Aunque ahí arriba ponga "mejores entradas", lo cierto es que la clasificación que estoy siguiendo es la impuesta por Mr. Google de acuerdo al número de visitas. Una jerarquía que debería ser objetiva y fiable, pero que cuando he revisado la larga lista de entradas que llevo escrita me he encontrado algunas que debería figurar entre las "mejores" pero que blogger ignora por razones que se me escapa. Así no me queda otra que finalizar esta visión retrospectiva con una repesca de estas entradas que se han colado por las rendijas.
Volviendo a lo que nos ocupa. Como ya les he dicho la serie de anotaciones que dediqué a la serie The Shock of the New - ¿Para cuándo una edición en DVD? -, escrita por Robert Hughes y dedicada a ese concepto difuso que recibe el nombre de modernidad artística, se convirtió en uno de los "hits" de este blog. Ignoro porqué, a menos que la imágenes con que ilustré estas entradas fueran las típicas que los estudiantes de instituto buscan para competar sus trabajos. Fuera lo que fuera, la cuestión es que gracias a esas visitas hubo un periodo en que casi rocé las 7000 entradas mensuales.
No es que es las entradas estuvieran desprovistas de interés, dado el material original. En ésta, precisamente, Hughes se plantea el dilema central de la arquitectura del siglo XX. Los arquitectos fundadores de lo que sería llamado luego el Estilo Internacional - Le Corbusier, Gropius, Mies van der Rohe - consiguieron dar un vuelco completo a la forma arquitéctonica, como no se producía desde la eclosión del gótico en el siglo XII o la expansión del renacimiento en el siglo XVI. Fue literalmente una forma nueva, el método y la manera perfecta adecuada de utilizar los materiales nuevos para crear espacios renovados, cuya plasmación se hizo inseparable de la idea y el espíritu del siglo XX.
Resultado magnífico, definitivo, inigualable, pero también con sus lados obscuros, ya que se trataba de una arquitectura esencialmente inhumana, que arrasaba sin contemplaciones el medio natural y obligaba a las personas a adaptarse a sus espacios matemáticamente perfectos. De hecho, puede decirse que la historia de la arquitectura del siglo XX, una vez obrado el triunfo del estilo internacional, es una larga busqueda por limar sus excesos, por aliviar sus daños, por conseguir, en fin, que esa arquitectura ideal estuviese destinada a los hombres y no a sus constructos platónicos.
Volviendo a lo que nos ocupa. Como ya les he dicho la serie de anotaciones que dediqué a la serie The Shock of the New - ¿Para cuándo una edición en DVD? -, escrita por Robert Hughes y dedicada a ese concepto difuso que recibe el nombre de modernidad artística, se convirtió en uno de los "hits" de este blog. Ignoro porqué, a menos que la imágenes con que ilustré estas entradas fueran las típicas que los estudiantes de instituto buscan para competar sus trabajos. Fuera lo que fuera, la cuestión es que gracias a esas visitas hubo un periodo en que casi rocé las 7000 entradas mensuales.
No es que es las entradas estuvieran desprovistas de interés, dado el material original. En ésta, precisamente, Hughes se plantea el dilema central de la arquitectura del siglo XX. Los arquitectos fundadores de lo que sería llamado luego el Estilo Internacional - Le Corbusier, Gropius, Mies van der Rohe - consiguieron dar un vuelco completo a la forma arquitéctonica, como no se producía desde la eclosión del gótico en el siglo XII o la expansión del renacimiento en el siglo XVI. Fue literalmente una forma nueva, el método y la manera perfecta adecuada de utilizar los materiales nuevos para crear espacios renovados, cuya plasmación se hizo inseparable de la idea y el espíritu del siglo XX.
Resultado magnífico, definitivo, inigualable, pero también con sus lados obscuros, ya que se trataba de una arquitectura esencialmente inhumana, que arrasaba sin contemplaciones el medio natural y obligaba a las personas a adaptarse a sus espacios matemáticamente perfectos. De hecho, puede decirse que la historia de la arquitectura del siglo XX, una vez obrado el triunfo del estilo internacional, es una larga busqueda por limar sus excesos, por aliviar sus daños, por conseguir, en fin, que esa arquitectura ideal estuviese destinada a los hombres y no a sus constructos platónicos.
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