Siempre estaré agradecido a los miembros de cinexilio que me descubrieron la obra del director americano James Benning, aunque ahora ese foro se haya convertido en cementerio, tras la irrupción de unos (falsos) revolucionarios. Mi agradecimiento se extiende asímismo al Filmmuseum austriaco, que cada año nos regala una edición en DVD de dos obras de este director, contribuyendo así a que los meros curiosos, como es mi caso, extendamos nuestros horizontes culturales.
Si el nombre de James Benning les suena de algo, sabrán que es un documentalista. Sin embargo, lo importante de su trayectoria cinematográfica no ese rasgo, ya de por sí notable por modo en que lo ejerce, sino al mismo tiempo su carácter de cineasta experimental. Su obra es por tanto un ejercicio de construcción de paradojas fílmicas, entre la realidad y la estructura, única e irrepetible por eso mismo. Por un lado, como documentalista, Benning es un cineasta obsesionado por la historia, pero no por registrar los hechos notables o radiografiar las costumbres de un tiempo y un lugar, sino por hacernos conscientes de los cambios que el tiempo ha acumulado, de su irremediabilidad y, simultáneamente, de la permanencia del pasado, siempre influyendo en nuestro presente.
Por otra parte, y he ahí la paradoja, Benning es un formalista. Su cine busca deliberadamente la belleza, el plano perfecto o especialmente significativo, lo llamativo o definitorio, sin que esta búsqueda suponga devenir colección de estampas pintorescas. Detrás de cada una de esa imágenes cuidadosamente seleccionadas anida ese sentimiento político al que me refería, bien expresado en sus primeros obras por una narración en off cuyo contenido se presenta disociada de lo visible, o bien por el silencio y el montaje en sus obras más recientes, donde es la secuencia en la que se muestran la que crea conexiones inesperadas, pero al mismo tiempo necesarias.
Esa presentación sin comentarios, tan típica del Benning tardío, se conjuga con planos extensos, a cámara fija, donde el espacio observado permanece vacío o se nos hace presenciar actividades rutinarias. Dicho así, esta manera podría parecer un simple experimento - y tiene mucho de ello -, pero lo que persigue Benning es hacernos ver el tiempo, percibir como transcurre en los lugares que su cámara se descubre. Un descubrimiento en el que Benning intenta no condicionar nuestra mirada - de ahí el silencio omnipresente en sus películas - sino que adoptemos el pinto de vista del recién llegado, de quien arriba a un lugar desconocido y se ve obligado a aprender sus mecanismos y ritmos, sin ayuda alguna.
Ruhr (2009) es quizás la película más famosa de esa última época, o al menos la que más repercusión ha tenido entre los (pocos) aficionados a su obra. Su tema, su protagonista, es una región de importancia especial en la historia de Alemania y Europa, el area industrial por excelencia de ese país, donde a principios del siglo XIX se constituyó la primera megalópolis de la historia alrededor de la industria del carbón y el acero. La influencia del Ruhr no se limitó a ese logro industrial, sino que fue la base del militarismo aleman durante las dos guerras mundiales, suministrandole el poder militar que le permitió librarlas.
Ese aspecto no es subrayado por Benning quien nos muestra, sin embargo, como ese carácter industrial sigue determinando el área, invadiendo todos sus ámbitos, de forma que la máquina y la fábrica son omnipresentes, expulsando al hombre y a la naturaleza. Un entorno donde no obstante, se han producido cambios esenciales, irreversibles, como la consolidación de una poderosa comunidad musulmana de origen turco o la reducción de la cultura alemana a vastas barriadas anodinas y sin personalidad.
Sin embargo, si la película es famosa no es por esta reflexión, que la convertiría en un relato de viajes al estilo Benning. Lo que la distingue es que la protagonista del filme es una chimenea - de la cual sabremos al final de la película que pertenece a una planta de procesamiento de carbón - que Benning rueda durante un periodo de una hora, entre las últimas luces del día y la llegada de la obscuridad de la noche.
