Siguiendo con este rescate de mis escritos en el agonizante foro de cine cinexilio, unido a la revisión de mis entradas sobre anime en este blog que voy reuniendo en página aparte, le
ha llegado el turno a Azumanga Daioh
Cuando la vi en su momento, hace ya una década, esa serie enseguida se convirtió en una de mis favoritas, por su humor desenfadado y un tanto excéntrico. Ahora mismo, tras los cambios trascendentales que se han producido en el anime y mi proceso de educación en la gran tradición de la animación mundial, no sé que podría quedar de mi fascinación inicial, ni si me atrevería a una revisión, por miedo a encontrarme con una gran desilusión.
En fin, ahí queda el texto que sigue, desaforado y exagerado, pero testimonio de una serie que me ganó por su humor desbordante, de un tiempo en el que las palabras moe, kawai y otros estereotipos aún era desconocidos entre los fans de esta escuela de animación
Azumanga Daioh
2002, 26 Episodios
Erase que se era, en un país de ensueño que existan unas leyes, respetadas por todos, que regían la comedia.
Estaba por un lado, el famoso gag de tres tiempos, explicado como el trompazo repentino que te haca reír, el mismo trompazo repetido poco tiempo después que te haca carcajearte desde minutos antes porque ya lo estabas previendo, mientras que los personajes no, y el mismo trompazo repetido una tercera vez, para en el último momento, cuando ya creas saber lo que iba a ocurrir, dar un quiebro y salir por la tangente, para así provocar la risa con la conclusión inesperada y con tu propia equívoco.
Estaba también aquello del timing, ese concepto etéreo y elusivo, pero que se reconoce en cuanto se ve, presentado en dos sabores. La réplica fulminante que deja al resto del reparto y al público sin habla, respondida a su vez con otra réplica no menos certera y aguda, para convertirse en un auténtico duelo en el que se cruzan palabras, pero ninguno de los personajes mueve una sola ceja, ni se despeina. Por otro lado, la réplica que no acaba de llegar, que vemos prepararse, hincharse ante nuestros ojos, que deseamos que rompa y estalle de una vez, pero no lo hace, que se divierte con nuestra impaciencia y nos pone a prueba, hasta que al final dice vale ya, ahí lo tenis, disfrutadlo que os lo merecéis.
Por último, estaban también los personajes, personalidades reconocibles, de encontrarlas por la calle, ligeramente desequilibradas, pero sin caer en la caricatura o la parodia extremas. Personas con las que podas pensar en trabar amistad y que, literalmente, te invitaban a compartir la historia de la película, a reírte con ellos, trampa tan antigua como el cine y el teatro, para conseguir que te tragues las inconsistencias de la historia. La representación perfecta donde sólo faltaba que, al terminar la cinta, el reparto se volviese a cámara para saludar al público. La tarde agradable de la que te llevabas un montón de buenos recuerdos a casa.
Esto era the good old style. que dirían los ingleses, algo desaparecido en nuestra poca en la que se busca batir el record de gags por segundo, donde toda comedia se limita a ser parodia. donde el reparto y los personajes no pasan de ser unos freaks de feria.
Nuevos tiempos, nuevos estilos, no necesariamente malos, pero sí incompletos, como todos los tiempos, a pesar de que las personas que los viven se los imaginen los mejores.
Entonces aparece una serie sin ninguna pretensión. Una serie que se limita a narrar la vida cotidiana de seis adolescentes japonesas en la escuela superior (siete en realidad, pero esto es otra historia y debe ser contada en otra ocasi´pn). Una serie con una animaci´pn extremadamente simple, casi burda, mala en ocasiones y al mismo tiempo perfecta en otras, demostrando que se trata de una elecci´pn de estilo que encaja con la sencillez y modestia de la historia.
¿Sencillez y Modestia?
Sencillez y Modestia. La serie no se propone otro objetivo que no sea narrar las vidas cotidianas de estas jóvenes, lo que hacen dentro de la escuela, lo que hacen fuera, desplazando y deformando ligeramente las situaciones, huyendo de los problemas, limando las situaciones, por muy embarazosas o inc´pmodas que sean, hasta extraer su lado c´pmico.
