lunes, 31 de octubre de 2016

De derrotas transformadas en victorias

Falso anuncio de falsa venta por falsa quiebra del falso Museo de Arte Moderno creado por Marcel Broodthaers

Mientras que algunas instituciones, como la Thyssen o la fundación Mapfre, parecen competir en ver quién trae más impresionistas a sus salas, otras, afortunadamente, intentan ir un poco más allá, ofreciendo nuevas visiones y experiencias a quienes, como yo, no pasan de aficionados con interés. De una de estas exposiciones distintas, y por ello mismo imprescindibles, ya le hablé hace un par de semanas, con ocasión de la muestra de Arte Sonoro que se puede visitar en la Juan March.Otra no menos interesante y no menos esencial, es la que se ha abierto en el Reina Sofía, dedicada al artista belga Marcel Broodthaers.

Desde un punto de vista clásico, incluso para los admiradores de unas vanguardias históricas domesticadas ya hace mucho, Broodthaers puede parecer un artista plástico inclasificable e incómodo. Uno de tantos que se dedica a crear obras opacas. crípticas, cuyas claves sólo las conoce él, nadie más. En ese sentido, su primer rasgo discordante es que se trata de un creador que convirtió un fracaso inicial personal, completo y casi definitivo, en un triunfo deslumbrante. 

Su primera vocación fue la de escritor, en concreto, de poeta, de cuya  frustración habría de surgir un tipo de arte que se regodeaba y gozaba en las mismas derrotas que había sufrido. Esa caída inicial tiene fecha y es fácil de trazar, ya que cuando uno de los libros de poesía de Broodthaers no llegó a venderse, él artista procedió a una destrucción ritual de los ejemplares devueltos. Sin arredrarse, ni desanimarse, tachó las líneas de sus poemas, cubrió las páginas con láminas de madera, e incluso sumergió ejemplares enteros en cemento.

Lo que no se había querido leer, ahora sería ilegible para siempre. Con esa acción, esos versos fallidos eran dotados de significado, se transmutaban en una nueva categoría artística. Única y plena.

martes, 25 de octubre de 2016

El gozne (V)

Trotz aller Nuancierung sollte die fundamentale Tatsache nicht übersehen werden, dass sich Verlierer und Gewinner der kolonisierenden Landnahme leicht unterscheiden lassen. Mochten auch einige nichteuropäische Völker, etwa die Maori in Neuseeland, der Invasion erfolgreiche Widerstand entgegensetzte als andere: Die globale Offensive gegen tribale Lebensformen führte fast überall zur Niederlage von Urbevölkerung. Einheimische Gesellschaften verloren  ihre traditionellen Subsiztenzgrundlagen, ohne dass ihnen gleichzeitig Plätze in der neuen Ordnung ihres eigenen Landes angeboten wurden. Wer nicht rücksichtslos verfolgt wurde, den unterzog man Prozeduren der Zivilisierung, die auf der völlige Entwertung der traditionellen einheimischen Kultur beruhten. In diesem Sinne entstanden bereits im 19. Jahrhundert jene "trauriges Tropen", über die Claude Lévi-Strauss 1955 bewegend geschrieben hat. Die große Attacke gegen diejenigen, die Europäer und Amerikaner als "Primitive" bezeichneten, hinterließ tiefere Spuren als die dem ersten Anschein nach dramatischere Kolonisierung solcher Nichteuropäer, die als Untertanen immerhin einen wirtschaftlichen Nutzen versprachen

Jürgen Osterhammel, La transformación del Mundo

A pesar de todos los matices no se deben menospreciar el hecho de que en poco se diferencian vencedores y vencidos durante la apropiación colonizadora. Aunque algunos pueblos extraeuropeos, como los Maoríes de Nueva Zelanda, consiguieron resistirse con más éxito a la invasión, la ofensiva global contra las formas de vida tribales condujo a la derrota de las poblaciones originales. Las sociedades nativas perdieron sus medios de subsistencia tradicionales, sin que se les ofreciera de inmediato un puesto en el orden nuevo de su propia tierra. Quienes no fueron perseguidos sin cuartel, sufrieron procesos de civilización que produjeron la desvalorización de la cultura nativa tradicional. En ese sentido se construye precisamente en el siglo XIX esos "tristes trópicos" de los que  Claude Lévi-Strauss había escrito sentidamente en 1955. El gran ataque contra quienes Europeos y Ameriocanos consideraban como "primitivos" dejó tras de sí huellas más profundas que las que se pueden apreciar a primera vista en las colonización dramática de estos No-europeos, a los que se suponía una utilidad económica en tanto que subordinados.

