jueves, 29 de abril de 2021

Las nieblas de nuestro medievo (III)

Lo mejor era mantener e intensificar la estrategia del hambre. Ordeno pregonar ante las murallas que todo aquel que osara salir de la urbe sería quemado vivo. Desde ese punto, emergió el Campeador más sanguinario y brutal, que aplicaba medidas extremas contra todo aquel que consiguiese apresar. Cumplió sus amenazas y mandó a la hoguera a algunos ante los ojos de todos; ciertos días, llegó a quemar hasta a diecisiete personas. A otros los arrojaba a perros para que los despedazaran vivos. Los que lograban escapar de este destino atroz era porque resultaban capturados sin que lo supiera Rodrigo y eran enviados a «tierra de cristianos» para ser vendidos allí como esclavos, sobre todo jóvenes y mujeres vírgenes. Si tenía conocimiento de que algún reo tenía parientes ricos en Valencia lo torturaba colgándolo en los alminares de las mezquitas de fuera de la villa y apedreándolo allí mismo. Algunos musulmanes de Alcudia cuando entendían que aquellos correligionarios estaban a punto de morir, solicitaban que fueran liberados y que les permitiesen vivir con ellos en el arrabal.

David Porrinas González. El Cid, Historia y mito de un señor de la guerra.

Hablar de El Cid es una tarea difícil. Al contrario que otros personajes históricos, permanece vivo en la memoria popular, aunque sea en forma de leyenda. El debate, por tanto, no queda restringido a los círculos académicos, en términos casi incomprensibles para los legos, sino que afecta e involucra creencias aprendidas durante la infancia, inseparables de la propia personalidad. Tanto peor cuanto el Cid ha adquirido, a lo largo de la historia, tintes de mito fundacional, encarnación de las esencias de un país, bandera en torno a la cual reunirse para defenderse del enemigo.

En ese sentido, como bien señala David Porrinas en el último capítulo de su excelente libro sobre El Cid, es válido y pertinente realizar un ejercicio de metahistoria, Ya desde el mismo momento de su muerte, en 1099, comienza un proceso de mitificación, de inclusión de elementos bigger than life, evidente incluso en las mismas crónicas contemporáneas y que alcanza su primera cumbre literaria con el Cantar del Mío Cid, escrito hacia 1200. Una datación que, al modo postmoderno, nos ofrece una pista sobre lo que realmente estaba contando esa obra anónima: si las andanzas de El Cid tenían lugar en tiempo de la amenaza almorávide, el poeta del Mío Cid era contemporáneo del ascenso de los almohades. 

domingo, 25 de abril de 2021

Meta(pre)historias

Reproducción de un bisonte de Altamira


En el MAN, Museo de Arqueología Nacional, se puede visitar una exposición de título Arte prehistórico, de la roca al museo. La muestra parte del centenario de otra exposición, la Arte Prehistórico Español de 1921, para realizar un ejercicio metahistórico. Tanto trazar los diferentes hitos en la apreciación de los objetos de arte prehistórico, ya sean rupestres o muebles, como en el modo en que éstos han sido divulgados al gran público. No sólo en 1921, sino en las décadas siguientes, a medida que el MAN se constituía, ampliaba y estructuraba, como es el caso de la reproducción de las cuevas de Altamira en los jardines del museo.

Estas indagaciones no son baladíes: lo que nosotros llamamos arte puede que no lo fuera para nuestros antepasados. Desconocemos por completo el significado que las gentes del paleolítico -y del neolíticos- daban a estos objetos, al tiempo que ignoramos las motivaciones que les llevaban a crearlos y en qué contexto -y por quién- se usaban. Es más, en el siglo que media entre 1921 -año de la exposición que se celebra -y 2021 -fecha de la que la celebra - nuestros parámetros culturales se han modificado por completo. Lo que valoraban -y proyectaban- los españoles de hace un siglo en estos objetos no es lo mismo que lo que hacemos nosotros. No ya porque sepamos más, en nuestro presente del siglo XXI, que los estudiosos de inicios del siglo XX, sino porque nuestras apetencias artísticas poco tienen que ver con las de ellos. Un ejemplo, en otro ambiente cultural, sería el caso de los frescos minoicos descubiertos por Evans: en su reconstrucción se filtraron -consciente o insconscientemente- rasgos de ese metaestilo que conocemos por Art Nouveu.

