domingo, 31 de octubre de 2010

100 AS (XXXV): Satiemania (1978) Zdenko Gasparovic














Esta semana, en nuestra revisión de la lista de Annecy, le ha llegado el turno a Satiemania realizado en 1976 por Zdenko Gasparovic, pero más que el nombre de su realizador, que a la mayoría les sonará a chino, lo importante es que con este corto llegamos a uno de esos lugares míticos de la animación, con los que tanto les doy la lata.

Se trata de Zagreb Film, un estudio afincado en la ciudad del mismo nombre, por entonces perteneciente a Yugoslavia, y que de 1950 a 1990 produjo un total de 400 cortos de presencia obligada en los festivales de animación de todo el mundo. Un estudio que se podría decir que no tenía estilo, más allá de que toda su producción era experimental o como poco inusual, pero esta carencia de unidad estilística no suponía un defecto, sino una virtud, ya que lo que se intentaba es dar la máxima libertad a los autores, algunos sin ninguna relación con la animación, para que plasmasen sus inquietudes con este medio. Por supuesto, muchos de los cortos fueron fallidos, unos pocos obras maestras, pero ninguno sin su interés y su atractivo, simplemente por proponerse siempre ir un poco más allá, extendiendo los límites de la forma.

En el caso que nos ocupa, Satiemania, la excusa es un corta pega de fragmentos del compositor Eric Satie, sobre el que se teje toda una serie de secuencias animadas, supuestamente inspiradas por la música. Esta evocación visual puede resultar sorprendente, cuando no escandalosa, para el espectador, ya que en su mayoría se trata de imágenes de fuerte contenido sexual, escenas de prostíbulo, o de una violencia no menos explícita, lo cual parece estar en contradicción con la nobleza y belleza ideal que nos transmite esa música.

Es cierto que en todo el corto anida una fuerte intención irónica, la contraposición de esa música perfecta con la fealdad y la deformidad de un mundo, el nuestro, en que los más fuertes realizan su voluntad y las relaciones sociales lo son de dominación y sumisión, pero no es menos cierto que Satie era un compositor con una fuerte tendencia a la ironía y la subversión, como corresponde a todo buen modernista, plagando sus partituras de indicaciones imposibles y mordaces que sólo el interprete podía leer e incluso mofándose del propio concepto de música, tal y como lo había entendido el romanticismo, al crear obras que no debían ser escuchadas, destinadas a llenar los espacios muertos en las representaciones teatrales.

Teniendo esto en cuenta, se hace posible conciliar un poco la aparente discordancia entre lo visto y lo oído en este corto, al unir la ironía del compositor con la ironía del animador. Sin embargo, más allá de esta subversión aparente, que no pasaría de ser una provocación huera, el corto, como la música de Satie, es un ejemplo magistral de rigor formal. Todo el movimiento que se muestra en el corto marcha al compás de la música de Satie, permitiendo así que sintamos el movimiento visto; mientras que la propia animación es cualquier cosa menos simple, no sólo por utilizar la deformidad como medio de crear variedad y de hacernos ver el mismo movimiento de manera constantemente renovada, sino por partir de dibujos y bocetos sin simplificar, que sólo se pueden dotar de movimiento a base de horas y horas de trabajo.

Y como siempre, les dejo con el corto, para que lo disfruten.




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