Otro de los cambios irreversible que trajo el siglo XIX fue la desaparición de la frontera. No de las fronteras que conocemos ahora, lo que los anglosajones llaman border, sino de la frontera en singular, tal y como se concibe en el término frontier. Hay que recordar que hasta el siglo XIX ninguna frontera era estanca en el sentido moderno, donde es casi imposible que la población de un país pasase libremente al otro, excepto en situaciones de guerra, disolución del estado o, en los menos de los casos, previo a una unificación en entidades mayores, como la Unión Europea.

Antes del siglo XIX, las fronteras eran porosas, debido a la incapacidad de los estados para controlar las poblaciones a ambos lados de sus límites. De hecho, el establecimiento de una frontera al modo actual implicaba que esta fuera militar, al estilo de la muralla china, los limes imperiales romanos, o la frontera militar austriaca contra el Imperio Otomano. Esa fijación de fuerzas militares que actuaban como dique se convertía casi inevitablemente en una sangría financiera para el estado que las creaba, que acababa por dar la vuelta al sentido originario de su misma fundación. No se trataba ya de una medida para defender el imperio, sino que el Imperio acababa por vivir para mantener a esa frontera. Una relación simbiotica/parasitaria que llevaba a que el fracaso de uno de los dos factores acarrease el hundimiento del otro.

domingo, 23 de octubre de 2016

La lista de Beltesassar (CXLVIII): The Mask Man (1971) Jeff Hale

Como todos los domingos, continúo con mi revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de The Mask Man (El Enmascarado),  realizado en 1969, aunque estrenado en 1971, por  el animador norteamericano Jeff Hale sobre audio del humorista Lenny Bruce.

Lo primero pedirles disculpas por no incluir capturas. Las versiones de este corto que he podido encontrar por los youtubes son de muy mala calidad, aparentemente obtenidas todas del mismo VHS; mientras que la animación, como tal, ni es memorable ni brillante. Pertenece a esa edad obscur de la animación americana en los 60 y 70, cuando las producciones televisivas rivalizaban en producir la animación más barata y de peor calidad, mientras que un coloso del pasado como Disney parecía haber perdido completamente el norte, conformándose con copiarse a sí mismo una y otra vez.  Otra cosa era el mundo de la animación experimental y vanguardista que en aquel tiempo, como en muchos otros ámbitos, creyó poder propiciar una revolución fundamental de la sociedad y cultura occidentales, pero se quedó en nada... o favoreció una transformación de signo completamente contrario.

The Mask Man es así una obra que tiene más interés histórico que artístico, y eso sólo para el público de los EEUU. La excusa del corto es ilustrar una grabación en directo de uno de los números cómicos del humorista Lenny Bruce, perteneciente a ese género que en América se llama stand-up comedy y que nosotros como loros de repetición, hemos descubierto y copiado hasta la saciedad en estas últimas décadas, cuando ya existía desde siempre - piénsese sólo en Gila o Tip y Coll - sólo que lo llamábamos humorista a secas. En ese género, Bruce se distinguió por comenzar otra tradición que se ha convertido también en característica de ese país: forzar los límites de lo que se podía decir en escena, para probar hasta que punto era sincero el compromiso de la sociedad con la libertad de expresión proclamada su democracia. Una postura que le tornaba en humorista político y que le llevó a frecuentes enfrentamientos con las autoridades y la derecha más rancia... y me temo que hoy le enemistaría con tantos puritanos de izquierdas como abundan.

El interés del corto se agota así en escuchar a un humorista mítico, al igual que hacemos nosotros con las grabaciones venerables de Gila o de Tip y Coll, sólo que esta vez en ilustración animada. Es precisamente en esta traducción a otro formato donde se encuentra el gran defecto de The Mask Man, incapaz de remedar la libertad y efervescencia verbal Lenny Bruce. Ocurre que aunque intenta adoptar las formas de la vanguardia, ese estilo anguloso y esquemático propio de la UFA y de la escuela de Zagreb, lo hace de forma torpe y rutinaria, sin imaginación ni audacia. Como si para ser moderno y transgresor bastase con adoptar la pose, sin necesitar dar un paso más allá, hacia lo desconocido. Lo que precisamente constituía la base del humor abrasivo de Bruce.

De esa manera, a pesar de todos los problemas que experimentó el corto y de las muchas censuras y prohibiciones a las que se vio sometido, ahora nos parece no una obra transgresora y contestataria, sino un ejemplo más, otra confirmación añadida, de ese pozo estético en el que se vio atrapada la animación americana, tras su edad de oro de 1930 a 1960.

