Circunstancias personales me impidieron escribir el domingo pasado la entrada semanal de mi revisión de la lista de mejores cortos animados, según el festival de Annecy. Como no me interesa perder ritmo, voy a aprovechar el martes para hacerlo y en esta ocasión le ha tocado a uno de mis favoritos, el alemán Oskar Fischinger, un artista del que no tenía ni idea de su existencia hasta hace unos años, y que está representado en la lista de Annecy por su corto Komposition in Blau, producido en la Alemania Nazi un poco antes de que Fischinger tuviera que exiliarse por ser uno de los cultivadores de aquello que los nazis llamaban Entartete Kunst, es decir, arte degenerado, y que nosotros denominanos formalismo/modernismo.
Si ha citado este dato no ha sido por resaltar su cualidad de artista perseguido por el Nazismo, sino para resaltar que Fischinger se consideraba asímismo un artista perteneciente a las vanguardias del siglo XX, no un animador en el sentido que nosotros seguimos considerándolo, es decir, alguien que realiza productos humorísticos e intrascendentes destinados a un público infantil. Fischinger, además de animador, era un pintor abstracto de la segunda generación, aquellos que siguieron la vía abierta por Mondrian y Kansdinski (más la de éste último) y su obra animada intenta resolver un doble problema pictórico, antiquísimo uno, modernísimo el otro.
El problema antiguo es uno que ha obsesionado a los pintores desde los orígenes: la representación del movimiento. Como es sabido, la ilusión de realismo buscada por la tradición renacentista fracasaba completamente al enfrentarse con objetos que el espectador sabía pasajeros, como es el mar o las nubes, ya que el estatismo inherente a la pintura, provocaba que cuanto mayor fuera el realismo con que se representaran, más falsos aparecieran al espectador. Ese problema ha provocado varias respuestas, desde la ambigüedad de las pinturas de Turner, que acaban siendo casi abstractas, hasta la multiplicidad de puntos de vista plasmados por los futuristas italianos.
Por supuesto, el cine parece el medio perfecto para liberar a la pintura de esas cadenas y para todo animador, esa ha sido una de sus esencias, el dar vida a lo inanimado. Sin embargo, lo original de Fischinger estriba en que el no intenta dotar de movimiento, de vida, a pinturas realistas, sino a pinturas abstractas, resolviendo el segundo problema al que me refería, surgido con la pintura abstracta y que obsesionó a sus mismos creadores como Kandinski o Mondrian.
Como es sabido, ambos fundadores intentaron convertir la pintura en una segunda música, de forma que los colores fueran como notas con las que componer temas y construir acordes, para que el espectador al ver una pintura pudiera leerla casi como una obra musical, experimentando las mismas sensaciones que le provocaría una composición musical. En el caso de Fischinger, la conquista del movimiento que es consustancial a la animación le permite hacer danzar sus formas abstractas al ritmo de una partitura, provocar su transformación a medida que la partitura evoluciona, marcar con formas abstractas los detalles de instrumentación o asociar temas completos con patrones visuales, para así crear auténtica música visual, el sueño de los fundadores a los que me hacía referencia.
Unos cortos, los de Fischinger, se caracterizan por una alegría y una aparente ligereza que esconden una maestría técnica asombrosa. En el caso que nos ocupa, una de las obras maestras del stop-motion, el artista aleman utiliza cientos de piezas de madera, algunas de las cuales sólo aparecen unas breves decimas de segundo, en una sincronización perfecta con la música que escuchamos, llegando a la audacia incluso de hacerlas caer en momentos determinados, para marcar una transición en la secuencia musical. Una ferrea organización, cronometrada al instante y planificada al milímetro, que en ningún instante se vuelve pesada o antinatural, sino que obra ese milagro al alcance de los genios, la naturalidad absoluta que nos parece que podríamos reproducir nosotros mismos en cualquier instante.
No es de extrañar que con estos ejemplos de animación, personalidades como Walter Benjamin o el mismísmo Eisenstein, señalasen a la animación como una forma liberadora, una de las vías más prometedoras de la creación cinematográfica. Las cosas habrían de tomar otro camino, gracias entre otras cosas al efecto deletereo del conflicto mundial sobre las vanguardias y a la emergencia de Disney como única solución, de manera que cuando la siguiente generación crítica, la de los Cahiers de la Nouvelle Vague, tuviera que decidir qué era digno y qué no lo era, la animación se convirtiera en una de sus bestias negras.
Pero dejando esto a un lado, que por mucho que lo repita no dejara de ser, les pego aquí el corto de Fischinger, mírenlo con atención y cuanto antes puedan, porque la familia tiene la mala costumbre de ordenar que se retiren, y déjense cautivar por el baile entre imagen y música, hasta que los minutos finales les hagan estallar la cabeza.
komposition go blau from Tzen Chia on Vimeo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario