martes, 30 de noviembre de 2010
A Walk in the Town
Los que sigan la vertiente anime de este blog, sabrán de mi debilidad por las series que Shinbou Akiyuki produce con su compañía Shaft. Para los nuevos, basta señalar que bajo un barniz de fan service, apelando a los impulsos del complejo moe/kawai más descarado, es capaz de colar al espectador dosis masivas de experimentación animada, que en sus mejores series (Cossette, las diferentes Ef, Pani Poni, Bakemonogatari o Zetsubou Sensei) son capaz de dejar con la boca abierta al espectador más experto.
Sin embargo, en sus últimas producciones Shinbou parece haber bajado un tanto el listón, quizás por meras razones económicas, prefiriendo hacerlas más accesibles visualmente. Por esa razón, aunque sigo viendo sus series, no podía evitar hacerlo con cierta aprensión, que en el caso de esta temporada se ha visto confirmada a medias.
Digo a medias, por que en el caso de la segunda parte de Arakawa under the Bridge, no acaba de cuajar el supuesto humor absurdo, alocado y desenfrenado que debería surgir del grupo de asociales que vive bajo el puente que curza el río que da nombre a la serie, y los esfuerzos cómicos, tanto de guión como visuales, parecen forzados y exagerados. La otra serie, Soredemo Machi wa Mawaitteiru, parecía aún peor, porque su tema era uno de esos maid cafés, que tanto les gustan a los japoneses, ergo, un grupo de jóvenes, vestidas de criadas, más o menos ligeras de ropa, mientras sirven a sus amos.
Grave equivocación la mía, porque epìsodio a episodio se va revelando como un magnífico estudio en lo que se llama slice of life, con un Shinbou que ha puesto sordina a su experimentación e intenta que la animación sirva a la historia contada. Pero antes de hablar de la serie, quizás sea necesario explicar un poco más del slice of life.
Este término, que simplemente viene a indicar que se utilizan historias de la vida corriente, se suele utilizar en un sentido laxo en el anime, simplemente para definir cualquier historia que intenta situar a sus personajes en un entorno cotidiano y "pierde" el tiempo en narrar sus rutinas diarias, comidas, transportes, conversaciones banales, aunque luego lo extraordinario y lo maravilloso surgan repentinamente, ya sea en forma de magical girls o mechas.
En un sentido estricto, sin embargo, conecta con dos invariantes de la cultura japonesa, el mono no aware y lo que se define como wabi sabi. De manera muy burda, mono no aware implica la consciencia de la transitoriedad de las cosas, un descubrimiento que no implica como en occidente el vivir a tope o crear para la posteridad, sino aceptar esa transitoriedad, por ejemplo, creando obras esencialmente efímeras, como podría ser dibujar en la arena, y prestando atención a cada momento de la existencia, como si fuera único y precioso. Es ahí precisamente donde entra el concepto de wabi sabi, ya que esa nueva atención a la existencia, provoca que se observe cada momento como si fuera único e irrepetible, por muy banal que nos parezca, prestando la misma atención a los momentos cruciales de la vida que al acto de encender una bombilla (y casi podría decir, más a este último).
Inesperadamente, esta serie sobre un maid café, se transforma en una ejemplo casi perfecto de estos dos conceptos, al narrar las vidas cotidianas de las jóvenes que forman su staff, especialmente en el capítulo 7, donde se nos describen dos escapadas, los novillos que la protagonista y compañero de clase deciden hacer un día junto con la escapada nocturna del hogar familiar, arriba ilustrada, que ella y su hermano realizan un día por la noche.
Unos sucesos que no tendrán consecuencia alguna, que seguramente serán olvidados al poco, pero que están descritos con especial detalle, atención y cariño, fijándose en los elementos más banales y sin importancia, y mostrándolos, como digo, únicos e irrepetibles, dignos de ser recordados y rememorados.
Tan valiosos y preciosos, como las mayores convulsiones vitales.
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