No les entretengo más. Como siempre les dejo aquí el corto. Échenle un vistazo, si quieran, pero sólo como curiosidad, como recuerdo de un tiempo que, literalmente, parece pertenecer a otro siglo completamente distinto al nuestro.

sábado, 22 de octubre de 2016

Ni siquera sabíais que existía





Si hay un candidato firme a exposición del año, ése es la muestra Escuchar con los ojos abiertos: Arte sonoro en España, 1961-2016, abirta en la Fundación Juán March madrileña. Esta muestra  busca trazar una historia de la música de vanguardia española en los últimos cincuenta años, centrándose en ese concepto tan difuso que recibe el nombre de Arte Sonoro. Su importancia, por tanto, no radica en la calidad de las obras expuestas, cuya valoración se deja en manos del visitante, sino en mostrar unos caminos musicales que han quedado ocultos al gran público e incluso al aficionado avanzado, que muchas veces sólo sabe de su existencia de oídas, por las historias de la música, pero que jamás ha llegado a experimentarla, mucho menos a amarla.

Pero ¿qué es el arte sonoro? Para entender ese concepto hay que remontarse a tres momentos decisivos en la historia de la música occidental, uno de los cuales fue trazado en otra magnífica exposición anterior del MNCARS. El primero, por supuesto, fue la invención del dodecafonismo por parte de Arnold Schönberg, cuando quedó demostrado que la buena música no tenía porqué sonar bien. El segundo tuvo lugar tras la segunda guerra mundial, cuando surgió la música electroacústica, de manera que el compositor podía prescindir de los interpretes y cocinar él mismo sus piezas. Utopía en la que soñaron figuras esenciales como Henri o Stockhausen, y que se ha hecho realidad en nuestro presente gracias al ordenador personal.

martes, 18 de octubre de 2016

Leyendo a Camus (X): L'Exil et le Royaume

Depuis toujours, sur la terre sèche, raclée jusqu'à l'os, de ce pays démesuré, quelques hommes cheminaient sans trêve, qui ne possédaient rien mais ne servaient personne, seigneurs misérables et libres d'un étrange royaume. Janine ne savait pas pourquoi cette idée l'emplissait d'une tristesse Si douce et si vaste qu'elle lui fermait les yeux. Elle savait seulement que ce royaume, de tout temps, lui avait été promis et que jamais, pourtant, il ne serait le sien, plus jamais, sinon à ce fugitif instant, peut-être, où elle rouvrit les yeux sur le ciel soudain immobile, et sur ses flots de lumière figée, pendant que les voix qui montaient de la ville arabe se taisaient brusquement. Il lui sembla que le cours du monde venait alors de s'arrêter et que person-ne, à partir de cet instant, ne vieillirait plus ni ne mourrait. En tous lieux, désormais, la vie était suspendue, sauf dans son coeur où, au même moment, quelqu'un pleurait de peine et d'émerveillement.
Albert Camus, El exilio y el reino
De siempre, sobre la tierra seca, raspada hasta el hueso, de este país desmedido, algunos hombres camibana sin tregua, sin poseer nada, pero sin servir a nadie, señores miserables y libres de un extraño reino. Janine no sabía por qué esta idea le llenaba de una tristeza tan dulce y tan vasta que le cerraba los ojos. Sólo sabía que ese reino, de siempre, le había estado prometido y que nunca, sin embargo, sería el suyo, nunca más excepto en ese instante fugitivo, quizás. en que abriese los ojos bajo el cielo repentinamente inmóvil y bajo esas olas de luz solidificada, mientras que las voces que ascendían del poblado se callaban bruscamente. Le parecía que la marcha del mundo acababa de detenerse y que nadie, desde ese instante, envejecería ya, ni moriría. En todas partes, desde entonces, la vida estaba suspendida, excepto en su corazón, donde, en ese mismo momento, alguien lloraba de pena y asombro.
Les decía, al hablar de L'Homme Révolté (El hombre rebelde), que ese largo ensayo sobre revolución y rebeldía durante los dos últimos siglos de la historia europea, suponía un cierre en la obra de Camus. En concreto, el abandono de esa urgencia política - y humanística  - que recorre su periodo creativo de guerra y postguerra. Las señas de un compromiso que había tenido su origen en la resistencia contra el fascismo y el invasor nazi, para luego continuar en forma de meditación sobre como seguir combatiendo - y creyendo - en un mundo al que el horror de la guerra había tornado absurdo.

