Como todos los domingos, continúo mi con revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de Asparagus (Espárrago), corto realizado en 1978 por la animadora estadounidense Suzan Pitt.
Normalmente, cuando se piensa en animación norteamericana, los nombres que vienen a la cabeza son los de Disney y Pixar. El primer estudio, por haber creado un canon clásico al que (supuestamente) debe ajustarse toda producción animada, y que consiste en aunar la mayor perfección técnica con el más completo vacio ideológico, de manera que no se asuste a los grupos familiares que forman su público potencial. El segundo estudio, por haber creado un canon moderno, que rige cómo y de qué manera debe utilizarse la técnica revolucionaria de la animación 3D, sin que esto implique se su uso sea menos conformista o comercial.
Esta preeminencia de ambos estudios en la memoria popular y crítica ha provocado que olvidemos otras corrientes de esa misma animación. En concreto, la larga tradición experimental/independiente que comenzó en los años sesenta y continúa hasta la actualidad. Una rama a la que pertenece Suzan Pitt y cuyos autores se caracterizan, no por un estilo común, sino por su afán de conectar esta forma de la cinematografía tanto con los estilos más avanzados cultivados en otra parte del mundo, como con las corrientes vanguardistas del resto de las artes. Hacer de la animación, por tanto, un arte de pleno derecho, borrando definitivamente de su nombre adjetivos como infantil, familiar o comercial.
De Pitt ya les he hablado con ocasión de Jefferson Circus Songs, corto realizado con la técnica de la Pixilation y de significado especialmente críptico, en ocasiones apenas una sucesión de imágenes surreales sin conexión entre ellas. Asparagus también hace uso de las técnicas del surrealismo, pero amplia su ámbito técnico, incluyendo stop-motion, cut-outs y animación tradicional, además de mostrarse mucho más comunicativo hacia su público, al que intenta transmitir un claro mensaje político, estético y personal.
Como el propio título hace sospechar - y las primeras imágenes confirman - el sexo ocupa un lugar central en ese mensaje del que Pitt quiere hacernos partícipes. Una sexualidad cuya experiencia y práctica se revelan fundamentales a la hora de vivir en este mundo, inundando y conformando nuestra existencia, e incluso condicionando y permitiendo la propia creación artística. Sin embargo, esta cotidianidad y ubicuidad de la experiencia sexual es un tabú social, un secreto a voces del cual no nos está permitido hablar, ni siquiera reconocerlo, obligándonos, como muestran las imágenes del corto, a vivir permanentemente encerrados dentro de nosotros mismos, único lugar donde se nos permitirá su encuentro, su conocimiento, su goce.
Fuera de allí, ese tabú es inquebrantable. Si salimos al exterior, habrá que vestir una máscara, como le ocurre al personaje-reflejo de Pitt, de quien jamás se nos dejará ver su rostro. Allí, a la intemperie, esas pulsiones que nos obsesionan, deberán ser satisfechas de forma codificada, en cuyo comercio quede bien claro y evidente la suciedad y la sordidez de los tratos a los que nos entregamos. Una simulación que se extiende por contagio, a todos los placeres, incluso los más inocentes, especialmente los más exaltados, que deberán ser comunicados, compartidos de la forma más inocua posible,
Así ocurre en el cine que visita la protagonista: un lugar aséptico y desinfectado donde nada puede sorprender o maravillarnos, a pesar de todas las promesas que figuren a la entrada. Un espacio donde el compromiso del artista, el otro factor que permite seguir viviendo a la protagonista, le lleva realizar un auténtico acto de terrorismo cultural: subvertir el espectáculo codificado, intranscendente y banal al que asiste la sociedad toda, incluyendo en él de manera clandestina los sueños, las alucinaciones y las revelaciones que ella encontró en su soledad exploratoria.
No les entretengo más. Como todos los domingos, les dejo aquí el corto para que lo disfruten. No se asusten de su dificultad, que es sólo aparente, y piensen que valen más estos veinte minutos de laberinto, que decenas de horas de clichés disneyanos o pixarianos.
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