Como todos los domingos, continúo mi con revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno a Ex Libris, corto realizado en 1982 por la animadora canadiense Garik Seko.
Ex Libris, se lo adelanto ya, es un corto magistral, lo que hace aún más increíble que no haya llegado a ser incluida en alguna compilación de animación... excepto en el Japón, ya ven. Garik Seko, su director, se inscribe en la larga y fructifera tradición de la stop-motion checa, aunque no en la de muñecos, como su fundador Trnka, sino en una más al estilo de Svankmajer, que busca insuflar vida en los objetos cotidianos, con efectos sorprendentes y en muchos casos turbadores.
En este corto, las aventuras de los libros que buscan acomodo en la que, se supone, era su biblioteca, no llegan al nivel de inquietud y desasosiego de Svankmajer, pero esto no implica que su plasmación sea inocente o infantil. Muy al contrario, Seko satiriza más de una constumbre de nuestras sociedades opulentas, como el turismo o la obsesión con la gastronomía, al mismo tiempo que se embarca en bromas de mayor enjundia intelectual, como el combate a muerte que enfrenta a Platón y Aristóteles.
El talento de Seko es tal que, aunque muchos de los títulos de los libros se nos escapan, al estar escritos en checo, no ocurre así con los objetivos de sus dardos. No obstante, la sátira podría haberse quedado en un mero retrato de circunstancias, sin valor una vez pasado el momento. Seko evita ese peligro con una técnica depuradísima que más de una vez convierte a los libros en auténticos seres humanos. Ése es el caso de la secuencia que ilustra esta entrada, escena de seducción y de sexo tórrido en la que no se ve nada obsceno ni indecente... o al menos así lo parece.
Otro ejemplo es el robo en el museo, a cargo de uno de los libros-turista que van visitando las diferentes estanterías, culminado con la posterior persecución a cargo de los libros-policia, volúmenes de lomo azul sin título, y por ello mismo, destacados por su uniformidad. Esta escena sirve por otra parte, para señalar otra influencia, la de aquellos cortos de la Warner, de finales de los 30 y primeros de los 40, en que se hacía burla de los éxitos literarios del momento, muchos de ellos sólo recordados por sus versiones cinematográficos.
A esos cortos, a pesar de su excelente factura técnica y estar firmados por directores como Tex Avery, les lastraba su complicidad con el público coetáneo, a quien se suponía lector de esos best-sellers. Ése es como, les he dicho, el peligro que Seko soslaya, ya que el es más que consciente de lo que son fenómenos análogos en los que no importa para ilustrarlos ni el nombre del autor ni el del libro, ya que habrán de repetirse de manera similar en el futuro o en otros países. De hecho esta prevalencia de lo pasajero, de lo accesorio resulta tan central al corto, que éste termina con una broma cruel, de ésas de sonrisa torcida, al mostrar el lugar que queda a los genios absolutos en nuestra sociedad actual.
No les entretengo más. Como siempre, aquí les dejo el corto. Disfrútenlo, porque vale su peso en oro.
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