Ese primer plano de la acción política desaparece en sus obras de ficción posteriores y - si se juzga por la novela inacabada Le Premier Homme (El primer hombre) - no había visos de que fuera a resurgir, al menos a corto plazo. De hecho, las obras posteriores a L'Homme Révolté - L'Été (El estío) y La Chute (La caída)- debieron resultar desconcertantes en su tiempo para la izquierda comprometida maxista y aún siguen siéndolo para un lector acostumbrado a la vehemencia y compromiso de la obra anterior. En ellas, su punto de vista es más lírico y personal, como si Camus se cerrase al mundo y emprendiese una búsqueda interior en pos de una revelación, no se sabe hasta que punto mística o incluso religiosa. Un apartamiento de la actualidad que contrasta con el momento histórico en que se escriben esas obras, el inicio y empeoramiento de las guerras de descolonización en las que se vio envuelta Francia, en Indochina y Argelia, que provocaron que para ese país la guerra comenzada en 1939 no terminase realmente hasta 1962.

miércoles, 12 de octubre de 2016

El gozne (IV)

Erst ab etwa 1860 kann man von einem faktischen Ende von transatlantischen Sklaventransporten aus Africa sprechen, jedenfalls der irgendwie registrierten und für Historiker fassbaren Handelsbewegungen. Der Sklavenhandel endete - abermals muss man nach De-facto-Zuständen fragen - in den einzelnen Exportgebieten zu ganz unterschiedlichen Zeitpunkten. Er verschwand zuerst von den Küsten Westafrikas, wo er früh  begonnen und lange die höchsten Umsatzzählen bewahrt hatte. Am Ende der 1840er Jahre war er hier so gut wie vorüber. Westafrika - der Küstenbogen von Sierra Leone bis zur Bucht von Biafra - war der erste Teil Afrikas, der sich vom demographischen Aderlass erholen konnte, bevor er in dem 1880er Jahre in der Turbulenzen der kolonialen Eroberung geriet. Das westliche Zentralafrika, also der Kongo und Angola, genoss bestenfalls eine kürzere Ruhepause von einer Generation. Im ganzen Osten des Kontinents vom Somali-Land bis Mosambik hingegen trafen die europäischen Kolonialeroberer in den 1880 Jahre zu einem Moment an, als der Sklavenhandel noch in vollem Gange war.
Jurgen Osterhammel, La transformación del mundo
 Como muy pronto, desde aproximadamente 1860 puede hablarse de un final de hecho del tráfico de esclavos transatlántico desde África, en todo caso, de los movimientos mercantiles registrados de alguna manera y por tanto detectables históricamente. El tráfico de esclavos terminó - de nuevo hay que preguntarse sobre las condiciones de hecho - en diferentes momentos para cada región exportadora particular. Desapareció primero en la costa de África Occidental, donde había comenzado tempranamente y había mantenido durante largo tiempo las mayores tasas de intercambio. Al final de la década de 1840 había prácticamente terminado. África Occidental, el arco de costa desde Sierra Leona al golfo de Biafra -   fue la primera región de África, en la que puede hablarse de una recuperación del déficit demográfico, antes que en la década de 1800 se viera envuelta en las turbulencias de la conquista colonial. África central occidental, por tanto, Congo y Angola, disfruto en el mejor de los casos de un corto respiro de una generación. En el este del continente, de Somalia a Mozambique incluidos, la conquista colonial europea de la década de 1800 se desarrolló en un momento, cuando el tráfico de esclavos aún estaba en pleno funcionamiento.
Otro de los aspectos en que el siglo XIX actúa de gozne en la historia mundial se refiere a las migraciones, mejor dicho, a las causas de estas migraciones. Durante toda la historia ha habido tres motivos principales para el movimiento de personas a grandes distancias: la necesidad de conquista, la huida ante mismo esas conquistas, y el tráfico de esclavos, bien a manos de esos conquistadores o mediante intermediarios. Estos tres motores migratorios, especialmente la esclavitud, van a ir desapareciendo a lo largo del siglo XIX, para ser substituidos por un tipo hasta entonces desconocido o muy poco importante: la migración por razones económicas, en busca de trabajo asegurado y condiciones de vida mejores. Este modo se ha vuelto dominante en el periodo final del siglo XX e inicial del XXI y aunque pueda ocultar tras de sí causas como la guerra, la opresión o la discriminación, se caracteriza por que su ejecución no es forzada, sino voluntaria, mientras que el tránsito es organizado, bien de forma legal, bien de forma ilegal.

