martes, 20 de abril de 2021

Los problemas de la adaptación

Guskō Budori no Denki (La vida de Budori Gusuko, 2012), dirigida por Gisaburo Sugii es un anime que me ha dejado bastante frío. Entre sus virtudes, el contar con ese brillante acabado que permite la animación por ordenador, por entonces no sólo herramienta insustituible en el proceso creativo, sino ya en su primera plenitud, que dejaba atrás tantos titubeos, fracasos y torpezas estéticas de la década anterior. Cuenta así, por tanto, con momentos esplendidos, pero todo el edificio no acaba de estar bien construido. Se notan demasiado las costuras entre sus secciones, lo que lleva a que la historia no fluya, a que sus elementos queden deslavazados. Sin olvidar un patinazo sentimental final que rompe la contención, un tanto fuera de lugar en nuestros tiempos, que había gobernado la historia hasta ese instante.
 
Sin embargo, tras verla, lo que me preocupaba era otra cosa: el problema de las adaptaciones. Budori Gusuko es una obra clásica de la literatura japonesa, escrita por Kenji Mijazawa, cuyos cuentos y novelas se han adaptado al cine y al anime en multitud de ocasiones. Un espectador japonés la habrá leído de niño, como parte de sus lecturas escolares, o conocerá su argumento, aunque sea a grandes rasgos. El espectador occidental, por el contrario, ignorará todo por completo. Será incapaz de apreciar si la adaptación es libre o fiel, o si los posibles defectos que aprecia en la película vienen impuestos ya de origen por la obra literaria.
 
Por ejemplo, leyendo la información disponible en wikipedia hallo que  Budori Gusuko es una colección de cuentos que recogen escenas aisladas de la vida del protagonista, lo que explicaría esa estructura fragmentada de la película. Sus creadores no habrían sabido limar esas aristas, para construir unas transiciones mas suaves que evitasen las bruscas detenciones y arranques que la lastran. ¿Miedo a modificar un material de carácter casi sacrosanto? Sí, pero también un defecto del audiovisual moderno. Con demasiada frecuencia las adaptaciones  se reducen a simples fotocopias, puesto que el aficionado reacciona con violencia ante los cambios más mínimos, aunque se trate de correcciones requeridas por la transición entre medios o corrijan errores evidentes en el material original.

¿Exagero? No lo creo. Más o menos por esa época seguí una serie -cuyo nombre no voy a revelar- que adaptaba una novela visual de fama en esos años. Para embutirla en 12 episodios -y aún así quedó incompleta- se cortaron muchos incidentes, incluso tramas enteras. Ante ese sacrilegio, los fans publicaron en youtube vídeos, indicando cómo debería ser la adaptación ideal: la que contuviera hasta la última coma. Como pueden imaginar el resultado era estático, reducido a meras estatuas parlantes, sin tensión ni emoción alguna. Pero eso sí, tenía todo lo que los fans querían ver, aunque la mayoría, para un extraño al fenómeno, no fuera más que relleno. Por el contrario, a pesar de sus muchos supuestos defectos, la adaptación animada fluía mucho mejor, tenía un ritmo interno y conseguía ser verosímil.

No estoy diciendo que esto ocurra con la adaptación de Guskō Budori no Denki. Es una obra digna, con el acabado que se esperaría de los medios actuales, pero sin alma alguna. Una pena, porque esa aproximación medrosa impide aproximar, hacer presente, el mensaje de Mijazawa a una generación joven, alejada por casi un siglo de lo que él concibió. Su Guskō Budori no Denki describe una civilización avanzada, capaz de controlar los muchos volcanes que plagan su territorio, pero incapaz de luchar contra un cambio climático que amenaza con exitinguirla. Un paralelismo que es aún más pertinente ahora, cuando el calentamiento global está minando las bases de nuestro desarrollo, que en tiempos de Mijazawa.
 
Riesgo y condena que en  Guskō Budori no Denki se conjura mediante el sacrificio de una persona anónima. Alguien que nunca llegó a destacar, pero que hizo signo de su vida el conformarse con el mínimo necesario, además de ayudar a cualquiera que estuviera en dificultades. En claro contraste con el egoísmo suicida, el divismo esterilizador que se han convertido en los objetivos confesos de nuestras élites. Ésas mismas que nos están llevando al abismo.

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