jueves, 8 de julio de 2010
Affichez vos poems, affichez vos images (y I)
Debo decir que en el circuito de exposiciones madrileño, la Fundación Mapfre se está convirtiendo en un lugar de referencia, y la última abierta allí, La Subversión de las imágenes, dedicada al surrealismo en fotografía y cine, no hace más que confirmar esta opinión. Voy a necesitar largo tiempo, y seguramente otra visita a añadir a las dos que llevo, para poder digerir las obras allí expuestas, pero valgan esta entrada como un adelanto de lo que siento y pienso antes de que se me olvide.
La palabra surrealismo se ha convertido en un lugar común en el habla normal, al igual que el impresionismo. Todo el mundo la utiliza, ya sea correcta o incorrectamente, y puede parecernos que el movimiento, sus objetivos y sus resultados son algo perfectamente conocido y analizado. Sin embargo, si rascamos un poco en lo que se asocia con esa palabra, no ya popularmente, sino en la historia del arte encontraremos que un poco como con el no-movimiento que fuera el impresionismo, que se tiene la tendencia a reducirlo a un par de obras y a un par de nombres.
Así ocurre que la poesía surrealista, a pesar de ser en su tiempo uno de los pilares del movimiento que se autodefinía como literario, ha desaparecido completamente de la escena y no se lee, cediendo la primacía a la pintura como su máximo exponente, lo cual no quiere decir mucho, ya que para la mayoría de la gente, surrealismo es Dalí, y como mucho, Magritte, perdiéndose por completo la visión del surrealismo como un movimiento inherentemente multiforme y variado, del cual los artistas salían y entraban, se apartaban y se aproximaban, independientemente de las bulas emitidas por el papá Bretón.
En lo que se refiere a las otras artes, la fotografía y el cine, durante mucho tiempo el aficionado ha vivido en la impresión de que el surrealismo apenas llegó a tocarlo, quizás por ese aspecto ultrarrealista de esas formas, que debería impedirles adentrarse en los territorios del subconsciente y del absurdo; o que como mucho, la confluencia se había limitado a meras excepciones, representadas por las fotografías de Man Ray o las películas de Buñuel. Es precisamente en disipar estos errores donde la exposición viene a mostrar que ningún tema puede ser consumido por entero y que en el arte siempre nos podemos encontrar con sorpresas, simplemente porque nuestra mirada, nuestros deseos, nuestras afinidades son distintas a las de nuestros maestro.
Por resumirlo brevemente, esta exposición nos viene a mostrar como, en cine y fotografía, el surrealismo supuso una revolución comparable a que se obró en literatura y pintura. No es ya que los surrealistas estuvieran enamorados de esas artes nuevas, sino que no encontraron ningún obstáculo, ya sea estético o filosófico, en cultivarlas y llevarlas a su máxima expresión. Una tarea en la que no sólo brillaron los nombres conocidos (Ray, Buñuel, Magritte, Brassai) , sino en la que destacaron multitud de olvidados, vueltos a la luz por esta exposición, y, curiosamente, un buen número de mujeres como Lee Miller, Dora Maar, Claude Cahun o Germain Dulac.
Un último apunte, poco a poco, a medida que el tiempo nos separa de ellos, los surrealistas comienzan a parecernos antiguos, tan envarados y ajenos como los personajes de los cuadros del XVI o del XVII, no por nada espacial, sino simplemente porque visten de manera distinta a nosotros. Por ello, resulta casi milagroso que imágenes como la que encabeza esta entrada (La Naissance de L'Object de Paul Nougé) sigan teniendo la fuerza con que sorprendieron a las gentes de su tiempo, al mostrarnos entonces ahora a gentes normales enfrascadas en tareas absurdas que recuerdan hechos cotidianos, pero a las que se les ha privado del elemento que les daría pleno sentido.
Con un añadido que al público de entonces se le pasaría que al ser una transposición fotográfica de un cuadro de Magritte, representando en la realidad lo que figuraba en la pintura, el efecto turbador resulta amplificado al presentarsenos como algo que puede ocurrir en la realidad a personas reales, debido a la cualidad de más real que la realidad que presenta, o que queremos asignar, a la fotografía.
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