No es que las formas antiguas hayan desaparecido por completo. A principios del siglo XIX se dieron algunos ejemplos tardíos de la migración conquistadora, como la irrupción de los Böers sudafricanos en el espacio Zulú o la expropiación, deportación y de los indios americanos, tanto en los EEUU como en el cono sur de ese continente, por parte de Chile y Argentina. De hecho, los peores ejemplos se dieron durante la segunda guerra mundial, con el intento de la Alemania nazi por convertir la URSS europea en una colonia y el rebote posterior que llevó a la desgermanización de áreas que habían pertenecido a ese ámbito cultural desde el siglo XII. En esa misma época, por otra parte, la URSS se embarcó en un programa de deportación de poblaciones que no se había presenciado - al menos a esa escala - desde tiempo asirios. Desde entonces, las crisis de refugiados, el fenómeno de los "desplazados" o las limpiezas étnicas, se han convertido en noticia casi constante en nuestras sociedades, hasta el extremo de llevarlas a cambiar su propias leyes e ideales. A peor, por supuesto.

Sin embargo, más importante que esta pervivencia de formas antiguas de migración y de su espectacularidad informativa, es el hecho que se han producido dos mutaciones transcendentales en el modo en que se realizan estos intercambios de población.


martes, 11 de octubre de 2016

Atentos al mundo


Desde el jueves pasado, se puede visitar en la Fundación Canal madrileña una extensa retrospectiva del fotógrafo francés Rober Doisneau. Este artista es más conocido por obras/icono de la fotografía como la famosa El Beso, reproducida una y otra vez, y  símbolo además de un tipo de fotografía cuya esencia estaba en su cercanía al fotoperiodismo: la captura casi casual de un detalle de la realidad observada que termina convirtiéndose en paradigmático de un tiempo, una sociedad y una cultura. Tal sería el caso, por ejemplo de la famosa foto de Capa en la que retrataba la muerte de un miliciano, o la de la niña quemada por un bombardeo con napalm en Viet-Nam. 

Mucho tiempo después se ha sabido que la fotografía de Doisneau no fue producto de un azar afortunado, sino que contrató a actores para que representasen a los enamorados del retrato. Sin embargo, a mi entender, esto no quita a esta imagen nada de su belleza y su carácter de símbolo. Sea o no sea un gesto real, la imagen fotografiada por Doisneau ha acabado por substituir a la propia realidad. Se ha transformado en algo más, en esa encarnación visual de una época y unas gentes a las que me refería antes. Tanto, que incluso su evolución podría llevarla a perder todo rastro de su origen y significado, tornándola intemporal e intercambiable. Un proceso en el que el mismo fotógrafo que la obtuvo sería olvidado y borrado de su propia obra, puesto que la mayoría será capaz de reconocer la foto, pero muy pocos identificar al fotógrafo... o pensar en otras fotos suyas.

martes, 4 de octubre de 2016

Leyendo a Camus (IX): L'Homme Revolté

On estimera peut-être qu'une époque qui, en cinquante ans, déracine, asservit ou tue soixante-dix millions d'êtres humains doit seulement, et d'abord, être jugée. Encore faut-il que sa culpabilité soit comprise. Aux temps naïfs où le tyran rasait des villes pour sa plus grande gloire, où l'esclave enchaîné au char du vainqueur défilait dans les villes en fête, où l'ennemi était jeté aux bêtes devant le peuple assemblé, devant des crimes si candides, la conscience pouvait être ferme, et le jugement clair. Mais les camps d'esclaves sous la bannière de la liberté, les massacres justifiés par l'amour de l'homme ou le goût de la surhumanité, désemparent, en un sens, le jugement. Le jour où le crime se pare des dépouilles de l'innocence, par un curieux renversement qui est propre à notre temps, c'est l'innocence qui est sommée de fournir ses justifications.
Albert Camus, El Hombre rebelde
Se pensará quizás que una época que en cincuenta años ha desenraizado, esclavizado o matado setenta millones de seres humanos debe sólo y ante todo ser juzgado. Pero aún más necesario es comprender su culpabilidad. En los tiempos inocentes en que un tirano arrasaba ciudades por aumentar su gloria o que el esclavo encadenado al carro del vencedor desfilaba por ciudades engalanadas o que el enemigo era arrojado a las bestias ante la asamble del tiempo, ante esos crímenes tan sinceros la consciencia podía mantenerse firme y el juicio claro. Pero los campos de concentración credos bajo la bandera de la libertad, las masacres justificadas por amor al hombre o el deseo del superhombre, dejan desamparado el jucio. El día en que el crimen se engalana con los despojos de la inocencia, en una curiosa inversión propia de nuestro tiempo, es la inocencia quien es convocada a presentar sus justificaciones