domingo, 18 de abril de 2021

Arts is politics

Collage de León Ferrari
 

La semana pasada pude acercarme por el Reina Sofía, donde coincidían tres exposiciones muy interesantes. Por desgracia, la que más me llamó la atención, dedicada al argentini León Ferrari, estaba en sus últimos días, así que no podré revisarla de nuevo. No quiere decir que las otras dos, centradas en la figura de la artista sueca Charlotte Johannesson y el arte marroquí de 1950 a 2022,  fueran de menor calidad, sólo que la de Ferrari fue la que más me impresionó. Lástima que, dadas las circunstancias, no se haya sacado catálogo que sirva de referencia y recuerdo

Comenzando por el artista argentino. La bondadosa crueldad lo describe como un creador eminentemente político, cuya acción en ese campo lleva, por necesidad, al escándalo y la censura. Tanto más cuanto que sus tiros van dirigidos hacia la religión, aún pieza central en la vida social de los países latinoamericanos. Cualquier crítica, cualquier asomo de sátira, es tomado allí como un ataque contra la fe, como blasfemia, propiciando reacciones violentas que poco difiere de las de los islamistas radicales. Por ejemplo, entre quienes promovieron una campaña contra una de las exposiciones de Ferrari se hallaba el actual Papa Francisco, quien presume ahora de posiciones progresistas... y es atacado por ello por la carcundia.

domingo, 11 de abril de 2021

Las nieblas de nuestro medievo (y II)

Ellos solos conocen las estratagemas para introducirse en castillos y ciudades bien guardadas. Estrictamente unidos, codo con codo -sólo son vulnerables en desbandada o en marcha- construyen una fortaleza viviente en medio de la batalla, un muro inquebrantable, erizado de picas, un abrigo seguro donde puedan refugiarse los señores que les pagan, para así recobrar el aliento, y de donde salen los dardos que, matando los caballos, dislocan las cargas contrarios. La presencia de estos partidarios de Satán introduce el desorden en el seno de las guerras más justas, dificulta el lance regular, leal; todas las reglas se tornan hueras puesto que no hay defensa que les resista, ni armaduras ni murallas, y son capaces de acosar a la caballería en sus refugios más seguros. En realidad, envenenan la cristiandad: la corrompen de igual modo que los heréticos.

Georges Duby, El domingo de Bouvines.

Dos consideraciones. Es cierto que esta serie de entradas está dedicada a nuestro medievo, por lo que una mención a la batalla de Bouvines de 1214 -narrada además por un historiador francés- quedaría fuera de lugar. Sin embargo, al inicio del siglo XIII se libran tres batallas campales -las Navas en 1212, Muret en 1213 y la propia Bouvines- que tienen una importancia capital en la historia Europea de la Baja Edad Media: van a reconfigurar el mapa político europeo, sancionar tendencias de largo plazo o resolver conflictos que se arrastraban desde generaciones, sin olvidar la rareza que una batalla campal tiene en la  guerra medieval, no digamos ya tres tan seguidas. En el caso de Bouvines, esa batalla va a poner punto final al  conflicto secular entre los Plantagenet normando-ingleses y los Capetos de la Île-de-France. Los Capetos y el reino de Francia se erigirán como potencia europea, que afianzará su dominio sobre Normandía, Aquitania y Occitania, al tiempo que extenderá su control a Nápoles y Sicilia una vez que se extinga la dinastía alemana de Hohenstaufen.

