Aber Johann hat ein drittes Eisen im Feuer. Ebenfalls 1487 schickte er zwei Späher aus, die als Moslem verkleidet die Islamische Barriere überwinden sollten. Das Florentiner Bankhaus Marchioni war an der Finanzierung des Unternehmens beteiligt. Alfonso de Paiva hatte Briefe an der Priester Johannes dabei, den man inzwischen mit der Negus im Abessinien identifizierte. Pero da Covilha, ein sprachenkundiger Abenteurer, den man heute wohl als berufsmäßigen Geheimagenten bezeichnen wurde, sollte Indien erkunden. In Kairo trennten sich; de Paiva starb bald danach. Da Covilha fuhr auf den Seeweg nach Indien, erkundete die Malabarküste und das Gewürzgeschäft auf das genaueste und muss auf dem Rückweg den Persischen Golf und die afrikanische Ostküste besucht haben. Denn im seinen Bericht, den er 1490 von Kairo aus durch einen Juden, der im Auftrag des Königs auf ihn wartete, nach Lissabon schickte, betonte er, dass Sofala (im heutigen Mosambik), wohin er gelangt hat, von Guinea auf dem Seeweg rund um Afrika erreicht werden konnte. Dann ging Covilha nach Äthiopien, wo er zu hohen Ehre, einer Ehefrau und zahlreichen Kinder gelangte, aber bis zu seinem Ende festgehalten wurde.
Wolfang Reinhard, Die Unterwerfung der Welt (El sometimiento del mundo)
Pero Juan (II de Portugal) tenía una tercera prioridad. En todo caso, en 1487 envío dos exploradores, disfrazados como Musulmanes, para que cruzasen la barrera islámica. La banca florentina Marchioni participó en la financiación de la empresa. Alfonso de Paive llevana cartas para el Preste Juan, quien se identificaba ahora con el Negus de Abisinia. Pero da Covilhn, un aventurero políglota, quien ahora sería similar a un experto agente secreto, debía explorar la India. En el Cairo se separaron y de Paiva murió al poco. Da Covilha siguió las rutas marítimas hasta la India, exploró con detalle la costa de Malabar y el comercio de las especias y debe haber visitado a la vuelta el Golfo Pérsico y la costa este de África, puesto que en su informe, enviado en 1490 del Cairo a Lisboa por mediación de un Judio que le esperaba allí por encargo del rey, señala que Sofala, en el actual Mozambique, ciudad que había visitado,. puede ser alcanzada desde Guinea navegando alrededor de África. Después de esto, Covilla marchó a Etiopia, donde con gran honor, consiguió esposa y muchos hijos, pero permaneció retenido hasta su muerte.
Cuando se comparan los Imperios marítimos de España y Portugal, fundados ambos a primeros del siglo XVI, llama la atención el carácter cataclísmico del primero. En apenas 50 años, de 1490 a 1540, el dominio español sobre gran parte del continente americano, en El Caribe, México, Panamá y Perú, estaba afianzado. En los cuarenta años siguientes, la propia inercia de la conquista llevaría a una segunda expansión hacia Chile, Argentina, Colombia, Venezuela, Centroamérica y Florida - y cruzando el Pacífico hacia las Filipinas - donde definitivamente se detendría hacía 1580. Por otra parte, al contrario que esa ley que nos dice que el tiempo de construir un imperio es proporcional a su longevidad, ese dominio perduraría durante más de dos siglos y medio, hasta 1810 y las guerras de Independencia. Incluso casi otro siglo más en Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
Ningún Imperio Europeo ha tenido esa longevidad, ni ha dejado una huella duradera en las tierras ocupados, a menos que estos estuvieran escasamente poblados, como EEUU, Canada, Australia o Nueva Zelanda. En el caso del imperio portugués contemporáneo en Asia - dejemos Brasil a un lado, por ahora -, llama la atención que tomó casi un siglo el lograr la circunnavegación del continente africano, desde los primeros intentos de Enrique el Navegante hacia 1400 hasta la arribada de Vasco de Gama a Calicut, en la India en 1498. Ese siglo de preparación se corresponde con un siglo de dominio indiscutido en solitario de Portugal sobre el océano Índico - y luego parcialmente en el Mar de la China Sudoriental y en las Molucas - hasta la irrupción de los comerciantes holandeses hacia 1600. Una supremacía que, no se olvide, era muy tenue y frágil, puesto que se limitaba al control de las vías de comunicación navales y la ocupación de algunos puertos estratégicos, como Goa, Ormuz o Malaca.