¿Claudicación? ¿Ceguera? ¿Conformismo?
En parte. Puesto que nos encontramos con una serie que no trata los problemas acuciantes de la edad, donde el sexo apenas aparece, excepto en la forma de un profesor que literalmente babea al verse rodeado de adolescentes en floración, donde asmismo no se aborda el conflicto generacional, puesto que en un ningún momento llegamos a conocer a los padres de las chicas protagonistas. Una serie, en definitiva, donde se deja de lado cualquiera de los temas/tópicos asociados a las historias de adolescente.
Una serie con su poco de crítica, sin embargo. En el contexto de la sociedad japonesa, la escuela superior es una carrera de obstáculos para conseguir una buena nota con la que entrar en la universidad. Una época fuertemente competitiva, donde hay que figurar socialmente (y KareKano es otra buena ilustración de esto) , donde el curriculum exige la pertenencia a clubs y se mira a mal a quienes no lo hacen así. Una sociedad donde además, el destino de una mujer es casarse y dejar de trabajar antes de cumplir los treinta años, por lo que muchas de estas adolescentes lo único que pretenden sacar de la escuela superior es un posible buen partido, el chico estudioso, el gran deportista, quién entrará en la universidad y obtendrña un buen empleo, permitiéndolas "retirarse".
Un sistema donde la mujer sólo existe en función del hombre.
Sin embargo, en el mundo de Azumanga no existen los hombres. Es un mundo de mujeres, para las mujeres. Las 6+1 chicas, junto a las dos profesoras, forman un grupo fuertemente unido, que no necesita de nada externo, ni de hombres que vengan a partirlo, ni de clubs que les aparten de disfrutar su amistad. Se han construido su propio paraíso, donde nadie tiene derecho a entrar, donde como mucho, somos invitados a mirar como disfrutan.
Esa es pues la historia de Azumanga, la historia de la amistad que se anuda entre este grupo de chicas y el modo en que disfrutan, ellas juntas, ellas solas, de su juventud.
Historia de juventud y amistad que es contada del modo más simple y sencillo, revolucionario en su sencillez, el viejo truco para que te confíes y aceptes el juego. Desde los innumerables métodos para cortar el hipo, hasta la máquina de café que no da vasos, pasando por como separar correctamente unos palillos, o las disquisiciones sobre la verdadera naturaleza de Papá Noel, Azumanga Daioh hila, una tras otra, situaciones completamente triviales, pero no menos hilarantes. Pequeños engranajes que conducen a unos finales de fiesta descharrantes, conclusión lógica de todo lo visto, pero no menos sorprendentes y divertidos, como la clase de natación que acaba por ser una carrera, apuesta incluida, entre las dos profesoras de las niñas, las supuestas adultas del grupo; o como la inmensa, dinámica y gozosa batalla de bolas de nieve en la que se embarca el grupo tras una nevada; o como la borrachera de una de las profesores que termina en una clase magistral sobre los misterios de la vida, en la que no se pronuncia una sola palabra, pero se nos muestra todo.
Porque en definitiva, Azumanga es una serie efectiva en tanto que lo son sus personajes, en tanto que consigue que el espectador tome cario a estos personajes y llegue a pensar que forma parte del grupo.
Como Chiyo Chan, la niña prodigio de diez años que ha sido transferida a la clase de las chicas mayores, y a la que su inocencia la traiciona en numerosas ocasiones. La pequeña que se ha convertido en la mascota de las mayores y a la que le han regalado la mejor niñez que pueda imaginarse.
Como Sakaki, la niña en el cuerpo de una mujer adulta, a la que todos admiran y creen una mujer dura y peligrosa, pero en el fondo es dulce y sensible hasta el extremo de tener que ocultarlo a los demás.
Como Yomi, la más normal de todos, inteligente, madura, incapaz de tolerar lo que le parezca estupidez o tontera, o de callarselo, por supuesto, pero a quién le ha tocado aguantar desde niña a un huracñan llamado Tomo, con quien mantiene una extraña relación de amor/odio.