Por otra parte, aunque reconozco su importancia e influencia, tengo muchos problemas con los libros de Georges Duby. Aunque recoge hechos y conclusiones muy interesantes, me da la impresión de que tiende a divagar: sus libros no tratan en realidad del tema propuesto en el título, sino que éste sirve como excusa para investigar lo que le interesa a Duby. En concreto, en este análisis de Bouvines, las causas y consecuencias de la batalla quedan difuminadas, de manera que parece surgir de la nada y disolverse en ella. En realidad, de lo que nos habla Duby es de un algo que en mi juventud se llamaba «mentalidad colectiva». Ese concepto hace referencia a la estructura ideológica de una sociedad, en la que todos somos educados y que determina nuestras acciones. Se establece así un circuito de realimentación, en donde una estructura socioeconónica crea unas ideas para sustentarse a sí misma -al modo marxista- pero donde ésas ideas modifican y transforman, a su vez, la misma estructura de la que surgen -en oposición al marxismo-.

jueves, 1 de abril de 2021

Sólo una matanza sin sentido (y III)

 En realidad, el espíritu de Hitler es un espíritu profundamente femenino; su inteligencia, sus ambiciones, su voluntad misma no tienen nada de viril. Es un hombre débil que se refugia en la brutalidad para ocultar su falta de energía, sus sorprendentes flaquezas, su egoísmo mórbido, su orgullo sin recursos. Algo que tienen todos los dictadores, uno de sus rasgos característicos en su modo de concebir las relaciones entre hombres y acontecimientos es la envidia: la dictadura no es sólo una forma de gobierno, es la forma más completa de la envidia, tanto en lo político, como en lo moral y lo intelectual. Como todos los dictadores, Hitler se deja guiar más por sus pasiones que por sus ideas. Sus relaciones con sus antiguos partidarios, esas tropas de asalto que lo han seguido desde el primer momento, que le han permanecido fieles en las desgracia, que han compartido con él humillaciones, peligros, cárcel y que han contribuido a su gloria y a su poder, no puede explicarse más que por un sentimiento del que únicamente se extrañarán los que ignoran la naturaleza especial de los dictadores, su psicología violenta y tímida. Hitler siente envidia de los que le han ayudado a convertirse ne una figura de primera línea en la vida política alemana. Teme su orgullo, su energía, su espíritu combativo, esa voluntad valerosa y desinteresada que hace de las tropas de asalto hitlerianas un peligroso instrumento para la conquista del estado.

Curzio Malaparte, Técnicas de golpe de estado.

En la trayectoria política de Malaparte, este libro tiene una importancia capital. Publicado en 1931, sus comentarios despectivos contra Adolf Hitler, futuro dictador de Alemania -e indirectamente contra el propio Musolini- le granjearon la inquina perpetua del partido Nazi. Cuando se hicieron con el poder, cada viaje de los jerarcas alemanes a Italia acarreaba arrestos carcelarios para Malaparte, que poco a poco se fueron haciendo cada vez más largos, culminando con destierros. Como resultado, la decepción de Malaparte con el rumbo del fascismo mussoliniano se transformó en oposición abierta. Tras la rendición italiana en 1943, Malaparte se pasaría al bando aliado para luego, en la postguerra, militar en las filas comunistas. Curiosa evolución para quien había sido un fascista convencido, de los primeros en unirse al movimiento, e intelectual mimado por el régimen de Mussolini.

Técnicas de golpe de estado se ha visto rodeado de una aureola de libro antifascista que tiene bastante de falsa. Es cierto que hay un ataque directo contra Hitler, pero es más bien contra los métodos que estaba utilizando en su toma del poder: electorales y parlamentarios, a largo plazo, frente a las técnicas relámpago que habían encumbrado a Mussolini. Malaparte se embarca así en un estudio de la formas violentas de conquistar el poder de forma, pero no mediante una revolución, sino mediante un golpe de estado. ¿La diferencia? La revolución implica masas, es decir, un levantamiento popular que triunfa sobre el poder del estado por la fuerza del número, al abrumar a las fuerzas represivas. El golpe de estado, por el contrario, es obra de una minoría, que consigue tomar los centros neurálgicos del poder, para poder así paralizar al estado y doblegarlo a su voluntad.