Durante ese larguísimo plano, de extensión casi infranqueable, agotador, pero al mismo tiempo tan revitalizante como una buena caminata, la chimenea adquiere rasgos de autentico ser vivo. A intervalos regulares se anima, comienza a expeler humo, que invade y se adueña del plano hasta disolverlo en vapor y tornarlo abstracto, para luego aquietarse y volver a una inactividad de la que no sabemos si volverá a despertar. Se podría hablar incluso de respiración, de la respiración de esa región industrial que Benning retrata, sino fuera porque la cadencia por la que se rige se nos escapa, sin que sea posible predecir cuando terminará esa aparente inactividad o si será definitiva, tal como parece anunciar la gradual llegada de la noche.
El comportamiento de esta chimenea se torna así trasunto de la historia y el presente del Ruhr, inmensa reliquia del pasado, a punto siempre de ser abandonada, clausurada, en un mundo en el que ya no tiene mucho sentido, pero que al mismo tiempo continua siendo presencia determinante, viva e insoslayable. Al mismo tiempo también, tras este significado indicado por el Benning político, se halla el ojo certero del Benning formalista. Porque todo este larguísimo plano se puede considerar como un metódico estudio pictórico, donde se muestran las diferentes calidades de la luz a medida que ésta va desvaneciéndose, además de las infinitas variaciones en las que el vapor y el humo se mezclan y entremezclan con la atmósfera.
De forma que aquello que siempre es igual y por eso mismo intrascendente, se revela multiforme, renovado, caleidoscópico, inagotable. Sin que una vida entera baste a captar todos sus matices y por ello mismo, único objeto al que consagrar la existencia.
8 comentarios:
Que sepas que, aunque no participo, suelo entrar por aquí porque tus comentarios son siempre interesantes.
Si hoy participo es porque me ha dado el día nostálgico en coincidencia con tu breve inciso sobre Cinexilio y quiero decirte que estoy totalmente de acuerdo.
Una gran página destrozada y hundida por unos pocos modernos "regeneradores" de la crítica cinematográfica. Lástima. Con lo bien que se discutía desde posturas diferentes pero respetuosas, sin descalificaciones, incluso personales.
Un afectuoso saludo
¡Ole! Que gran honor, Don Alfredo comentando en mi blog.
Y sí lo de cinexilio mejor hablar, aunque los responsables lo siguen considerando como su gran gloria y triunfo.
Mejor no hablar quería decir
Cierto, mejor no hablar, sobre todo si queremos ser moderados y educados, pero a veces me asaltan los buenos recuerdos de una época en la que un grupo de amigos del cine era capaz de conversar y discrepar, aprendiendo de los demás, en un lugar confortable.
Recuerdo que mi primera entrada del día a internet solía ser a ese lugar para ver qué novedades habían surgido desde el día anterior y para contestar conversaciones inacabadas.
Siempre lo hacía con la ilusión de saber que unos buenos amigos andaban por allí, y que iba a poder conversar no sólo de cine.
También recuerdo las personas a las que pude conocer personalmente, aprovechando mis frecuentes viajes de trabajo, personas muy diferentes en gustos y formas de ser, pero con las que aún mantengo buenas, aunque intermitentes, relaciones.
Debo confesar que, por razones de vida y edad, en estos momentos hay cosas que me ocupan más que el cine, pero éste fue el gran vínculo capaz de aglutinar un estupendo grupo de gente.
Por cierto tengo a mis dos nietos (8 y 4 años y medio) permanentemente en casa y les voy haciendo ver, además del típico Disney, el maravilloso mundo de los dibujos animados japoneses.
Sorprendentemente a la pequeña le encantan películas complejas como Chihiro o El Castillo ambulante, además de Ponyo, Totoro y otras más asequibles.
El mayor está empezando a preferir el humor de los Hnos Marx. Cosas de la edad :-)
No me haga añorar más el cinexilio de antes de la catástrofe.
Y lo que me dice de la pequeña y Miyazaki, honra a este último. O más bien demuestra que los buenos contadores de historias no distinguen de edades.
Y sí los Marx ya son otro nivel...
Algunos no hablamos, pero leemos.
Y compartimos nostalgia por Cinexilio.
¡Igual habría que refugiarse en algún sitio!
O lo mismo eso de los foros es una cosa de la década pasada...
S'agradece, Fermín.
Y sí, me temo que eso de los foros es ya muy de la década pasada.
Que con tanto what's up y demás ya no hay tiempo pa' na'
Y si además hay que trabajar, ya le digo....
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