Como Tomo, ese huracán de actividad sin provecho ni resultado, hasta el extremo del ridículo y cuya única misión en la vida parece ser ponerle zancadillas a Yomi y sacarla de sus casillas.
Como Osaka, cuyo mayor problema en la vida es funcionar en una longitud de onda distinta a la de las personas normales, lo cual provoca que el resto de seres humanos sean incapaces de seguirla.
Como Kagura, la deportista, desastre en los estudios, de personalidad opuesta a todo lo que podriamos llamar "cualidades femeninas", pero extrañamente generosas y emotiva.
Como Kaorin, perpetuamente enamorada de Sakaki y sin conseguir nunca que ésta se de cuenta de su existencia ( y resulta extraño que la única pulsiñon amorosa de la serie, aunque no correspondida, sea una relación lésbica), hasta el extremo que el espectador no puede dejar de sentir cierta pena por sus sofocones y desventuras.
Y por supuesto, como las dos profesoras. Minamo y Yukari, más ocupadas de su rivalidad, de su relaciñon amor/odio semejante a la de Tomo/Yomi, que de educar a las niñas que tienen a su cargo, las cuales da la impresión que se educan a pesar de sus profesoras. Solteras aunque ya son mayorcitas, pero sin muchas prisas, mas bien ninguna, de conseguir un hombre.
Por eso, cuando termina la serie, el espectador no puede evitar sentir algo de envidia, especialmente aquellos cuya adolescencia y juventud no fue precisamente la mejor época de sus vidas. No es de extrañar, por tanto, que esta serie cuente con un amplísimo número de fans masculinos, a pesar de no mostrar ni violencia ni sexo. No es sorprendente, en definitiva, que muchos sintamos melancolía por situaciones que no forman parte de nuestros recuerdos, acompañada de un deseo vago de haber asistido a esa escuela con ese grupo de chicas, e incluso la idea loca de haber sido una de ellas.
O más precisamente, la necesidad de hacerse un ovillo encima de la cama y ronronear.
Cuando la vi en su momento, hace ya una década, esa serie enseguida se convirtió en una de mis favoritas, por su humor desenfadado y un tanto excéntrico. Ahora mismo, tras los cambios trascendentales que se han producido en el anime y mi proceso de educación en la gran tradición de la animación mundial, no sé que podría quedar de mi fascinación inicial, ni si me atrevería a una revisión, por miedo a encontrarme con una gran desilusión.
En fin, ahí queda el texto que sigue, desaforado y exagerado, pero testimonio de una serie que me ganó por su humor desbordante, de un tiempo en el que las palabras moe, kawai y otros estereotipos aún era desconocidos entre los fans de esta escuela de animación
Azumanga Daioh
2002, 26 Episodios
Erase que se era, en un país de ensueño que existan unas leyes, respetadas por todos, que regían la comedia.
Estaba por un lado, el famoso gag de tres tiempos, explicado como el trompazo repentino que te haca reír, el mismo trompazo repetido poco tiempo después que te haca carcajearte desde minutos antes porque ya lo estabas previendo, mientras que los personajes no, y el mismo trompazo repetido una tercera vez, para en el último momento, cuando ya creas saber lo que iba a ocurrir, dar un quiebro y salir por la tangente, para así provocar la risa con la conclusión inesperada y con tu propia equívoco.
Estaba también aquello del timing, ese concepto etéreo y elusivo, pero que se reconoce en cuanto se ve, presentado en dos sabores. La réplica fulminante que deja al resto del reparto y al público sin habla, respondida a su vez con otra réplica no menos certera y aguda, para convertirse en un auténtico duelo en el que se cruzan palabras, pero ninguno de los personajes mueve una sola ceja, ni se despeina. Por otro lado, la réplica que no acaba de llegar, que vemos prepararse, hincharse ante nuestros ojos, que deseamos que rompa y estalle de una vez, pero no lo hace, que se divierte con nuestra impaciencia y nos pone a prueba, hasta que al final dice vale ya, ahí lo tenis, disfrutadlo que os lo merecéis.