lunes, 29 de marzo de 2021

Mecanos

 

He acudido a la muestra El universo de Jean Prouvé, sin saber qué me iba a encontrar. Tampoco tenía un conocimiento previo de quién era Jean Prouvé o de su lugar en el complejo mundo del arte del siglo XX. Mi única pista era el subtítulo de la muestra -Arquitectura, Industria, mobiliario-, que me colocaba en el ámbito de la ingeniería y el diseño industrial. Dos mundos que me resultan muy cercanos, dada mi formación como ingeniero. Pues bien, me he llevado una agradabilísima sorpresa, tanta que creo que Prouvé va a formar parte de mis artistas favoritos. Por las razones que iré desgranando a continuación, pero también porque sus diseños, mobiliarios y arquitectónicos, me son muy familiares. Dada mi edad, algunas de sus creaciones formaban parte del mundo cotidiano de mi niñez, muestra de la influencia y repercusión de su obra

Lo he llamado artista, pero en realidad esa etiqueta es un tanto forzada. En realidad, Prouvé era un obrero metalúrgico -en francés ferrailleur, pero su traducción como herrero no me gusta-. En los años 20, montó un taller que, además de los encargos de forja, comenzó a fabricar una serie de muebles en madera y metal que tuvieron buena acogida. No tanto por su diseño, sobrio y funcional, sino por la industrialización de sus elementos constructivos. Prouvé concibió muebles compuestos de elementos estándar, fáciles de fabricar en serie y en masa, y ensamblados con un mínimo de elementos de unión, fáciles de montar y desmontar. Nos encontraríamos con un Ikea avant-la-lettre: muebles baratos al alcance de todos, que cualquiera pudiese instalar, pero con una vertiente social de la que carece la empresa sueca.

domingo, 28 de marzo de 2021

Las nieblas de nuestro medievo (I)

 El modelo de combatiente cristiano que lucha al servicio de un califa almohade como medio para ganarse la vida tiene en la figura de Gerardo Sempavo un «ejemplar» verdaderamente interesante. Son muchas las lagunas y dudas que tenemos en torno a esete personaje, pero todo permite pensar que se trata esencial mente de un «hombre de frontera» a caballo entre dos mundos, que hace de la actividad militar un modo de vida y un medio de promoción económica y social. Aparece en la escena política peninsular a mediados de los años sesenta del siglo XII cuando -aprovechando las dificultades que los Almohades tenían en la zona levantina para imponerse a Ibn Mardanis y en connivencia con el rey de Portugal- se hizo con el control de un buen número de fortificaciones y ciudades: entre 1165 y 1169 arrebató a los musulmanes Trujillo, Évora, Cáceres, Montánchez, Serpa y Jurumeña. En el último de los años citados estuvo a punto de conquistar el núcleo almohade más importante en la zona, Badajoz, y sólo la colaboración entre la guarnición norteafricana y las fuerzas de Fernando II de León -preocupado por el avance de la influencia lusa en la zona- consiguió detenerlo.

Francisco García Fitz, Las Navas de Tolosa

Les confieso que el Medievo peninsular es una época que me fascina. Sin embargo, comparado con otros periodos, mi conocimiento es muy fragmentario e imperfecto. Puede ser una ilusión mía, pero encuentro que es muy fácil conseguir información detallada de la Edad Media de otras regiones europeas, pero es bastante complicado hacer lo mismo en lo referente a la evolución de nuestros reinos peninsulares. Mas allá de la consabida retahíla de reyes y dinastías, la evolución política, social y cultural queda muy difuminada. En especial, las complejas relaciones entre las coronas hispanas y de éstas con el Islám, entidades que demasiadas veces quedan aisladas, encarceladas, en su propio entorno. Se transmite la impresión de que su historia se puede explicar sólo por sí misma, cuando lo contrario es la norma.

