domingo, 13 de julio de 2014

From the Vault (XIV): Cowboy Bebop (1998)


Siguiendo con este rescate de mis escritos en el agonizante foro de cine cinexilio, unido a la revisión de mis entradas sobre anime en este blog que voy reuniendo en página aparte, le ha llegado el turno a Cowboy Bebop.

Casi no debería decir nada de esta serie, de lo conocida que es por los aficionados. Baste decir que su fama y su importancia no se ha atenuado en los ya más de quince años desde su producción. Su animación, a pesar de la introducción del ordenador, sigue siendo casi perfecta, inimitable, digna de una película de gran presupuesto, mientras que en lo que se refiere a la historia y a su resonancia, pocas series hay que la puedan igualar en estos decenios.

Su único defecto es que como muchas otras obras de anime de ese final del siglo XX, representó una excepción, un final, no un punto de partida. Al final lo que nos ha quedado es el moe/kawai, para nuestra desgracia.

Cowboy Bebop
1998, 26 Episodios


Hace mucho tiempo, perdido en los repliegues de la cinefilia, existía algo que se llamaba el cine negro. Era un mundo en blanco y negro de forajidos virtuosos que soñaban con comprarse una granja, de despampanantes mujeres fatales, de clubes llenos de humo, de tiroteos estilizados en los que no se agujereaba la ropa ni saltaba la sangre. Pero sobre todo, era un mundo teñido de fatalismo, donde el pasado gravitaba sobre los personajes, impidiéndoles tomar otro camino que no fuera el de su propia destrucción, donde todos los sueños se estrellaban contra la realidad, donde la muerte era el destino de todos los seres humanos, donde en definitiva se nos mostraba que cualquiera de nosotros, si la casualidad o el destino intervenía, podamos acabar como aquellas personas, perdidos en la gran ciudad, viviendo al día con lo que saliese, sin preocuparnos por su moralidad o decencia.

Desde hace unos decenios, el genero policíaco ha vuelto a las pantallas, pero, en ajustada definición, no como cine negro, sino como cine rojo. La desaparición de la censura ha permitido la representación naturalista de la violencia, lo que en en sí es un avance, pero al mismo tiempo ha desaparecido por completo el sentido fatalista del policiaco clásico. En los nuevos filmes, los criminales no son personas normales a las que el azar o el destino los haya conducido por otros caminos, impidiendo todos sus intentos de retorno, muy al contrario, las personas normales son criminales a las que el azar y la suerte les impide retornar a su condición de bestias salvajes. Parece lo mismo, pero no lo es, y see giro de 180 grados dice mucho sobre la evolución de nuestra sociedad, no sé si occidental o global.

Ahora debería decir aquello de "Y esta serie consigue...". Sonaría falso y forzado, pero el caso es que es cierto...



Ya desde el primer episodio se nos dejan las cosas claras. El pequeño grupo de protagonistas, al que en episodios posteriores se unirán nuevos integrantes, es un asociación de cazarrecompensas que vive prácticamente al da, de los magros beneficios de las capturas. La primera misión en la que se embarcan es la de capturar a un delincuente, perseguido tanto por policía y mafia, que se ha apoderado de un importante cargamento de droga (nota: droga que se administra por los ojos, curiosamente)

Como cabra esperarse de una serie actual, no hay demasiados remilgos a la hora de representar la violencia y sus efectos. Sin embargo, y ahí está la diferencia, mientras otras obras utilizaran recursos como la cámara lenta simplemente porque sí, para dar más relumbrón, simplemente para llenar metraje y/o ser más espectacular, este efecto está justificado aquí por el estado trastornado de la mente del personaje, tras haberse suministrado la droga de la que hablábamos. No sólo eso, el hecho de elegir este punto de vista, y el hecho también de que el personaje sea un profesional del crimen, provoca que no se nos muestre, en la mayoría de los casos, los resultados de sus acciones violentas, ya que inmediatamente se centra en el siguiente enemigo una vez acabado con alguno . Este detalle, unido a la eliminación del sonido y al aspecto casi de vídeo doméstico de la imagen en esa escena, provoca que lo que sería una escena de acción rutinaria, se transforme en algo más, en algo mucho más importante.

