El nombre de esta entrada se refiere a una de las mejores películas de Preston Sturges, Unfaithfully Yours, en el que el protagonista, director de orquesta, pedía a los músicos que interpretasen de la forma más vulgar posible.
No se me ocurre otra forma mejor de calificar a la animación de la Warner, objeto de esta entrada, que si por algo se caracterizó es por librar a esta forma de toda la cursilería y sensiblería que la Disney estaba haciendo pasar por esencial y consustancial a la animación. Un intento de salirse de las normas para ser excéntrico y contestatario que no significaba reducir las exigencias formales, sino conjugarlas con una animación de primera categoría, a cargo de nombres primerísimos de esa forma, como Tex Avery, Bob Camplett, Frank Tashlin, Friz Freleng o Chuck Jones.
Así, mientras que los cortos contemporáneos de la Disney se han vuelto aburridos, intrascendentes, valiosos sólo por su carácter histórico, las producciones de la Warner mantienen una vitalidad exuberante que sigue fascinando a generación tras generación, que disfruta con ellos como si hubieran sido rodados ayer mismo y que hace que los profesionales sigan tomándolos como modelo, ya sea explícito o implícito.
De hecho, esta preeminencia de la Warner en el contexto de la animación clásica, sólo se ha visto amenazada por el reciente puritanismo de izquierdas y de derechas que ha intentado barrer esas producciones bajo la alfombra, por razones opuestas pero igualmente dañinas. Esperemos que esto sólo sea un sarpullido.
Be Vulgar, by all means
No se me ocurre otra forma mejor de calificar a la animación de la Warner, objeto de esta entrada, que si por algo se caracterizó es por librar a esta forma de toda la cursilería y sensiblería que la Disney estaba haciendo pasar por esencial y consustancial a la animación. Un intento de salirse de las normas para ser excéntrico y contestatario que no significaba reducir las exigencias formales, sino conjugarlas con una animación de primera categoría, a cargo de nombres primerísimos de esa forma, como Tex Avery, Bob Camplett, Frank Tashlin, Friz Freleng o Chuck Jones.
Así, mientras que los cortos contemporáneos de la Disney se han vuelto aburridos, intrascendentes, valiosos sólo por su carácter histórico, las producciones de la Warner mantienen una vitalidad exuberante que sigue fascinando a generación tras generación, que disfruta con ellos como si hubieran sido rodados ayer mismo y que hace que los profesionales sigan tomándolos como modelo, ya sea explícito o implícito.
De hecho, esta preeminencia de la Warner en el contexto de la animación clásica, sólo se ha visto amenazada por el reciente puritanismo de izquierdas y de derechas que ha intentado barrer esas producciones bajo la alfombra, por razones opuestas pero igualmente dañinas. Esperemos que esto sólo sea un sarpullido.
Be Vulgar, by all means
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