domingo, 29 de mayo de 2016

La lista de Beltesassar (CXXXIV): Reet Petite (1986) Giblets



























Como todos los domingos, continúo mi con revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno del vídeo musical Reet Petite, corto realizado en 1986 por el colectivo británico Giblets, sobre la canción del mismo título del artista americano Jackie Wilson.

Este corto/video musical es un buen ejemplo de lo que podría llamarse las Terrae Incognitae de la animación, como lo he visto definido en algún blog. En primer lugar, Giblet es un obscuro colectivo de animadores, del que apenas he encontrado información, y ésta en forma de círculo vicioso: Giblets produjo dos cortos en los ochenta que son Reet Petite y Happy Hour, que fueron producidos por el colectivo Giblets, que.... y así hasta la eternidad. Aparte de esto, nada más, ni quienes fueron sus componentes, ni cuales fueron sus carreras posteriores, ni si éste estudio como tal tuvo continuidad en el futuro, bajo su mismo nombre o adoptando otro.

Por otra parte, el mismo género del vídeo musical animado se caracteriza por ser efímero. Su visibilidad dura lo que dure la canción en las listas de éxito, quedando relegando al olvido en unas pocas semanas. No ayuda tampoco que los derechos de autor de las discográficas suelan impedir las recopilaciones, reediciones o la carga en sitios como youtube, vimeo o dailymotion, situación tanto más compleja cuanto menos activo esté el estudio original o se pretenda realizar una antología extensa, de varios creadores y productoras. Tampoco favorece a la divulgación de estas obras que aún hoy el estamento crítico los considere formas muy menores, cuando no literalmente deleznables, cuyo mejor ejemplo es la expresión "estética de videoclip", es decir montaje apresurado, ausencia de hilo narrativo, preeminencia del efecto sobre el contenido.

El vídeo musical es un género destinado al olvido y la obscuridad por sus propias características formales, aun cuando en estos cuarenta años ha producido un buen puñado de obras notables, de ésas que merecerían figurar en las antologías, sino fuera por los problemas citados y los prejuicios habituales. Reet Petite podría ser uno de estos pocos elegidos para la gloria - algún tendré que hacer una recopilicación -, aunque sólo fuera por dos factores un tanto alejados de su clasificación como videoclip. Por un lado, pertenecer a la década en la que se confirmó la animación de plastilina como técnica a la altura de las restantes pertenecientes a la gran familia de la stop-motion.  En ese periodo,  estudios como el de Will Vinton estaban creando sus mejores obras y otros como Aardman  daban sus primeros pasos hacia la fama. Un periodo, además, durante el que - y he aquí el segundo factor - esa técnica era aún tan nueva, tan experimental e indefinida, que un corto podía ser notable por el mero hecho de dejarse llevar, de jugar y hacer travesuras con el nuevo invento.

Ésa es precisamente la mayor virtud de Reet Petite, el olvidarse de todo atisbo de seriedad y dejar a un lado cualquier pretensión de profundidad. Sus creadores toman una canción de baile, cuyo sentido y objeto se extinguen en proporcionar un rato de diversión, y le siguen el juego, con la misma despreocupación y desenfado que el material original. Así, este corto no es otra cosa que una larga serie de transformaciones encaminadas a crear bromas visuales encadenadas. No demasiado sorprendentes,  tampoco complejas o revolucionarias, pero efectivas y válidas en su misma humildad y sencillez.

Y con eso le basta. Porque no es necesario "epatar les bourgueois" o dejar claro en cada fotograma que se dispone del último avance tecnológico y del dinero para comprarlo. No, eso es secundario. Porque la animación, no lo olvidemos, es algo que podemos hacer en nuestra casa, con materiales corrientes, incluso de desecho. Eso sí, con mucha imaginación y paciencia.

No les entretengo más. Como siempre les dejo aquí el corto. Disfrútenlo y sueñen con una antología futura que recoja esas obras maestras esparcidas y olvidadas que llenan la historia de vídeo musical.

Como si fuera a ocurrir.


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