 L'Homme Revolté es un libro capital dentro de la producción literaria de Camus... y curiosamente, el único que me perdí en mi contacto juvenil con la obra de este escritor. El lugar central que ocupa este ensayo sobre la revolución y la rebelión se debe a dos factores principales. El primero es que con él se cierra la década prodigiosa que se había iniciado con L'Étranger. De L'Homme Revolté en adelante, la obra de Camus abandona casi por completo su carácter político y social, para tornarse más lírica y personal. Se abre así un periodo de reevaluación estilística y búsqueda de un nuevo equilibrio, sea éste el que fuera, en el que abundan los escritos fallidos, tan propios de un tiempo de transición. Ese giro dio lugar a que muchos pensaran que Camus ya era un escritor quemado, cuya llama se había apagado definitivamente.

Que no era el caso es evidente a posteriori cuando se lee L'Exil et le Royaume, y más aún con Le Première Homme, pero esta última obra debía quedar inédita e inacabada tras la muerte de Camus en accidente de coche. Dejando esto a un lado, el segundo factor determinante de L'Homme Revolté es que constituye la expresión filosófica del dilema que recorre toda la obra anterior de Camus. Este dilema es en realidad una paradoja que puede resumirse en dos proposiciones principales: a) La historia de Europa en los siglos XIX y XX es una continua lucha - una revuelta - contra la injusticia y la opresión; b) Esta lucha, triunfe o fracase, lleva inevitablemente a nuevas injusticias y renovadas opresiones. Peores incluso que cualquiera de las pasadas, puesto que las modernas se arropan en los ropajes de la libertad y la igualdad, justificando con esos conceptos - o un tiempo futuro en el que se harán realidad - las atrocidades que se cometan en su nombre.


sábado, 1 de octubre de 2016

El gozne (III)

Die Ausbruch der Tambora hatte weltweite Folgen. In vielen Teile Europas und Nordamerikas war das Jahre 1815 der kälteste und feuchteste seit Beginn der Wetteraufzeichnungen. Noch 1816 ging als "Jahre ohne Sommer" in die Annalen ein. Neuengland und Westkanada waren am stärksten betroffen. Aber auch die Schweiz, Deutschland, Frankreich, die Niederlande, England und Irland verzeichneten abnorme Wetterverhältnisse und miserable Ernten. In der Schweiz brachen Hungernöte aus. Noch mehrere Jahre lang behinderten Materialpartikel in der Stratosphäre die Sonneneinstrahlung; die Temperaturen lagen um 3 bis 4 Grad unter der Durchschnitt. Nirgendwo schlug die Krise heftiger zu als im Winter 1816/17 in südlichen Rheinland und in der Schweiz. Selbst die Grundversorgung mit Importgetreide brach zusammen, da  frühe Fröste und raue Witterungsbedingungen den Import von Getreide über baltische Häfen verzögerten. Der ganze alte Mechanismus von Nahrungsmängel, Teuerung und Zusammenbruch der Nachfrage nach nichtagrärischen Produkte wurde im Gang gesetzt. Die Menschen flohen aus den Krisenzonen nach Russland, in Habsburgerreich und über die niederländischen Hafen in die Neue Welt

 Jurgen Osterhammel, La transformación del mundo

La erupción del Támbora tuvo consecuencias mundiales. En muchas áreas de Europa y Norteamérica 1815 fue el año más frío y húmedo desde el comienzo del registro meteorológico. Incluso 1816 quedó registrado en los anales como el "año sin verano". Nueva Inglaterra y el Canadá occidental fueron los mayores afectados, pero también en Suiza, Alemania, Francia, los Países Bajos, Inglaterra e Irlanda registraron un tiempo atmosférico anormal y malas cosechas. En Suiza se produjo una hambruna. Aún durante varios años el polvo en la estratosfera bloqueó la radiación solar: las temperaturas permanecieron 3 ó 4 grados por debajo de la media. En ninguna otra parte golpeó esta crisis con más fuerza que durante el invierno de 1816-17 en la Renania del sur y en Suiza. Incluso se desplomó el suministro básico de grano importado, puesto que fue aplazado por las heladas tempranas y las condiciones meteorológicas. Se desencadenó el antiguo mecanismo de escasez de alimentos, subido de precios y desplome de la demanda de productos que no fueran agrarios. La población huyo de las zonas en crisis a Rusia, el Imperio Habsburgico y, vía los puertos de Holanda, al Nuevo Mundo

Dentro de esa categoría de gozne del siglo XIX, hay otro factor que junto con las epidemias se deja de lado en el relato histórico, siempre volcado en analizar la maraña de acontecimientos políticos. Se trata de que, a lo largo de ese siglo, Europa va a dejar de padecer hambrunas, un hecho que poco a poco se va a extender al resto del mundo, de manera que ahora éstas sólo se producen ya, de forma exclusiva, en la zona convulsaSdel sahel africano.

