Portrait of Space 5, Lee Miller |
Como ya había indicado, la imagen de la mujer en el surrealismo suele aparecer fuertemente objetivizada. Un objeto de placer, el cual, siguiendo las huellas de Sade, en imagen podía ser sometido a los tratamientos más vejatorios, desmontado, atado, descontextualizado, vaciado de cualquier asomo de personalidad o individualidad, hasta quedar reducido a un simple trozo de carne viva o una estatua enigmática y ausente, dando como resultado imágenes de inusitada fuerza y resonancia, que aún hoy, como ocurre con el viejo marqués francés, siguen estando vivas y son capaces de estremecernos (de lo cual debería desprenderse que mis palabras anteriores no constituyen ningún tipo de condena o censura).
Lee Miller en Le Sang d'un Poète, Jean Cocteau, 1930 |
No obstante y es algo que se suele escapar del visitante ocasional, muchas de esas modelos que son así fotografiadas y rodadas, las que aparecen en las fotos de Man Ray o en el celuloide de Jean Cocteau, eran también artistas. Mujeres que utilizaron esa praxis surrealista como su manera personal de expresarse y que, como ocurriera con Lee Miller, dejaban que se transparentase incluso en su producción más comercial o normal. Mujeres, en fin, cuya producción artística no desmerece a la de los hombres a los que servían de modelos y cuyas personalidades eran opuestas a esas mujeres estatua/enigma o a esos pedazos de carne que respira que aparecen en las obras surrealistas, como nuevamente es el caso de Lee Miller, viajera incansable y reportera de guerra durante el segundo conflicto mundial.
Que me veux-tu? Autoportrait Double, Claude Cahun |
Mujeres en fin, que como Claude Cahun, uno de los "descubrimientos" más interesantes de esta exposición, se acercaron al movimiento y a sus presupuestos estéticos, para realizar una reflexión constante sobre su identidad personal y sexual, jugando con su imagen, transmutándose y metamorfoseándose continuamente, deformándose y haciéndose irreconocible, en una búsqueda constante e interminable de su propio yo.
Mujeres, por último, cuya obra quedó oculta por demasiado tiempo, bien por decisión propia, como en el caso de Cahún, que la estimaba como su mundo oculto o personal, o simplemente por inercia social, en un mundo de hombres y para hombres, dando lugar a esa falsa imagen del surrealismo como un lugar no para mujeres, cuando sólo hacía falta rascar un poco la superficie para encontrarlas.
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