El balance, por tanto, estaría en contra del Imperio portugués y a favor del castellano, pero esta conclusión es equivocada, engañosa e injusto.
La situación empeoraba al cruzar el Ecuador, puesto que los vientos soplaban en contra de un barco que pretendiese llegar a África. Un marinero que quisiese alcanzar esa costa y luego doblar el cabo de nueva Esperanza, debía adentrarse en el Atlántico, llegar casi a la costa de Brasil y realizar otra volta que le permitiese marchar hacia el Este. Una ruta retorcida que necesitaba trazarsse a base de pruebas y errores, y que llevó luego, una vez establecida, al descubrimiento de Brasil por Cabral en 1500. Una vez doblado el Cabo de Buena Esperanza y llegado al Índico, quedaba aún un último obstáculo: los vientos monzónicos obligaban a que sólo se pudiese navegar hacia la India desde África en verano, mientras que el retorno sólo podía realizarse en invierno. Un viaje ida y vuelta desde Portugal suponía así un trayecto de casi un año, tanto por los desvíos impuestos por las diferentes voltas atlánticas, como por la necesaria sincronización con los monzones.
Descubrir todo ese sistema de navegación, bien por exploración directa naval, bien por el uso de espías - como en el fragmento citado - llevó a Portugal los tres primeros cuartos del siglo XV. No es de extrañar, por tanto, que a la hora de navegar hacia las míticas Catay y Cipango en 1492, Colón fuera ya a tiro hecho, utilizando la volta atlántica descubierta por los portugueses para llegar a América y volver luego a Europa, sin demasiadas incidencias y en menos de un año. Por otra parte, el océano Índico en el que los Portugueses realizaron su expansión asiática no era un espacio vacío, al contrario que el Atlántico. En esas aguas de oriente, el Islám había creado una tupida red de rutas comerciales que conectaban África Oriental con Indonesia, utilizando la India y Ceilán como nudo de comunicaciones, llegando incluso alguna de sus conexiones hasta Egipto, Mesopotamia, China y Japón.
Sobre este tejido ya existente, los portugueses construyeron su Imperio marítimo en apenas unas pocas décadas. Lo notable es que pudieran hacerlo con unos recursos ínfimos y con dificultades de aprovisionamiento extremas, compitiendo además con los comerciantes locales, hasta conseguir un control casi hegemónico sobre esas aguas. De hecho, durante el siglo XVI, en las costas de ese océano surgieron imperios, el Otomano, el Safavida persa y el Mogol Indio, que podían perfectamente acabar con ellos de un papirotazo. Sin embargo, estos imperios eran terrestres. Normlamente no se preocupaban por lo que pudiera ocurrir en los mares, siempre y cuando sus suministros de artículos de lujo estuvieran garantizados o se les pagase los tributos correspondientes. Sólo el otomano realizó un breve intento por quebrar la hegemonía portuguesa, pero sin llegar a culminar a pesar de los éxitos iniciales, ni tener continuidad en campañas sucesivas. Los portugueses sólo tuvieron que enfrentarse así a ciudades en intereses independientes, a las que mantenían a raya utilizando la vieja estrategia del palo y la zanahoria. Manteniéndolas divididas entre sí, acordando tratados ventajosos con algunas y utilizando el poder militar con otras. Una violencia, la de las armas, que se aplicaba con un rigor extremo, que recuerda la política de las cañoneras del imperialismo del siglo XIX.
La debilidad estructural de los portugueses se muestra porque en un ámbito próximo, el del Mar de la China, donde potencias como China y Japón sí tenían una marina de guerra y estaban decididas a utilizarla, tanto los portugueses como los occidentales que les sucederían, españoles, holandeses e ingleses, no consiguieron substituir ni eliminar, mucho menos controlar, el comercio realizado los naturales. Es sintomático el caso de Manila, en donde arribaban los juncos chinos para comerciar con los españoles, y esto a través de la populosa colonia china de esa ciudad, más numerosa que la de los conquistadores españoles, de manera que no se sabía realmente quién era súbdito de quién. La vulnerabilidad portuguesa viene también indicada por el modo en que su imperio asiático se derrumbo en el siglo XVII. No por la intervención de turcos, persas o indios, sino por la intromisión de un competidor Europeo, los holandeses, con los mismos problemas de recursos y suministros, y que creo una red paralela de puertos de apoyo y factorías comerciales, desde la que comenzó una guerra sin cuartel contra los portugueses, hasta dejarles reducidos a Goa, Macao y algún emplazamiento en Mozambique.
Pero la expansión holandesa necesita de otra entrada para sí sola, porque con ella, entramos ya en lo que se podría llamar la "modernidad"
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