Como todos los domingos continúo mi con revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno a The Killing of an Egg (La muerte de un huevo), corto realizado en 1979 por el animador holandés Paul Driessen, del que ya he comentado otros cortos.
Paul Driessen, como Rosto o Dudok de Wit, forma parte de lo que podría denominarse la escuela contemporánea de animación holandesa.... si no fuera porque estos autores están separados por abismos formales y conceptuales. Dudok de Wit, por ejemplo, busca encontrar una suerte de trascendencia mediante el ejercicio de la animación, en un auténtico camino de perfección místico que le ha llevado a adentrarse tanto en la abstracción como el simbolismo. Rosto por el contrario, está fascinado por las posibilidades de las nuevas tecnologías, especialmente por sus capacidades de mestizaje con la animación tradicional y la imagen real, lo que le conduce a construir complejos mecanismos fílmicos, de significado críptico, pero no por ello menos seductores, próximos al videoclip y al videoarte.
En el caso de Driessen su estilo se plasma en dos rasgos principales. Por un lado, el uso continuo y casi exclusivo de líneas y contornos, en un juego de transformaciones sin fin que conduce sus cortos en direcciones insospechadas y que, en muchas ocasiones, hace temer que pierda el pie. Si no ocurre así es debido a su otra faceta estilística: su concepción del corto como lugar donde se cruzan y entrelazan diversas historias, cuyo desarrollo bien se presenta de forma simultánea en el plano de filmación o se alterna con los trucos del montaje en paralelo. La conclusión es que unas acaban influyendo en la otras y viceversa, hasta que los diferentes elementos esparcidos en sus cortos confluyen en un único resultado final.
Ese resultado final es inevitablemente pesimista, concluyendo con el fracaso de los protagonistas y la victoria del destino o la muerte. Incluso, en sus cortos más extremos, con un auténtico fin del mundo expresada en la destrucción del espacio fílmico (caso de The End of the World in Four Seasons de 1995, ya comentado). Esta características han llevado a que Driessen sea acusado tanto de ser un director de animación frío, interesado únicamente por los aspectos constructivos y formales de sus cortos, como que, paradójicamente, su obra se perciba como cruel, descarnada y desesperada, al no ofrecer vía de escape alguna a sus personajes, que siempre ven frustradas sus esperanzas y las acciones con que buscan hacerlas realidad.
Si ambos reproches son parcialmente ciertos, esto no evita que sus mejores cortos tengan una especial resonancia sentimental, la propia de un maestro, y precisamente por esas mismas características. Otros cortos suyos, como el que hoy me ocupa, el muy temprano The Killing of an Egg, responden más en ese estereotipo, el ejercicio de estilo sin otra razón de ser que el propio reto que propone, fuera del cual pierde todo sentido. No obstante, si The Killing of an Egg no llega a ser más es precisamente porque no intenta apurar las posibilidades que le ofrecía el tema. Falta de audacia que no se debe a la juventud de Driessen, ni a su falta de experiencia o de dominio de recursos expresivos, porque ya en 1974 había dirigido a À bout du fil, también comentado, auténtico tour-de-force que le catapultó a la categoría de maestro.
No les entretengo más. Miren el corto y juzguen por sí mismos. Sí les advierto que, a pesar de lo dicho, tengo un especial cariño por esta obra, ya que era una de las presencias constantes en el extinto canal de animación, Locomotion, donde convivían codo con codo la animación experimental con el anime.
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