Como todos los domingos continúo mi con revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno a Phantom, corto realizado en 2004 por el animador holandés Rosto A.D, pseudónimo de Mattias Müller.
Como les indiqué en la entrada anterior, dedicada a Paul Driessen, Rosto A.D es uno de los animadores recientes que nos permiten hablar de una "escuela holandesa" de animación, aunque sus estilos y sus intenciones no puedan ser más diferentes y divergentes. Phantom, quizás no sea el ejemplo más representativo del arte de Rosto, al tratarse de un vídeo musical, pero el hecho de que la banda que lo encargó, The Residents, se mueva en la frontera entre la música comercial y la completa experimentación, permite que el estilo muy particular del animador holandés se despliegue sin impedimentos, ni cortapisas.
Lo más característico del modo visual de Rosto es su mezcla de diferentes técnicas, principalmente la imagen real, la sintetizada por ordenador y la stop motion en su variante de pixilation. Este cruce de técnicas casi incompatibles intenta una fusión entre lo viejo y lo nuevo, entre lo real y lo imaginado, que se plasma en la creación de unos paisajes visuales entre la vigilia y la pesadilla. Mejor dicho, situados en la frontera que separa esos dos ámbitos que creemos determinados e incomunicables, pero entre los que transitamos diariamente sin percibirlo. Rosto nos hace así conscientes de la divisoria existente entre esos mundos, ese lugar donde las reglas habituales de ambos dejan de tener validez y sentido. Su cortos son, por tanto, descripción de esas barreras situadas en la penumbra.
Temáticamente, esto significa narrar los intentos de los protagonistas bien por alcanzar ese otro mundo deseado/soñado, bien por retornar al propio de origen, intentado huir de aquel al que se han visto arrojados. Esos intentos acarrean inevitablemente el desequilibrio de ambos mundos enfrentados, cuya armonía sólo puede ser restaurada mediante el fracaso de aquél que se atrevió a desafiar el orden... o la conversión de su suplicio en un nuevo elemento de la estructura existente. No obstante, este fundamento temático no implica una intencionalidad política - o al menos una clara -. Rosto se mueve en los ámbitos del símbolo y el enigma, del surrealismo y el absurdo, de forma que cualquier solución y posicionamiento, ha sido deformado, borrado y reescrito... varias veces.
Esta renuncia a ser comprensible no implica que sus cortos sean "aburridos" o que se busque un empobrecimiento en el acabado final. Las obras de Rosto encadenan imagen tras imagen, símbolo tras símbolo, en una secuencia que se torna implacable, mientras que cada una de esas ideas/referencia es plamada de manera brillante y llamativa, casi como si fueran ilustraciones arrancadas de un libro de cuentos - de muchos libros de cuentos de temas completamente dispares - y por ello mismo dotadas de autonomía, válidas por si mismas, bellas en su soledad. El riesgo evidente es que el corto se vuelva una colección de imágenes únicas, recosidas y embutidas en un todo que las niega e intenta expulsarlas de sí. Si esto no es así, es porque a pesar de todos los enigmas, a pesar de la narración voluntariamente críptica, siempre existe un hilo que conecta a todos estos elementos, por muy tenúes y débiles que sean las relaciones que los une.
Existe por tanto un sentido, una razón. Sólo que no podemos entenderlo, al no ser habitantes de esos otros mundos, sino espectadores pasajeros que los vislumbramos desde una rendija.
No les entretengo más. Les dejo aquí el corto. Ya les advierto que no es representativo del mejor Rosto (el de Anglobily Feverson o Jona/Tomberry), pero si sirve de introducción a su obra, con eso me vale.
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