viernes, 12 de diciembre de 2008
Taking Chances
He señalado ya en varias ocasiones la explosión de buenas series anime que se ha producido en este otoño, junto con el giro hacia unas temáticas y diseños mucho más adultos que la invasión moe de las últimas temporadas. Un cambio que espero sea definitivo y no una moda pasajera, por el bien de este modo de animación que tanto me gusta.
Michiko e Hatchin es una de las series de esta hornada. Producida por Manglobe, se caracteriza por una calidad en el dibujo y la animación que ya figuraba en otros productos de este estudio, como fueron en su día Samurai Champloo o Ergo Proxy. Un gusto por la apariencia visual que, para algunos, podría ser un defecto, al esconder una falta de susbtancia temática, pero que para mí, tras haber revisado varias de sus producciones, constituye una virtud en si mismo, ya que no es habitual encontrarse con ese cariño y ese gusto por representar el mundo, sus habitantes y sus movimientos con tanto detalle y precisión (obsérvese, por ejemplo, en la secuencia de arriba, el rigor con el que está plasmada la iluminación y las sombras proyectadas por los personajes).
Una precisión en la representación que resulta muy apropiada para una serie inspirada, aunque lejanamente, en el mundo real, en un país sudamericano de habla portuguesa, donde los personajes se mueven entre la selva, desoladas estepas y abigarrados paisajes urbanos, preferentemente de favelas. Un rigor que falle quizá en los momentos cómicos o de homenaje burlón a lo que sería la exploitation más burdo pero que funciona extraordinariamente cuando la serie se toma en serio.
Una seriedad ilustrada perfectamente por la secuencia que ilustra esta entrada, perteneciente al capítulo septimo, episodio en el que los personajes acaban embarrancados en un hotel encajonado entre un río y la selva. Un ambiante dominado por el calor y el desaliento, que hacen mella sobre su carácter, mientras las tensiones se van acumulando, sin ser expresadas en palabras, hasta que todo se precipita y ser resuelve repentinamente.
Como en la magistral secuencia de galanteo cuyas capturas he includido, donde no se habla una sola palabra y todo se explica mediante gestos y miradas, lentos los unos, cargadas de significado las otras, hasta que la logica de la situación es dominada por esos impulsos irracionales que borran la voluntad de los participantes.
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