En las salas de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando - uno de los muchos museos olvidados de Madrid - se puede visitar una amplia retrospectiva dedicada a un gran fotógrafo español: Rafel Sanz Lobato. Su modo de hacer fotografía se inscribe en la larga tradición del fotoperiodismo surgido en las primeras décadas del siglo XX, una escuela que dotó de voz personal y diferente a la fotografía, distinguiéndola de las demás, especialmente la pintura, por su afán en capturar instantáneas de la realidad, tal y como se producían ante los ojos del fotógrafo, sin embellecerla ni distorsionarla. Esfuerzo de humildad, de simplificación y autenticidad que acabaría por crear una categoría nueva de la belleza.
Dentro de la escuela del fotoperiodismo, Sanz Lobato pertenece a esa familia de fotógrafos/antropólogos que intentan registrar un tiempo, unas gentes, unas cultura, de manera que décadas más tarde puedan servir de testimonio y prueba histórica. Realizadas en un blanco y negro de exquisita elegancia - otro de los rasgos de estilo del buen fotoperiodismo, al menos hasta ayer mismo - las fotografías de Sanz Lobato nos devuelven a una España, la de finales de los 60 y principios de los 70 del pasado siglo, que parece no haber existido nunca. Un país de inmensa pobreza, de miseria e incultura, descolgado de la modernidad y del progreso, y cuyo único rasgo notable es el haber conservado tradiciones con raíces medievales - o incluso anteriores - que en realidad sólo sirven de indicador de la supersitición y la ignorancia en la que se hallan sumidas esas gentes.
Un país, un tiempo, unas formas de vida a las que ninguno de nosotros, habitantes de la Europa global y tecnificada del siglo XXI no quisiéramos volver jamás. Que consideramos como una curiosidad periclitada, buena para observarla como turistas, pero indeseable para vivir en ella.
O al menos ésa es mi opinión. ¿Es también la del fotógrafo?
Mis dudas vienen de que esta exposición parece tener un cierto trasfondo político, alineado con los tiempos de "llamada al orden" en los que estamos viviendo. Al leer el folleto que acompaña a la exposición encontré reiteradas alusiones a una España más cercana a sus tradiciones y su religiosidad. Veladas alusiones, quizás inexistentes, que mi exagerada susceptibilidad me harían ver en esta exposición no el rechazo a esa España del pasado, sino como su elogio, unido al deseo de que esos tiempos, mejor dicho, el espíritu de esos tiempos, más simple, más fervoroso, más real, volviera a ser el de una España que hubiera perdido su camino.
Añadase a esta sospecha la críptica referencia incluida en ese mismo folleto a su abandono de la Real Sociedad Fotógrafica por discrepancias con su presidente y el clima político existente. Estamos hablando de la España de 1971, una España escindida, como tantas otras veces en los 200 años anteriores, entre progresistas y conservadores, derechas e izquierdas. Resulta curioso - e inquietante - que se haga esa referencia directa a una escisión por motivos políticos - confirmada en mis búsquedas por Internet al hallar noticias sobre subgrupos contrapuestos dentro de esa asociación - pero que no se señale cual era el posicionamiento del fotógrafo en ese tiempo.
Puede parecer una cuestión sin importancia, pero de ella depende una correcta apreciación del significado de las imágenes captadas por su cámara. No sería la primera vez que atribuyo ideas izquierdistas a artistas de derechas, proyectando sobre su obra mis propios convencimientos y cerrando los ojos a ellos. Únanse a ello mis veleidades de historiador y comprenderán que estas noticias que apuntan a una información y a unos hechos que no se me revelan, hagan que me tire con los pelos, como ocurre con esas fuentes que no nos cuentan lo que quisiéramos saber.
Por supuesto, independientemente de las ideas políticas del artista, esto no disminuye en nada la belleza de sus instantáneas, ejemplo magnífico de esa fotográfía antropológica a la que hacía referencia. Ni hacen de menos a su evolución posterior, capaz de transitar de ese registro de un país a la creación de bodegones fotográficos que al mismo tiempo son un homenaje a las Vanitas del siglo XVII, como su actualización contemporánea.
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