sábado, 11 de julio de 2015

Los siglos, las culturas y las gentes

Escena de sacrificio en cerámica Mochica

Ya saben que me quejé mucho cuando en el Caixaforum empezaron a cobrar la entrada. Eso no quita que sepan organizar exposiciones magníficas que se salen de lo habitual, ya saben, el Impresionismo como único movimiento artístico de los últimos 200 años. Entre esas excentricidades culturales suyas está la arqueología, plato que nos sirven este verano por partida doble, con sendas exposiciones dedicadas a la cultura Mochica del Perú y al Egipcio faraónico. Dos muestras que, con perdón de Zurbarán y el Kunstmuseum de Basel. son las mejores de este verano. Sin discusión alguna ni posibilidad de apelación.

Cuando se piensa en las civilizaciones de Sudamerica el primer nombre que viene a la mente es de los Incas. Sin embargo, son dos culturas anteriores, la Nazca-Paracas y la Mochica-Chimu, las que nos suministran los objetos artísticos que consideramos característicos de ese tiempo y ese área, aunque ambas civilizaciones no puedan ser más distintas en su "arte" - si es que ese concepto moderno le es aplicable-. Nazca-Paracas destaca por su el colorido puro y el geometrismo a ultranza de sus telas y cerámicas, que llega casi a rozar la abstracción; mientras  Mochica-Chimu se halla en el extremo opuesto, en un naturalismo que nos parece cercano y actual, ajeno a ese ámbito precolombino y propio de una sociedad moderna como la nuestra.



El adjetivo "naturalista" no llega a expresar la variedad y la calidad del arte Chimú. Baste decir que esos "artistas" se enfrascaron en representar por entero el mundo que les rodeaba. Sus cerámicas obedecen todas al mismo tipo, un recipiente esférico que se remata con un asa toroidal que a su vez sirve de pitorro, con una característica forma de espuela. Sobre esa forma única, como si fuera un lienzo en blanco o un bloque de mármol virgen, el artista chimu modeló todo lo imaginable, aves, peces, reptiles, mamíferos, plantas, frutos, semillas, útiles de labranza, armas y utensilios. Pero sobre todo el hombre, en cualquiera de sus actividades, sin excluir la sexualidad más explícita o la mayor de las crueldades, en autenticos retratos y sin dejar lugar a equívocos.

Todo reconocible, cercano, intelegible, bello y familiar, pero al mismo tiempo un completo espejismo. Los esquemas mentales de esos pueblos, su concepción del mundo, poco tenían que ver con los nuestros. De hecho, ese "arte" y esos "artistas" lo que estaban haciendo era plasmar de forma visible un complejo mundo de símbolos y relaciones, de manera que cada figura, cada forma objetiva que ahora admiramos por sus valores plásticos, tenía en realidad un significado y un mensaje muy concreto, a veces sin relación alguna con el objeto real.

Relaciones, símbolos, sobreentendidos que siempre habían quedado en la penumbra historiográfica, debido a la falta de testimonios escritos y a la deformación que la conquista española, junto con la obligada imposición del cristianismo, aplicaron sobre la tradición oral. Por ello, llama la atención que esta exposición brille precisamente por explicar todo el trasfondo ideológico que se esconde tras esos objetos de belleza arrebatadora ¿De verdad hemos conseguido avanzar tanto en las investigaciones? No puedo esperar a tener el catálogo en mis manos para comprobarlo.


Papiro Satírico de Turín
La segunda exposición del Caixaforum, dedicada a la representación de los animales en el arte Egipcio, no queda deslucida por la otra. Si acaso, llegan incluso a complementarse, porque si algo hay de común entre estas dos civilizaciones, separadas por miles de años y miles de kilómetros, es que los Egipcios también trataban de representar el mundo por entero. Para llevárselo consigo a la eternidad.

Incluso, si la imagen de la cultura Mochica no se modifica mucho tras ver su exposición - excepto en el conocer al fin el motivo y el significado de su representaciones - la imagen normal del arte egipcio sí lo hace y mucho, tras la suya. Nuestra percepción habitual es la de un arte al servicio del poder: monumental, propagandístico, oficial, hiératico, frontal. Destinado a ser comprendido de forma directa por el espectador, pero propio también para que lo habiten colosos, no seres humanos normales.

En estas representaciones de animales, sin embargo, se cuela lo familiar, lo cotidiano, lo sencillo y habitual, de manera que si el arte egipcio, en su versión más conocida, puede dejarnos un tanto frío, encerrado en su perfección al otro lado de un abismo infranqueable, hay piezas en esta exposición que emocionan por la sensibilidad extrema, por el cariño con que han sido tallados y labrados, incluso - o especialmente - aquellas que eran sólo modelos utilizadas por el artista, y que se conservaron por eso, al quedar olvidadas en un rincón del taller abandonado. Aunque esta belleza, esta proximidad, esta cotifianeidad nuevamente sea un espejismo, un error de nuestro intento por comprender a esos "otros" proyectando sobre los objetos mudos nuestros esquemas culturales.

Y si tuviera que elegir una pieza entre todas sería el papiro satírico de Turín, en donde, como si fuera un códice medieval, los animales adoptan las actitudes, los vicios y los defectos de los hombres, desmontándolos con la burla - esa tan odiada por integristas de todas las religiones -. para así mostrar el absurdo y la estupidez de toda sociedad humana, por muy santa, pura y perfecta que se sueñe... Un papiro que en la exposición solo se ha desenrollado en parte, porque la primera es un auténtico festival erótico, que no se podría mostrar al público, puesto que escandalizaría a muchos, incluso hoy en día, en nuestros tiempos de libertad y youporn.

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