Por último, estaban también los personajes, personalidades reconocibles, de encontrarlas por la calle, ligeramente desequilibradas, pero sin caer en la caricatura o la parodia extremas. Personas con las que podas pensar en trabar amistad y que, literalmente, te invitaban a compartir la historia de la película, a reírte con ellos, trampa tan antigua como el cine y el teatro, para conseguir que te tragues las inconsistencias de la historia. La representación perfecta donde sólo faltaba que, al terminar la cinta, el reparto se volviese a cámara para saludar al público. La tarde agradable de la que te llevabas un montón de buenos recuerdos a casa.
Esto era the good old style. que dirían los ingleses, algo desaparecido en nuestra poca en la que se busca batir el record de gags por segundo, donde toda comedia se limita a ser parodia. donde el reparto y los personajes no pasan de ser unos freaks de feria.
Nuevos tiempos, nuevos estilos, no necesariamente malos, pero sí incompletos, como todos los tiempos, a pesar de que las personas que los viven se los imaginen los mejores.
Entonces aparece una serie sin ninguna pretensión. Una serie que se limita a narrar la vida cotidiana de seis adolescentes japonesas en la escuela superior (siete en realidad, pero esto es otra historia y debe ser contada en otra ocasi´pn). Una serie con una animaci´pn extremadamente simple, casi burda, mala en ocasiones y al mismo tiempo perfecta en otras, demostrando que se trata de una elecci´pn de estilo que encaja con la sencillez y modestia de la historia.
¿Sencillez y Modestia?
Sencillez y Modestia. La serie no se propone otro objetivo que no sea narrar las vidas cotidianas de estas jóvenes, lo que hacen dentro de la escuela, lo que hacen fuera, desplazando y deformando ligeramente las situaciones, huyendo de los problemas, limando las situaciones, por muy embarazosas o inc´pmodas que sean, hasta extraer su lado c´pmico.
¿Claudicación? ¿Ceguera? ¿Conformismo?
En parte. Puesto que nos encontramos con una serie que no trata los problemas acuciantes de la edad, donde el sexo apenas aparece, excepto en la forma de un profesor que literalmente babea al verse rodeado de adolescentes en floración, donde asmismo no se aborda el conflicto generacional, puesto que en un ningún momento llegamos a conocer a los padres de las chicas protagonistas. Una serie, en definitiva, donde se deja de lado cualquiera de los temas/tópicos asociados a las historias de adolescente.
Una serie con su poco de crítica, sin embargo. En el contexto de la sociedad japonesa, la escuela superior es una carrera de obstáculos para conseguir una buena nota con la que entrar en la universidad. Una época fuertemente competitiva, donde hay que figurar socialmente (y KareKano es otra buena ilustración de esto) , donde el curriculum exige la pertenencia a clubs y se mira a mal a quienes no lo hacen así. Una sociedad donde además, el destino de una mujer es casarse y dejar de trabajar antes de cumplir los treinta años, por lo que muchas de estas adolescentes lo único que pretenden sacar de la escuela superior es un posible buen partido, el chico estudioso, el gran deportista, quién entrará en la universidad y obtendrña un buen empleo, permitiéndolas "retirarse".
Un sistema donde la mujer sólo existe en función del hombre.
Sin embargo, en el mundo de Azumanga no existen los hombres. Es un mundo de mujeres, para las mujeres. Las 6+1 chicas, junto a las dos profesoras, forman un grupo fuertemente unido, que no necesita de nada externo, ni de hombres que vengan a partirlo, ni de clubs que les aparten de disfrutar su amistad. Se han construido su propio paraíso, donde nadie tiene derecho a entrar, donde como mucho, somos invitados a mirar como disfrutan.
Esa es pues la historia de Azumanga, la historia de la amistad que se anuda entre este grupo de chicas y el modo en que disfrutan, ellas juntas, ellas solas, de su juventud.
