domingo, 25 de julio de 2010

100 AS (XXIII): Father and Daughter (2000) Michael Dudok de Wit








En esta ocasión, en mi revisión de la lista de Annecy, le ha llegado el turno a un corto de un autor que resultado una de las grandes revelaciones de esta última década. Me refiero, por supuesto, a Michael Dudok de Wit y a Father and Daughter del año 2000.

¿Y en qué se diferencia Dudok de Wit del resto? Podría decirse que es uno de los pocos temperamentos místicos, en el mejor de los sentidos, del cine moderno. Sus cortos parten de las situaciones más mundanas, como en el caso de The Monk and the Fish, que retrataba la obsesión de un monje con pescar el pez de un estanque, para evolucionar inmediatamente a la reflexión filosófica y religiosa, sin que en ningún caso esto no parezca forzado. Así, en el corto que nos ocupa, la desecación de un Pólder Holandés, realizada a lo largo de decenios, sirve como marco para una reflexión sobre el transcurso de la vida y lo que pudiera esperarnos tras la muerte.

Dicho así puede resultar de un pedante odioso, y así sería en otras manos, pero Dudok de Wit lo sortea hábilmente. En primer lugar, su estilo es voluntariamente sobrio, casi esquemático, con un abanico de movimientos que va repitiendo en sus cortos (con la excepción del casi abstracto The Aroma of Tea), lo cual no implica que sea feo o inacabado, muy al contrario, cada uno de sus planos, como puede verse en las capturas tiene un acabado casi perfecto, sólo que la ausencia de detalles le permite concentrarse en lo esencial y evitar cualquier tipo de distracciones que puedan romper la ilusión que busca crear.

Una camino de purificación en el trazo y en el diseño, muy en la línea de ese misticismo suyo que comentaba, que se extiende asímismo al modo en que presenta la historia. Todos los indicios que he señalado del argumento del corto, no son otra cosa que deducciones, que pueden extraerse del lugar en que está ambientado el corto, típicamente holandés, y de la concatenación de situaciones. Dukok de Wit evita todo tipo de explicaciones y busca, en este corto mudo, que sean las imágenes las que nos ilustren, o mejor dicho la que nos sirvan de base para nuestras propias deducciones, ya que el se limita a presentarlas, dejar que las observemos por un instante, para enseguida pasar a la siguiente, siendo la única pista ofrecida la concatenación de las diferentes situaciones que se nos van mostrando.

Y es que en realidad todo podría explicarse de forma natural, como ya he insinuado, pero es la presentación la que hace que busquemos un significado ulterior y más profundo a la separación entre padre e hija con la que se inicia el corto. Es simplemente que sabemos de la relación del mar con la muerte y especialmente del viaje por mar a tierras desconocidas e invisibles. Es también que los dibujos de Dukok de Wit evitan personalizar a sus personajes, convirtiéndolos en universales. Es también que el tiempo, el paso inexorable del tiempo y la cercanía de la muerte, se convierte en el tema del corto, no ya por que presenciemos el crecimiento y el envejecimiento de la hija que se ha quedado sólo, sino porque una y otra vez, la vemos adelantar a gente de edad, que suponemos se dirige a emprender el mismo viaje final que su padre, hasta que ella misma empieza a ser adelantada por las nuevas generaciones que habrán de tomar su relevo.

Es también, por último, porque al final, justo al final, lo ordinario se convierte en maravilloso y se culmina con una enigma, dejándonos sin respuestas a todas nuestras preguntas.



Y como siempre les dejo con el corto, para que lo disfruten

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