En la entrada anterior hablaba de como Cage señalaba que la evolución de la música en el futuro habría de consistir en la inclusión del ruido dentro de su propia estructura, o dicho en términos más técnicos, en tratar de determinar experimentalmente donde terminaba la música, donde comenzaba el ruido, y hasta donde podía aventurarse el compositor en sus investigaciones.
Escuchaba ayer las Nouvelles Aventures I y II de Lygeti y, por una parte, me daba cuenta de que el plan que había preparado para esta entrada ya no me servía, mientras que por otra para, no dejaba de pensar en la predicción de Cage.
No es algo sorprende. Nouvelles Adventures está pensada para tres voces y siete instrumentistas. Desde ése punto de vista, aunque se adentrase por paisajes de la atonalidad y el serialismo, sería una obra completamente músical, donde el ruido no tendría lugar. Sin embargo, esta obra es precisamente una investigación sobre ese ruido, tal y como Cage lo había concebido. Simplemente porque las voces no cantan, no siguen una melodía que ilustre una letra, ni siquiera una serie de notas que se yuxtaponga a una letra o una serie de sonidos musicales sin letra, si se quisiera alcanzar el máximo de abstracción y formalismos.
Lo que hace Lygeti es muy distinto. Él toma los diferentes sonidos que podemos pronunciar, suspiros, carraspeos,toses, gritos, susurros, vocales aisladas, sílabas, y los va yuxtaponiendo unos con otros. Es decir, realiza una investigación sobre la musicalidad de esos sonidos, de forma que al escuchar la serie, todas esa acciones cotidianas, esos ruidos humanos que estámos hartos de escuchar y en los que no reparamos, se convierten en un nuevo tipo de música.
Un nuevo tipo de música que es al mismo tiempo conservadora y revolucionaria. Una contradicción que se explica fácilmente si tenemos en cuenta que el composistor esta llevando un poco más una de los invariantes de la música occidental, el tomar prestado las melodías populares e insertarlas, transformadas y recompuestas, en las obras que forman lo que se conoce como "gran arte". Un método, por tanto, que coincide con el de Lygeti, el cual toma los sonidos cotidianos y los introduce en una obra de esa "gran música" que tendemos a llamar música clásica.
Una apropiación y reelaboración, que en el caso de Lygeti, no se limita a un juego estético formalista, sino que, cuando se escuchan esas piezas con atención, se descubre que el compositor, al igual que los compositores que le antecedieron, está intentando transmitir sentimientos con esos sonidos cotidianos, jugando con las impresiones que asociamos normalmente a esos sonidos, subrayándolos o negándolos, mediante la intervención de los instrumentistas (como cuando la nota altísima de la soprano se continúa con el violín, hasta alcanzar una duración imposible para el ser humano), o mediante la comparación con otros sonidos.
Y en este punto, entronco con lo que yo quería decir originalmente. Ese intento de transmisión de sentimientos, ese querer hacer exactamente lo mismo que todos sus predecesores habían hecho, pero de forma nueva y contemporánea, lleva a que Lygeti, incluso en sus obras más herméticas y obscuras (como Lontano, Atmosphéres o Aparitions), presente siempre un temperamente reposado, sereno y equilibrado.
Otros compositores de la misma época, como Penderecki, aún utilizando los mismos recursos, son más agresivos, violentos y abrasivos. En Lygeti, incluso en los momentos de exasperación y desesperación, ocurre que acabamos confluyendo en un remanso, o mejor dicho, por jugar con los opuestos y las contradicciones, que su exasperación es reposada y que sus desesperación es serena.
Algo que le convierte en uno de los compositores más valiosos de la segunda mitad del siglo XX.
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