Puede parecer extraña esta afirmación cuando en el siglo XX van a ser múltiples las hambrunas y siempre con consecuencias catastróficas. Las peores, con cifras de millones de muertos, van a ser la ucraniana de 1932-1933, en el marco de la colectivización forzada de la agricultura soviética, la de la india británica en 1943 tras la ofensiva japonesa en la guerra del Pacífico, o la china de 1958-61 en el transcurso del Gran Salto Adelante que debía llevar a la industrialización de la China comunista de Mao. Sin embargo, lo que caracteriza a esas hambrunas del siglo XX es que no son crisis de subsistencia provocadas por las condiciones climáticas y las malas cosechas, sino que se deben a la acción política y militar.

En el caso de la India, por ejemplo, la ocupación japonesa de Birmania cortó el acceso a los arrozales de ese país, fuente habitual de provisiones para la población de Bengala. La situación se agravó por la negativa de las autoridades británicas a desviar los suministros destinados al esfuerzo bélico hacia la población civil, generando así una hambruna de proporciones casi bíblicas, que ya no era habitual en el subcontinente. Por su parte, los esfuerzos del gobierno Chino y Soviético por asegurar el suministro alimentario a las ciudades y el establecimiento de cotas de producción imposibles de satisfacer, sólo conseguidas mediante requisa violenta, se unieron  unidos al desmantelamiento forzoso e improvisado de los modos tradicionales de producción, sin que hubiera qué los substituyese,  llevando al desplome de las cosechas en Ucrania y China, y convirtiendo a los campesinos sus principales víctimas.

Frente a estas hambrunas inducidas, y las muchas otras producidas por las múltiples guerras del siglo XX, el siglo XIX asiste a las últimas crisis de subsistencia tradicionales. aquellas caracterizadas por las condiciones atmosféricas y las malas cosechas. Las dos más famosas son las que tienen lugar en Europa en 1816-17 y en Irlanda en 1846-49. La primera tiene sus causas en la mayor erupción volcánica de tiempos históricos, la del volcán Támbora en Indonesia en 1815, que arrojó tal cantidad de polvo a la atmósfera que provocó una bajada de las temperaturas de varios grados, cuyo mejor ejemplo es el  año sin verano de 1816, como lo llamaron sus contemporáneos. Por otro lado, la epidemia de tizón de la patata acabó con ese cultivo en Irlanda, llevando a una disminución de la mitad de la población en ese país, entre emigrantes a EEUU y muertos por hambre.

A estas dos se podría añadir la provocada en China por el cambio en la desembocadura del río Amarillo en la de década de 1850, del sur al norte de la península de Shangtung, pero este ejemplo no cambiaría en mucho la conclusión ya indicada. A lo largo del siglo XIX las hambrunas dejan de ser un fenómeno gobernado por causas naturales, para pasar a ser tener su origen en la acción humana. Bien de forma secundaria, como producto de la destrucción causada por las guerras y el derrumbamiento de los canales de suministro habituales, bien como producto directo de una acción política, que pretende cambiar de forma radical los cimientos de la sociedad.

¿A qué se debe este cambio? Pues según apunta Osterhammel, a la ascensión de los estados nacionales modernos, modos de organización que al igual que los imperios antiguos - de los que aún quedaban los ejemplos de China y Japón en ese tiempo - buscan tener un control más o menos estrecho de la vida de sus poblaciones. En eso se incluye, tanto por razones de seguridad propia como humanitaria, el intentar mantener asegurado el suministro de sus habitantes, aunque sea de forma intervencionista. Es decir, tanto realizando ellos mismos la compra y distribución de los alimentos que puedan escasear, como impidiendo la acumulación especulativa, e incluso recurriendo al socorro de emergencia en casos de gravedad.