Lo anterior, a pesar de todo, no supondría otra cosa que un intento de dignificar un experimento estético. Esencial en el cine negro eran los personajes, quienes levaban sobre sí el peso de la película, no la acción, por dramática o desenfrenada que ésta fuera. Ms aún, era esencial que el espectador pudiera identificarse con los personajes, imaginar por un instante que podría encontrarse en su lugar. De este modo, en este primer episodio de Cowboy Bebop, tendremos un encuentro casual entre nuestro cazarrecompensas y la mujer que acompaña al gangster en su huida, encuentro en el que se conseguirá un triple objetivo, mostrarnos el carácter tranquilo y reposado con el que afronta su vida el héroe de la serie, descubrir una relación de simpatía entre esa mujer y él, y al mismo tiempo compartir esa misma simpatía con nosotros.

Por supuesto, el cine negro no sería nada sin el fatalismo. El sueño del gangster y su mujer es abandonar el pueblo perdido donde han acabado y comenzar una nueva vida. Como era de esperar, ese sueño no pasará de ser eso, un sueño, cada vez más apartado en cada intento por alcanzarlo, que sólo sirve para arrinconarlos en la trampa que polica y mafia les tienden. Al final no quedará otro remedio que aceptar la derrota, elegir la muerte, único modo de escapar de la trampa, ante los ojos del cazarrecompensas quién, en la persecución final, no sabremos si lo hace ya por conseguir la recompensa o para salvar al menos a uno de los dos fugitivos, pregunta a la que su carácter, la idiosincrasia de ese personaje, nos permite aventurar una respuesta.

No menos interesante es el modo en que la historia y aventuras de estos cazarrecompensas se nos cuenta. Ambientada en un futuro cercano, donde la humanidad ha terraformado el resto de planetas del sistema solar, no se realiza intento alguno de explicar ese mundo, tal y como es, o las razones por las que se ha llegado a ese estado. Lo que en otras series sera el objeto de la historia, describir la utopía/distopia futura, descubrir el misterio de su origen, relatar el proceso de su (di)solución, aquí no tiene ninguna importancia, es más no hay una intriga político/militar que desentrañar. Los personajes viven en un mundo que es el suyo y que reconocen como suyo, ante cuyos mecanismos no se sorprenden, puesto que han crecido en él y conocen perfectamente sus reglas. Somos nosotros los extraños, los que debemos aclimatarnos a este mundo nuevo, pero, en un detalle de inteligencia, no se fuerza la historia para surtirnos con explicaciones. A medida que recorramos este mundo, a medida que los diferentes casos nos lleven de un planeta a otro, nuevas pinceladas se irán aadiendo al cuadro, hasta que nos parezca completo y natural.

Esta falta de prisa, esta aproximación por pinceladas sueltas se aplica también a los personajes y a sus historias personales. Desde el momento en que aparecen cada uno de ellos, sabemos que tiene un pasado, una historia que pesa sobre él, pero la seríe no tiene ninguna prisa por contar su historia. Muy al contrario, se estructura en pequeños relatos y anécdotas , aparentemente sin relación, aparentemente sin importancia, aparentemente de relleno. Unos más trágicos, unos más humorísticos, como si tampoco hubiera un tono común a la serie, y sólo se pretendiese jugar (junto) con el espectador. Únicamente, aquí y allá, un pequeño detalle, un giro argumental en un episodio, un flashback que no cuenta nada y se contenta a sugerir, levantará brevemente el velo que cubre el pasado de los personajes, para enseguida ocultarlo.

Una serie de acción en la que no pasa nada. Extraño pero cierto, pero también, una jugada es muy hábil, ya que aparentando jugar, simulando la broma, episodio tras episodio vamos conociendo a los personajes, sus virtudes y defectos, sus relaciones y reacciones, de forma que cuando llega el momento de entrar a matar, todos las piezas están en su sitio, la maquinaria bien engrasada. Sólo nos queda mirar con la boca abierta, tanto por la sabidura narrativa de los autores como por su destreza visual, exprasada por ejemplo, en un flashback casi idéntico, que según el personaje que lo experimenta , se montará de manera distinta y adquirirá significados casi opuestos. O por ejemplo, el momento en que uno de los personajes cae al vacío,  recordando su vida de forma caótica y caleidoscópica, mientras sunena una música relajante y tranquila.

La mísica es precisamente otra de las grandes bazas de la serie. Casi completamente jazzistica, o mejor dicho, copia perfecta del modo de esa música de jazz, consigue dar el ambiente de lasitud, de falta de prisa que la historia pretende, amoldándose a la narración, convirtindose en parte integrante de ella. Todo lo  contrario de la música porque sí  tan habitual de Hollywood (modo que desgraciadamente se está filtrando en muchas de las producciones anime recientes). Una música que no hace ascos a replicar toda clase de estilos, de opera a Heavy Metal. Música, en fin, que sabe callarse cuando es necesario, casi un imposible en el cine comercial actual.

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