Historia de juventud y amistad que es contada del modo más simple y sencillo, revolucionario en su sencillez, el viejo truco para que te confíes y aceptes el juego. Desde los innumerables métodos para cortar el hipo, hasta la máquina de café que no da vasos, pasando por como separar correctamente unos palillos, o las disquisiciones sobre la verdadera naturaleza de Papá Noel, Azumanga Daioh hila, una tras otra, situaciones completamente triviales, pero no menos hilarantes. Pequeños engranajes que conducen a unos finales de fiesta descharrantes, conclusión lógica de todo lo visto, pero no menos sorprendentes y divertidos, como la clase de natación que acaba por ser una carrera, apuesta incluida, entre las dos profesoras de las niñas, las supuestas adultas del grupo; o como la inmensa, dinámica y gozosa batalla de bolas de nieve en la que se embarca el grupo tras una nevada; o como la borrachera de una de las profesores que termina en una clase magistral sobre los misterios de la vida, en la que no se pronuncia una sola palabra, pero se nos muestra todo.
Porque en definitiva, Azumanga es una serie efectiva en tanto que lo son sus personajes, en tanto que consigue que el espectador tome cario a estos personajes y llegue a pensar que forma parte del grupo.
Como Chiyo Chan, la niña prodigio de diez años que ha sido transferida a la clase de las chicas mayores, y a la que su inocencia la traiciona en numerosas ocasiones. La pequeña que se ha convertido en la mascota de las mayores y a la que le han regalado la mejor niñez que pueda imaginarse.
Como Sakaki, la niña en el cuerpo de una mujer adulta, a la que todos admiran y creen una mujer dura y peligrosa, pero en el fondo es dulce y sensible hasta el extremo de tener que ocultarlo a los demás.
Como Yomi, la más normal de todos, inteligente, madura, incapaz de tolerar lo que le parezca estupidez o tontera, o de callarselo, por supuesto, pero a quién le ha tocado aguantar desde niña a un huracñan llamado Tomo, con quien mantiene una extraña relación de amor/odio.
Como Tomo, ese huracán de actividad sin provecho ni resultado, hasta el extremo del ridículo y cuya única misión en la vida parece ser ponerle zancadillas a Yomi y sacarla de sus casillas.
Como Osaka, cuyo mayor problema en la vida es funcionar en una longitud de onda distinta a la de las personas normales, lo cual provoca que el resto de seres humanos sean incapaces de seguirla.
Como Kagura, la deportista, desastre en los estudios, de personalidad opuesta a todo lo que podriamos llamar "cualidades femeninas", pero extrañamente generosas y emotiva.
Como Kaorin, perpetuamente enamorada de Sakaki y sin conseguir nunca que ésta se de cuenta de su existencia ( y resulta extraño que la única pulsiñon amorosa de la serie, aunque no correspondida, sea una relación lésbica), hasta el extremo que el espectador no puede dejar de sentir cierta pena por sus sofocones y desventuras.
Y por supuesto, como las dos profesoras. Minamo y Yukari, más ocupadas de su rivalidad, de su relaciñon amor/odio semejante a la de Tomo/Yomi, que de educar a las niñas que tienen a su cargo, las cuales da la impresión que se educan a pesar de sus profesoras. Solteras aunque ya son mayorcitas, pero sin muchas prisas, mas bien ninguna, de conseguir un hombre.
Por eso, cuando termina la serie, el espectador no puede evitar sentir algo de envidia, especialmente aquellos cuya adolescencia y juventud no fue precisamente la mejor época de sus vidas. No es de extrañar, por tanto, que esta serie cuente con un amplísimo número de fans masculinos, a pesar de no mostrar ni violencia ni sexo. No es sorprendente, en definitiva, que muchos sintamos melancolía por situaciones que no forman parte de nuestros recuerdos, acompañada de un deseo vago de haber asistido a esa escuela con ese grupo de chicas, e incluso la idea loca de haber sido una de ellas.
O más precisamente, la necesidad de hacerse un ovillo encima de la cama y ronronear.
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