Gran parte de esta falta de información se debe a nuestra turbulenta historia contemporánea. El nacionalcatolicismo franquista utilizó los diferentes mitos fundacionales peninsulares, en especial los del reíno de Castilla, para justificar la legitimidad de su régimen, prefigurado desde la antigüedad más remota. Ese espejismo sigue demasiado vivo en nuestro presente, como parte del ideario propagado por ciertos partidos políticos y sus voceros intelectuales. Por otra parte, como reacción deformante, en los nacionalismos periféricos se han construido mitos similares de carácter local, tan endebles y tan influyentes como sus contrarios ideológicos. 

Por eso es de agradecer un libro como el de García Fitz, que toma un acontecimiento con fuertes connotaciones ideológicas, como Las Navas de Tolosa, para realizar un análisis transversal de las diferentes sociedades ibéricas en la segunda mitad del siglo XII. En los círculos nacionalistas antes citados, la batalla de 1212 entre cristianos y musulmanes se idealiza como cumbre de la reconquista, símbolo de la unidad de España y, de forma velada en nuestro presente, prueba fehaciente de la única religión verdadera. Sin embargo, todo ese ramaje ideológico oculta una realidad mucho más interesante: las múltiples relaciones que entrelazaban y separaban los reinos medievales, sin importar la religión de cada cual. En sus encuentros y desencuentros primaban mucho más los intereses políticos del momento que los ideales sacrosantos.

jueves, 25 de marzo de 2021

Solo una matanza sin sentido (II)

 Y de pronto vuelve a mi memoria aquéllo que he oído narrar desde que llegué a Laponia, aquéllo de lo que todos hablan en voz queda, como si fuera algo misteriosos (y sin duda lo es), aquéllo de lo que está prohibido hablar; vuelve a mi memoria aquéllo que he oído hablar desde que llegué a Laponia acerca de unos jóvenes soldados alemanes, unos Alpenjäger del general Dietl, que se ahorcan de los árboles en lo profundo de los bosques o que pasan días sentados a orillas de un lago contemplando el horizonte para después dispararse en la sien, o que, impelidos por una prodigiosa locura, casi una fantasía amorosa, deambulan por los bosques como animales salvajes y se arrojan a las aguas inmóviles de los lagos, o se echan a esperar la muerte sobre los lechos de líquenes al pie de los árboles agitados por el viente, y se dejan morir con dulzura en la soledad fría y abstracta del bosque.

Curzio Malaparte, Kaputt

En  la entrada anterior, les había esbozado la compleja trayectoria política y biográfica de Cuzio Malaparte, desde su militancia fascista de los años veinte a su comunismo de los años cincuenta. Sin embargo, no les había explicado aún de qué va su novela Kaputt, ni por qué ha supuesto una descubrimiento para mí. Digamos, de manera muy breve, que es la mejor novela sobre la Segunda Guerra Mundial que he leído, con el permiso de Los desnudos y los muertos de Norman Mailer. Aún más, lo que cuenta y el modo en que lo cuenta invalidan cualquier aproximación anterior, ya sea en literatura o en cine. Tras Kaputt, no es posible ver de la misma manera esos productos, en especial los hollywodenses, que de repente se tornan vacuos, vehículos de un patriotismo huero que fue, precisamente, una de las causas de esta segunda conflagración mundial.

