Como todos los domingos, continúo con mi revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de Toshi o Totta Wani (The old crocodile, en traducción inglesa, o El cocodrilo entrado en años, en española),
realizado en 2005 por el animador japonés Yamamura Koji.
Normalmente, cuando se habla de animación japonesa, lo primero que viene a la cabeza es el anime, en cualquiera de sus múltiples manifestaciones. Con esta relación, se suele olvidar que el Japón es también la patria de una animación experimental/vanguardista que suele pasar desapercibida para el aficionado normal, aunque cuente con figuras esenciales como Yoji Kuri, Kawamoto Kihachiro o el mismo Yamamura Koji. Yamamura, de quien nos ocupamos hoy, es un autor de cortos animados bastante prolífico que lleva en activo desde 1987 y cuyo estilo puede caracterizarse curiosamente por no tenerlo.
No quiere decir que sea un autor ecléctico o camaleónico, ni que haya sido incapaz de definirse o asentarse. Más bien que cada una de sus obras es concebida como un reto, en donde se se ve obligado a buscar una nueva manera de expresión estética, incluso desde el punto de vista técnico, como demuestra que sea uno de los pocos animadores que ha sido capaz de simultanear la 2D con la animación fotograma a fotograma. En el caso de Toshi o Totta Wani, el problema al que se enfrentaba Yamamura era como trasladar a imágenes un cuento francés de primeros del siglo XX, siendo fiel hasta el facsímil a las ilustraciones originales del autor, Léopold Chauveau, quien escribió el cuento en 1923.
La narración original aparenta ser un cuento para niños, con sus ritmo narrativo que jamás se apresura, ocurra lo que ocurre, sino que describe cada uno de sus elementos con el mismo detalle e intensidad. Sin embargo, el contenido es obscuro y sombrío, más propio de la narración adulta o al menos, no de lo que hoy permitiríamos ver a un niño. Se trata de un viejo cocodrilo, el mismo del título, que en su vejez paralizante no encuentra otra manera de mantenerse en vida que devorando a familiares y amigos. Especialmente aquellos más cercanos y más atentos con él.
Lo turbador del corto y de la historia de Chauveau, no está en esa historia de traición y canibalismo, sino el desapego moral con que se nos narra. Sabemos - y el cuento lo subraya una y otra vez - que no hay nada admirable ni positivo en el cocodrilo protagonista, que su egoísmo no conoce límites, que su perfidia es insondable, pero aún así ni el cuento ni el corto abandonan su posición de neutralidad. Ni en la narración ni en su expresión en imágenes, que nunca aceleran su ritmo, que nunca intentan introducir efectos visuales que nos fuercen a sentir y a juzgar. Muy al contrario, incluso llegan a tornar simpático al monstruo cuyas peripecias seguimos, llegando incluso a regalarle un final feliz, donde sus deseos - y su impunidad - se ven colmados.
Toshi o Totta Wani se imbrica así en una constante de la producción de Yamamura, la utilización del relato popular y del cuento de hadas como material de partida. Una adaptación que no significa aguar o desvirtuar el contenido, sino aceptarlo en toda su dureza original, incluyendo ese horror primigenio que anida en toda narración infantil, utilizada para que los niños sientan miedo del mundo y no se dejan arrastrar en sus exploraciones infantiles. Porque el mundo es peligroso y si no se adentra uno en él con precaución, la desgracia, incluso la muerte, están aseguradas. Algo que hemos olvidado en nuestra cultura de melindres y ceguera.
No les entretengo más. Como siempre les dejo aquí el corto. Obra mayor de un animador mayor. Profundamente turbadora e inolvidable, muy muy lejos de lo que pensamos es la animación.
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