se musitan, apenas inteligibles, en ciertos momentos de la obra, el corto al que me refiero parace tratar de los sueños que una durmiente tiene durante su descanso nocturno, los cuales viene a recordar mientras se peina a la mañana siguiente, de ahí, el nombre de "El Peine" que tiene el corto.
Sin embargo, como ocurre con los auténticos creadores visuales, este breve apunte argumental es completamente inútil y equívoco. En general cualquier reseña, por extensa que fuera, también lo sería, ya que el lenguaje es una herramienta especialmente inadecuada en la descripción de las artes plásticas, especialmente para aquellas que intentan apartarse radicalmente de lo que sea literatura. Esta quizás sea una de las causas del cierto olvido crítico en el que se encuentran los críticos experimentales, ya que en la mayoría de los casos se hace imposible, contar de qué van las obras, más allá de una árida descripción objetiva. Esa descripción objetiva y rigurosa, tan difícil de hacer y de escribir, pero que es la única vía que tiene la crítica de cine para dejar de ser una charla de café entre amigos...
Ni siquiera unas cuantas capturas hacen justicia al corto, ya que se podría pensar que se limita a ser una sucesión imagenes bellas, impacatanes o molonas, cosidas las unas con otras. En este caso como en tantas otras realmente visuales, qué es lo que se supone debe ser el cine, hay que ver el corto con los propios ojos, dejando a un lado todo aquello que nos hayan podido contar de antemano. Es más, es necesario verlo una y otra vez, esa buena constumbre que el mundo moderno, con su continuo asalto de novedades, nos impide mantener. sólo entonces podrán irse descubriendo la densa red de relaciones entre los personajes que habitan el corto, la durmiente, su reflejo en el mundo onírico, el escalador obsesionado con ascendere, la forma medio humana, medio vegetal que habita en las alturas.
Sólo así podrán descubrirse como ciertos gestos se repiten entre los distintos personajes, estableciendo las relaciones que nos faltan, dando indicios de todo lo que ha sido distorsionado por el sueño y por su olvido posterior, revelando así la auténtica naturaleza de los gestos, de la búsqueda de unos, del rechazo de otros, pero sobre todo, la sonrisa final de la protagonista, cuando un gesto habitual le revela el significado de lo soñado.
O mejor dicho, con quién estaba soñando.
(Y como siempre, les dejo aquí el corto, para que se dejen seducir por sus imágenes y sus enigmas)
The Comb (1990) por BFIfilms
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