Las razones de esta originalidad son múltiples. En primer lugar, Kaputt es producto de un hombre que ya estaba desengañado y que observa el conflicto sin muchas esperanzas. No se trata, por tanto, de un relato de descubrimiento, de toma de consciencia, sino de una constatación de hechos ya conocidos, como mucho sospechados. En segundo lugar, la posición de Malaparte no es la de un soldado de primera línea, sino la de quien en su condición de corresponsal, se mueve por la retaguardia y llega, como mucho a las inmediaciones del frente. No hay lugar, en su novela, para las heroicidades o las hazañas bélicas, pero sí para los efectos deletéreos de la guerra sobre la población civil o sus resultas  sobre quienes han dejado, temporalmente, de ser soldados: prisioneros, personal de retaguardia, militares de permiso o en retirada.

domingo, 21 de marzo de 2021

Sobrevivir

Hace unos meses les comenté el film de animación Les Hirondelles de Kaboul (Las golondrinas de Kabul, 2019, Éléa Gobbé-Mévellec y Zabou Breitman), película ambientada en tiempos del régimen talibán en Afganistán. A pesar de que me pareció una obra magnífica, pasó sin pena ni gloria por la cartelera, destino del que ya me quejé bastante en la entrada correspondiente. Mejor suerte corrió, unos años antes, otra película sobre el mismo periodo histórico:The Breadwinner (El pan de la guerra, 2017), dirigida por Nora Twoney. Esta diferencia en apreciación no tiene que ver sus calidades respectivas -ambas son obras muy notables-, sino más bien con la nacionalidad de la producción y el público al que va dirigida. The Breadwinner es un film hablado en inglés,  accesible directamente al público anglosajón, mientras que Les Hirondelles de Kaboul es francesa. Tampoco hay que olvider que Twoney fue codirectora, junto con Tomm Moore, de una película de gran fama: The Secret of Kells (El secreto de Kells, 2009), lo que hizo que esta nueva obra se esperase con mayor anticipación.

¿De qué trata The Breadwinner? Su narración transcurre al final del régimen talibán, justo antes del ataque de los EE.UU que lo derribó en 2001. Este hecho, sin embargo, es anecdótico en la trama y sólo surge de forma secundaria al final de la cinta, como catalizador dramático. El tema principal, al igual que Les Hirondelles de Kaboul, es el fanatismo integrista de los talibanes, que construyeron una dictadura teocrática sobre un país devastado tras más de dos décadas de guerra ininterrumpida. Una opresión que afectaba en especial a las mujeres, como ocurre con las tres protagonistas: una madre y sus dos hijas, que tras que su marido es detenido por los talibanes, se ven reducidas al nivel de parias. Sin poder salir a la calle, ya que no tienen un hombre que las acompañe, no pueden comprar comida, encontrar un trabajo o comunicarse con sus familiares. La única solución que encuentran es que la hija menor, todavía impúber, se corte el pelo y finja ser un niño.

El relato, no obstante, no se limita a ilustrar la maldad de los talibanes. Su régimen autoritario, cruel con todos los afganos, pero en especial con las mujeres, es más una amenaza constante, una tormenta que amenaza descargar, con toda su violencia, sobre las mujeres protagonistas. La película no es, por tanto, un rosario de atrocidades que acabe por desensibilizar al espectador, aunque éstas aparezcan a intervalos regulares. Esto estallidos de violencia suelen ocurrir fuera de plano y en ellos es  tan  importante la víctima como la constatación de que ese régimen despiados corrompe todo lo que toca. Convirtiendo, por ejemplo, a jóvenes casi niños en torturadores consumados, sólo porque así se lo dictan ideales sacrosantos y se les da acceso a un poder omnímodo. Les resulta, por tanto, casi imposible resistir la tentación de usarlo.

La historia, en realidad, es una de resistencia contra la obsesión destructiva talibán. Supervivencia personal y de los seres queridos, buscando por todos los medios esos resquicios que permitan escurrirse a la vigilancia y la represión de los fanáticos. Vivir un día más, volver a casa con comida, burlar a la autoridad, se convierte en una victoria, no menos resonante por muy callada y clandestina que sea. Combate que no sólo se restringe a los aspectos físicos, sino que se extiende al plano intelectual. Frente a la apisonadora ideológica talibán, empeñada en purificar el Islam y los musulmanes, eliminado todo lo tradicional que no responde a un ideal imaginado y falso, la protagonista, hija de un profesor, lucha a su manera, humilde e imperfecta, por reivindicar otro Afganistán: uno más tolerante, sabio y culto, en donde se cultivase la ciencia y las artes. En forma del cuento que narra a su hermano pequeño, tejido a lo largo de todo el metraje, contrapunto y refugio al horror en el que se halla sumida.

