sábado, 7 de mayo de 2016

Paisajes Musicales Inexplorados: Henze (y XXV)



Llevaba dándole vueltas desde hace tiempo a como enfocar la entrada que tenía pensado dedicar a Hans Werner Henze, y la verdad es que no lograba encontrar qué decir y cómo.

Iba a escribir que lo más característico de su obra me parecía que era su aliento político, rasgo no muy habitual en un arte abstracto como la música. Tuve que descartarlo, porque enseguida me acordé de Beethoven y del claro programa revolucionario y humanista que inspira bastantes de sus mejores obras, como la tercera y novena sinfonías o la opera Fidelio. Beethoven, por supuesto, tampoco es una excepción, ya que un siglo y pico más tarde aparece la figura de un Sostakovich, quien intenta hacer de su música la memoria de su tiempo, su gente y de su país, a pesar de las trabas y condicionantes impuestas por el totalitarismo soviético. Y para terminar, se podría citar tambiñen la influencia sobre toda la cultura occidental del filósofo Aristóteles, cuyas palabras de elogio a la música como método educativo y formador se unen a la exigencia de una vigilancia continua de ese arte, para evitar que influencias disolventes y contestatarias se filtren en ella.

A estos antecedentes clásicos habría que unir la transformación reciente de la música en música popular, donde la letra es tanto o más importante que los sonidos que la acompañan, de manera que no se concibe ésta sin un mensaje comprensible, que incite a la acción concreta. Normalmente centrado en el amor y con una clara componente de evasión, pero que en más de una ocasión, se torna esencialmente social y reivindicativo, cuando no revolucionario. Música y política, por tanto, siempre de la mano, inseparables e indisociables, fusión característica que no evita que la política en música siga pareciéndonos equivocadamente una excepción, ligada a unos cuantos nombres clásicos aislados como Beethoven, Sostakovich, Nono, Verdi o el propio Henze, o a los músicos populares de una década determinada, los sesenta o setenta, o  bien ligados a movimientos y fenómenos marginales.

Dejado a un lado la política, habría quizás que adoptar otro enfoque a la hora de abordar la figura dev este compositor, quizás su marginalidad de Henze dentro ámbito de la música europea de la segunda mitad del siglo XX, tiempo en el que se produjeron dos revoluciones estéticas, una fallida y otra triunfante

La fallida fue lanzada desde dentro de la propia música clásica, intentando romper el marco de las formas y sonidos clásicos, que ya había sido quebrantado por el dodecafonismo. En esa dirección trabajaron movimientos como la música concreta, la electroacústica, la exploración del ruido de Cage, el minimalismo y tantas otras maneras que buscaban crear una música de lo cotidiano cuya creación estuviese al alcance de cualquiera. En este ambiente de movilización estética, Henze se mantuvo un tanto margen, siguiendo la tradición de un dodecafonismo que comenzaba a fosilizarse en una práctica académica, como le sucedió a la abstracción Bauhaus en esa misma época. Ese hecho produjo que Henze al menos en las historias contemporáneas de la música, si es que figuraba en ellas no pasase de ser un revolucionario conservador, alguien que no formaba parte de la vanguardia musical - Stockhausen, Cage, Henry - y por ello considerado en cierta manera compositor de segunda. Prescindible, en definitiva.

La otra revolución, la victoriosa, no sólo fue dañina para Henze, sino en general para toda la música clásica de postguerra, que se vio reducida a otra forma músical más, sin preeminencia sobre los otros estilos, de manera que todos esos compositores citados, que creían hallarse en los umbrales de un nuevo universo sonoro, quedaron relegados a un olvido casi completo en las décadas siguientes. Hablo, por supuesto, de la música popular de influencia anglosajona, convertida en la música por excelencia, considerada incluso paradójicamente heredera de las formas y compositores clásicos, ese si X viviera ahora compondría mi estilo de musica. Su triunfo se debió a una simplicidad técnica y expresiva que le permite hablar a sus oyentes de forma directa y sin intermediarios, evitando tener que recurrir a complejos ejercicios sonoros comprensibles únicamente por profesionales y conocedores. Una victoria que se debe también en gran medida a los avances técnicos, a esa capacidad presente de almacenar y llevarse la música consigo a cualquier lugar y situación, sin que quede relegada a una sala, un público y a un instante que jamás podrá repetirse de nuevo.

¿Y a qué estas largas explicaciones, que no dejan de ser una excusa, una justificación? Pues a que no sé muy bien si la música de Henze me gusta o no, ni como clasificarla. Sólo puedo decir que está ahí, aislada en su soledad.


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