Como todos los domingos, continúo mi con revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de Aos pedaços (En trozos),
realizado en 1988 por el animador brasileño Guilherme Marcondes, de quien ya habíamos comentado Tyger.
Tanto Aos pedaços como Tyger son buenos ejemplos de como el uso del ordenador permite crear resultados imposibles de obtener con medios tradicionales, sin que esto signifique encerrarse en un fotorrealismo que se extingue en reproducir la realidad al milímetro, o en crear demos tecnológicas que quedarán invalidadas al año siguiente, cuando se saquen al mercado máquinas más potentes o algoritmos más refinados. De hecho, Tyger utilizaba los avances de la técnica para negar su propia omnipotencia e irreversibilidad, al fabular con un levantamiento del espíritu de la naturaleza que forzaba a la humanidad a una regresión a un estado premoderno y prehumano, mostrando así lo tenue y frágil que es el barniz que cubre nuestras civilizaciones.
Aos Pedaços no es tan voluntariamente político y ni siquiera lo intenta. Pertenece a un subgénero de la animación que se conoce como microanimación y que, como los microrelatos, intenta expresar una idea en el mínimo tiempo y espacio posible, normalmente por debajo del minuto de duración. Obviamente, este reto suele suponer un obstáculo casi insalvable desde el punto de vista narrativo - aunque si evita esos cortos de anécdota estirada o que se deshacen a mitad de su duración -, de manera que si el animador quiere triunfar en él debe olvidarse de la trama, procurando destacar en otros aspectos: los estéticos y formales.
Por suerte, como ya sabrán, la diferencia entre la animación y otras formas de la cinematografía, es que esta forma sólo necesita un requisito para justificar su existencia: la recreación del movimiento, alcanzando ese difícil equilibrio entre conseguir hacerlo verosímil mientras traiciona completamente su literalidad - ¿o deberíamos decir su visualidad/imaginalidad? -. No es que Marcondes intente esto en Aos Pedaços, claramente ambientado en un mundo irreal e imposible, pero sí se preocupa porque cada movimiento refleje claramente el estado anímico de sus personajes: la frustración, la impaciencia, la ira, la envidia, el odio y la derrota. Sólo con ademanes y lenguaje corporal, mientras que las expresiones faciales sirven de mera confirmación visual.
Es en esa recreación del movimiento, donde entra una segunda recreación, más sutil, pero no menos importante. Marcondes está realizando una mezcla de diferentes técnicas, la animación tradicional, el cut-out (la animación de recortes) y la pixilation, métodos muy diferentes, casi incompatibles, cuya conciliación es sólo posible mediante el ordenador. Y éste es el mejor elogio que se le puede hacer a esa herramienta imprescindible: haber conseguido derribar los muros y las fronteras entre las diferentes formas animadas, incluso crearlas sin utilizar sus técnicas. Permitir, a aquellos que tengan el suficiente talento como para horadar los nuevos tabiques, el cruce de unas a las otras sin prevenciones ni reparos, reunirlas en un mismo lugar, hacer realidad los sueños de precursores e innovadores de antaño.
No les entretengo más. Como siempre, les dejo aquí el corto. Disfruten de esta pequeña gema y piensen en cuantos caminos han quedado abiertos, pero que nadie transita.
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