martes, 21 de abril de 2015

Belleza y compromiso

Dans les rues de la ville il y a mon amour. Peu importe où il va dans le temps divisé. Il n'est plus mon amour, chacun peut lui parler. Il ne se souvient plus; qui au juste l'aima?

Il cherche son pareil dans le voeu des regards. L'espace qu'il parcourt est ma fidélité. Il dessine l'espoir et léger l'éconduit. Il est prépondérant sans qu'il y prenne part.


Je vis au fond de lui comme une épave heureuse. A son insu, ma solitude est son trésor. Dans le grand méridien où s'inscrit son essor, ma liberté le creuse.


Dans les rues de la ville il y a mon amour. Peu importe où il va dans le temps divisé. Il n'est plus mon amour, chacun peut lui parler. Il ne se souvient plus; qui au juste l'aima et l'éclaire de loin pour qu'il ne tombe pas?


Allégeance, René Char

En las calles de la ciudad, se halla mi amor. Poco importa a donde va en su tiempo aparte. Ya no es mi amor, cualquiera puede hablarle. Ya no se acuerda; ¿quién lo ama ahora?

Busca su igual en la promesa de las miradas. El espacio que recorre es mi fidelidad. Dibuja la esperanza y la conduce ligera. Es dominante sin tomar parte.

Miro en su fondo como en un pecio dichoso. Sin saberlo, mi soledad es su tesoro. En el gran meridiano donde se inscribe su ascenso, mi libertad lo ahonda.

En las calles de la ciudad, se halla mi amor. Poco importa donde va en su tiempo aparte. Ya no es mi amor, cualquiera puede hablarle. Ya no se acuerda; ¿Quién lo ama ahora y lo ilumina de lejos para que no caiga?

Como sabrán los lectores de este blog, he llegado a medio dominarme en varios idiomas.  No es ya que sirvan para comunicarme con los hablantes de esas nacionalidades y hacer negocios en este mundo en el que lo único que importa es el beneficio monetario. No, lo auténticamente importante es que suponen la puerta de entrada a sus literaturas, al amplio mundo de su historia, su cultura y su pensamiento. Y si hablamos de literatura, o de expresión escrita en general, hay dos niveles cuya comprensión constituye el máximo al que se puede aspirar, la prueba de que realmente se domina y se comprende ese otro idioma.

Se trata, en mi opinión, de los registros de la poesía y de la filosofía. Ámbitos aparentemente opuestos, pero que considero hermanados en su dificultad. El uno, el de la versificación, por su afán de prensar en pocas palabras y líneas vastas extensiones de pensamiento, el otro, por su obsesión en hallar la expresión perfecta e irrefutable, que finalmente aboliese las ambigüedades del lenguaje. Por supuesto, parte de la alta consideración en que tengo a estas formas, se debe a mi enamoramiento juvenil por ambas, atracción y fascinación que acabó por formar parte irrenunciable de mi personalidad, aunque la vejez y la decadencia comiencen a hurtarme la capacidad para disfrutarlas y comprenderlas.

Hecha esa introducción comprenderán ahora porque intento leer a los poetas en sus lenguas originales, aunque, desgraciadamente, se me escapen muchas de las relaciones, de las obviedades lingüísticas, que son evidentes para un hablante nativo. Asímismo, la lista de poetas, de grandes poetas, que uno tiene en la memoria, es parcial e incompleta, reducida a aquellos autores que tuvieron repercusión e influencia más allá de sus fronteras, en nuestro propio país y literatura, pero cuya importancia y valor real pueden ser muy distintos cuando se miran desde el interior y el presente de una lengua.

Todo esto, esta larga introducción a la introducción, viene a cuento porque a René Char, el poeta francés del siglo XX, llegué por casualidad, buscando libros de poetas surrealistas en la tienda del Museo Magritte de Bruselas. Por alguna razón, su nombre me llamó la atención, creí recordar haber leído que alguien en alguna red social, había expresado su alegría, su gozo al descubrirlo. Así que me decidí, compré el libro, una selección de sus poemas, y lo puse en lo alto de la pila para leer. Esa misma pila que no sé si llegaré a agotar algún día.

Y como en las auténticas experiencias literarias - mejor dicho, en cierto tipo de experiencias literarias - no sé muy bien que decir. Aparte de una cosa, que tras haberlo leído dos veces, y casi naufragar en ambos periplos, tengo que volver a leerlo entero otra vez más, pero esta vez en versión completa, buscando esos poemas que no fueron elegidos para la antología y que pueden ser tanto o más importantes que los he disfrutado - o no - en esta ocasión.

Y quizás eso es lo más importante.

¿Por qué estas dificultades, se preguntarán? ¿Por qué ese afán por continuar con lo que evidentemente no se llega comprehender en su totalidad? Hay varias razones, casi todas igual de importantes.

En primer lugar, Char es un poeta que resume el siglo XX mejor que ninguno. Su trayectoria va del vanguardismo más radical, el surrealismo en versión años 30, cruza el ambito del compromiso político, incluida su militancia en el maquis durante la segunda guerra mundial, para alcanzar al final de su vida una serenidad que es al mismo tiempo moderna y clásica. Moderna en el sentido de no renunciar jamás al experimento estético, clásica en el sentido de su seriedad y compromiso, que niega así el juego postmoderno y su habitual vaciedad.

Estas características hacen de Char un poeta especialmente difícil, especialmente para los lectores de otras lenguas. No porque busque hurtarnos el significado de lo que dice, como hacían los surrealistas, que trataban de romper la gramática y la sintaxis, acumulaban absurdos, automatismos y contradicciones, para así, de su choque, hacer saltar el relámpago; sino porque él intenta utilizar el lenguaje en toda su amplitud y profundidad, acumulando en el exiguo espacio de sus versos tanto arcaísmos como neologismos, tecnicismos y vulgarismos.

Sus versos se ven dotados así de una tensión que se ve acrecentada por el número de ideas, de conceptos que intentan prensar en cada uno de sus versos, en cada una de esas asociaciones contra natura. Debido a ello, la densidad de sus poemas es tal que es muy fácil perder el hilo, encontrar, tras recorrer unas pocas frases, que se ha llegado a un paisaje mental completamente opuesto al de partida, sin tener muy claro como se ha alcanzado ese lugar, ni que relación tiene con el anterior.

Ese esfuerzo de destilación, en el que el poema deviene cada vez más corto, pero su significado se amplia en la misma medida, es el que motiva que a Char haya que leerlo y releerlo, que haya que analizarlo y volverlo a analizar, descomponer cada verso en sus elementos esenciales para luego intentar la reconstrucción, tratando que no sobre ninguna pieza. Se hace necesario, por tanto, explorar sus composiciones con la ayuda un guía, de alguien que te ponga sobre aviso y te señale lo obvio, como si se volviera a ser un escolar y necesitase maestro.

Y es como digo, ese volver a ser niño, ese perder la armadura de conocimiento y de experiencia con que uno se ha revestido- ufanado - a lo largo de los años, volver a no entender nada y verse obligado a aprenderlo, a estudiarlo, a equivocarse y confundirse de nuevo, lo que hace la poesía de Char tan reconfortante y tan valiosa.

Especialmente para alguien proveniente de otra lengua y que creía equivocadamente entender ya la de otros.

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