Barnett Newman, Third Station |
Como ya deben saber, el MNCARS se ha traído los contenidos del Kunstmuseum Basel, mientras ese museo está cerrado por reforma. El número de obras - y obras importantes - que contiene esa institución suiza ha dado para tres exposiciones simultáneas, dos en el MNCARS, una en El Prado, que van a constituir el plato fuerte de ambos museos durante la primavera y el verano de este año.
El primer reproche, aunque pueda parecer extraño, es precisamente esta larga ocupación, casi completa, del espacio del MNCARS. Un rasgo característico de ese museo en los últimos años era buscar ilustrar al público sobre los nuevos caminos, las nuevas formas y soluciones, elegidos por el arte occidental tras la segunda guerra mundial. Esa tarea, esa misión, si lo prefieren, no es esteril, ya que si bien el público ha aceptado la vanguardia "clásica", al menos en parte, como viene a demostrar la exposición de Dufy en la Thyssen, no ha ocurrido mismo con la vanguardia "tardía", que sigue siendo objeto de fuerte rechazo y de incompresión.
Las exposiciones del MNCARS ayudaban así a despejar la niebla de indiferencia que rodeaba al arte del último medio siglo, de la quiebra de la abstracción hacia 1960 hasta nuestros días. Un importante esfuerzo didáctico que va a quedar interrumpido ese giro con este giro hacia la vanguardia "clásica" al no dejar sitio para otros experimentos y exploraciones.... o que va a arrumbar los pocos que sigan montándose, como es el caso de la muestra Aún No, sobre la reinvención política del documental en los sesenta, completamente olvidada en la planta 0 del edificio Nouvel por las manadas de visitantes que se dirigen a las otras.
No es menos extraño que la división en dos exposiciones termine por provocar, no sé si intencionadamente o no, la constitución de dos historias diferentes de la vanguardia. Es comprensible, como ejercicio teórico, que se haya querido separar las colecciones privadas que dieron origen al Kunstmuseum Basel - o que lo completaron - del resto de las obras allí guardadas. La idea subyacente es mostrar al público como el arte de vanguardia fue acogido por sus coetáneos, así como los criterios de selección que guiaron a esos coleccionistas tempranos.
El problema con esa separación es por un lado se conforma una historia principal de la modernidad, la que llevaría de cubistas y fauves a la abstracción y el surrealismo, y de allí al arte pop y conceptual, mientras que por el otro lado se viene a trazar una historia de esfuerzos artísticos sin continuidad, de modernidad anticuada, de heterodoxos y solitarios. Ése sería el mundo de los simbolistas decimonónicos, del impresionismo y postimpresionismo como arte ya pasado y "clásico", casi académico, de los fauves menores y de la escuela de París, de todos los pintores sin clasificación o adscripción.
Una forma de narrar que, curiosamente reproduce el paradigma superado del modernismo como camino del realismo hacia la abstracción. Definición que áún sigue siendo ajustada y útil, siempre que no se presente, como se hacía hasta hace poco, como única vía digna y válida, de la cual quedaban excluidas todo el resto de soluciones, calificadas colectivamente como retrocesos y errores, cuando no traiciones al ideal, cuyo castigo era el merecido olvido.
Alexei von Jawlenski, Rostro del Salvador |
Una época antirromántica en espíritu, en busca de la perfección formal y la pureza ideológica, y que aborrecía todo tipo de sentimiento o sentimentalidad, pero durante la que, paradójicamente, arte y artista eran concebidos de manera plenamente romántica. El uno, como única misión a la que merecía la pena encomendarse, por la que merecía la pena combatir; el otro, como medium, visionario, profeta, fuerza de la naturaleza capaz de ver más allá de la experiencia sensible hacia otro mundo mejor y más perfecto, pero capaz asímismo de plasmar esas visiones en imágenes, en formas que golpeasen, desequilibrasen y desconcertarán a sus contemporáneos, para así acarrear la transformación, la refundación y transfiguración del mundo.
Ideales estéticos que se disolvieron con la llegada del postmodernismo, así como los políticos se desvanecieron con la contrarrevolución conservadora, convirtiendo esta exposición en un acumulo de reflejos, de recordatorios de un tiempo apasionado, en el que el arte era arte, no mero entretenimiento, y su práctica, su disfrute, tan importantes, tan decisivos para nuestra experiencia vital, que cualquier desviación, cualquier objección o contradicción, se consideraba como un insulto que exigía una defensa violenta.
Paisajes culturales que ahora, en tiempo de apatía e indiferencia, de conformismo y derrota, parecen pertenecer a un mundo que no es el nuestro, del cual no procedemos.... pero al que ansiamos retornar, porque añoramos esa pasión, esa entrega, esa absoluta determinación y compromiso. Porque queremos volver a estar vivos, y no devenir copia de los falsos remedos que nos propone la publicidad, la propaganda de este mundo, este sistema, esta sociedad.
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