Realismo y fantasía se van alternando así durante toda la película, transiciones que serían muy arriesgadas en una película de imagen real, donde sonarían a falsas. En animación, sin embargo, resultan naturales, la idealización intrínseca a todo dibujo, a pesar del realismo con que se quiera plasmar, como es el caso, reduce el salto entre lo real y lo soñado, los torna vasos comunicantes. Así, una vez cruzado el umbral es sencillo -y lícito- entregarse a las florituras estéticas. Entre ellas, la capacidad de la animación para hacer visible los conceptos abstractos o resumier complejos procesos históricos en un par de símbolos. Sin perder, en el proceso, nada de su impacto emocional.

sábado, 20 de marzo de 2021

Sólo una matanza sin sentido (I)

 -Yo ya he perdido la costumbre de actuar -respondí-. Soy italiano. Después de veinte años de esclavitud, los italianos ya no sabemos actuar, ya no sabemos asumir responsabilidades. Como al resto de italianos, a mí también me han roto el espinazo. En estos veinte años hemos dedicado todas nuestras energías a sobrevivir. Ya no servimos para nada. Sólo sabemos aplaudir. ¿Quieren que vaya a aplaudir ante el general Von Schobert y el coronel Luppo? Si quieren, puedo ir hasta Bucarest para aplaudir al mariscal Antonescu, al Perro Rojo, si eso les va a ayudar. Más no puedo hacer. ¿O es que quieren que me sacrifique por Ustedes inútilmente? ¿Quieren que me sacrifique en plena plaza Unirii para defender a los judíos de Iasi? Si pudiera, me habría sacrificado en una plaza de Italia para defender a los italianos, Ni nos atrevemos a actuar, ni sabemos cómo hacerlo, ésa es la verdad -concluí girando la cabeza para ocultar el rubor de mi rostro.

Curzio Malaparte, Kaputt

El nombre de Malaparte pertenece, de siempre, a mis referencias literarias, a pesar de no haber leído, hasta ahora, ninguna de sus novelas. En mis primeras lecturas sobre la Segunda Guerra Mundial, una historia del conflicto con claro enfoque italiano, su nombre aparecía una y otra vez, siempre con las mejores referencias. No ha sido hasta el 2020 cuando al fin me he atrevido con  su obra, al leer en un suplemento cultural que se iba a publicar una nueva traducción de su novela Kaputt, partiendo base la versión más o menos definitiva, restaurada y corregida, del texto. La experiencia no ha podido ser mejor: ha sido otro de mis descubrimientos deslumbrantes del año pasado, con los que he podido sobrevivir a la locura de la pandemia. El impacto ha sido de tal magnitud que empecé a comprarme libros de Malaparte, en especial aquéllas inspiradas por otra locura, esta vez humana: la Segunda Guerra Mundial y el holocausto.

Malaparte es uno de esos escritores que no se pueden entender disociados de su biografía -en realidad obra y vida no se pueden separar en ningún caso, algún día les contaré mi opinión-. Sus dos obras mayores, Kaputt y La piel, se pretenden diarios novelados de las experiencias del escritor durante la Segunda Guerra Mundial. De hecho, Kaputt es una extensión/releboración de las crónicas periodísticas que el escritor enviaba desde el frente: Ucrania en el verano de 1941, Finlandia en el invierno de 1942-43, recopiladas luego en El Volga nace en Europa. Sin embargo, esta imbricación literatura-vivencias no se detiene ahí: para entender lo que nos cuenta Malaparte en esa novela, así como su rabia, radicalidad e hipérbole, es crucial entender la evolución política del escritor.