Esta intervención de los gobiernos podía determinar el grado de gravedad de una crisis de subsistencia. La Irlandesa, por ejemplo, fue exacerbada por la pasividad de las autoridades británicas, a quienes repugnaba apartarse de sus principios sacrosantos de libre comercio... o ayudar a sectores de la población a quienes consideraban poco menos que improductivos, cuando no parásitos. Por el contrario, como señala Osterhammel, una misma crisis que afectó a Finlandia y Suecia en 1867 se convirtió en una catástrofe sin paliativos en el caso finés - tanto peor cuando ocurría en una época en que eso ya no era normal - mientras que pudo ser aliviada en el caso sueco. La diferencia, de nuevo, la voluntad del gobierno por adoptar acciones directas que sirviesen de socorro a las poblaciones afectadas.

Resulta curioso, por tanto, que dos cambios de tanta transcendencia en la historia de la humanidad como fueron la paulatina desaparición de epidemias y hambrunas, apenas hallen reflejo en los manuales de historia. De hecho, ambos fenómenos han incluso desaparecido de nuestra memoria colectiva, que ya es incapaz de imaginar un pasado en que ambos eran decisivos. Es decir que su repetición periódica y segura podía abocar a cualquiera a una muerte temprana o a la emigración forzosa, trastocando y frustrando cualquier posibilidad de progreso o de mejora de las que esas personas pudieran disfrutar.

No sólo ellos, sino las sociedades a las que pertenecían, quienes periódicamente veían sus estructuras desmanteladas y su capital humano perdido.

Gab es im 19. Jahrhundert noch solche Hungernöte, und wenn es das gab, wo? In der historischen Lehrbücher wird das Thema selten erwähnt. Für Deutschland wird an die schrecklichsten Hungerjahre während das Dreißigjährigen Krieg, vor allem 1637/38. Sowie an die große Not von 1771/72 erinnert. 1816/17 waren danach noch einmal Hungerjahre. Nach den letzten Subsistenskrise vom"alten Typ" 1846/47 ist dann wohl die klassische, durch Ernteausfälle, Getreidewucher und unzureichendes staatliches Eingreifen verursachte Hungernot aus der Geschichte Mitteleuropas und Italien (wo es 1846/47 besonders schlimm zuging)  verschwunden. Man muss dieses Bild freilich in eines großes Rahmen  setzen. Dass die Zeit der Napoleonischen Kriege in vielen Teile Europas durch Hungernöte gekennzeichnet war, sollte nicht vergessen werden.... Auf der Kontinent ging der Schwere der Subsistenzkrise nach 1816/17 zurück. In einige Gegenden Europas, wo Hungernöte zuvor regelmäßig waren, wurden sie nun zur Ausnahme, so seit den 1780 Jahre auf dem Balkan. Spanien blieb anfällig und erlebte 1856/57 noch einmal eine schwere Subsistenzkrise, Finnland sogar nach einer Missernte noch 1867, als 100.000 von 1,6 Millionen Einwohner starben. Zur gleichen Zeit und unter ähnlichen Wetterbedingungen erlitt die nördlichste Provinz Schweden, Norbotten, einen gravierenden Nahrungsmittelengpass, der aber wegen einer viel besser organisierten Katastrophenhilfe zu wesentlich geringeren menschlichen Verluste führte als in im benachbarten Finnland

¿Se dan tales hambrunas aún en el siglo XIX europeo, y si se dan, cuándo? En los libros de historia se cita raramente este tema. En Alemania, los años del hambre más terroríficos fueron los de la Guerra de los Treinta Años, especialmente de 1837 al 38. De igual manera ser recordaba el periodo 1771-72. 1816-17 fueron también años de hambruna. Tras la última crisis de subsistencia al "modo antiguo" en 1846-47 desaparecen de la historia de Centroeuropa e Italia las clásicas hambrunas causadas por malas cosechas, acumulación de grano y suministro estatal insuficiente. Esta imagen debe colocarse en un marco más amplio. No se debe olvidar que los años de las Guerras Napoleónicas fueron conocidos como un tiempo de hambre.... En el continente hay que remontarse a 1816-17 para encontrar la última gran crisis de subsistencia. En algunas regiones de Europa, donde las hambrunas eran regulares, se tornan ahora una excepción, como en los Balcanes desde 1780. España permaneció vulnerable y sufrió en 1856-57 una severa crisis de subsistencia. En Finlandia tras una mala cosecha murieron aún en 1867 100.000 de sus 1,6 millones de habitantes. Al mismo tiempo y en condiciones climáticas similares la provincia más septentrional de Suecia, Norbotten, atravesó una difucultosa estrechez de suministros, que no obstante causo menores pérdidas humanas que en la vecina Finlandia, debido a un socorro de emergencia mucha mejor organizada.