domingo, 11 de mayo de 2014

The Beltesassar List (XLV): The Mermaid (1997) Alexandre Petrov
















En mi revisión semanal de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar, ha llegado el turno de Mermaid, realizado en 1997por el animador ruso Alexandr Petrov.

Por otras entradas mías, ya sabrán del lugar de honor que ocupa la animación rusa en la historia de esta forma, simplemente porque incluso en sus modos comerciales, esta escuela buscó adentrarse en territorios vanguardistas y experimentales, ya fuera a pesar de la censura en tiempos soviéticos o de la falta de financiación en tiempos capitalistas. Sabrán también que la fecha de 1991 supone una cisura en la historia de la animación rusa, no tanto en términos estéticos, sino en sus mecanismos de producción, ya que antes de ese año los animadores podían contar con subvenciones estatales que se evaporaron a partir de esa fecha.

Alexandr Petrov pertenece a la primera generación de animadores post-soviéticos, aquella que fue formada en tiempos de la antigua URSS, pero que desarrollo su obra una vez desaparecido este estado. Debido quizás a su educación en un tiempo en que la comercialidad no importaba, Petrov eligió una forma poco corriente de animación, la pintura sobre cristal, pero de larga historia y no menor prestigio entre los profesionales de la animación, debido a la dificultad que entraña y a la expresividad que permite alcanzar, imposible por otros medios.

La animación de pintura sobre cristal consiste, como su nombre indica, en crear pequeños cuadros pintando sobre cristal trasparente, para fotografiarlos luego con iluminación posterior, que atraviesa  la propia pintura y permite así conseguir un especial brillo e intensidad de las tonalidades aplicadas. Ésta sería la primera virtud de esta técnica, pero hay que añadir también el hecho de que en ella, por su propio proceso de creación, se intentan dejar visibles los efectos propios de la creación pictórica, es decir, la pincelada visible, la imprecisión de los contornos, los efectos artificiales de luz y sombra,  que acaban formando parte integrante del resultado final, al igual que si contempláramos un cuadro en un museo.

Más importante aún es que al contrario que la animación 2D al uso, no se trabaja sobre un fondo común sobre el cual se fotografiín los distintos movimientos de los personaje, dibujados uno a uno en cells (acetatos) aparte. En el caso de la animación sobre cristal, el animador crea un cuadro inicial, el cual anima modificando las figuras y el fondo con el pincel y luego fotografiándolas. Este proceso es de enorme dificultad, ya que no admite correcciones como en la animación tradicional - por ejemplo, substituyendo el acetato erróneo -, sino que una vez comenzado no hay vuelta atrás a menos que se retome desde el principio. El artista, por tanto, debe tener la secuencia entera en la cabeza antes de comenzar la filmación y saber de antemano qué pinceladas debe aplicar en cada momento para descomponer el movimiento en fotogramas.

Esta habilidad, como pueden suponer, no está al alcance de cualquiera, pero cuando se domina permite conseguir efectos de transformación y metamorfosis imposibles hasta la llegada del ordenador. Petrov para nuestra fortuna es un maestro de está técnica, no sólo por su talento como pintor, cada fotograma suyo podría considerarse válido como pintura aislada, sino por un instinto especial que le permite reconstruir el movimiento de forma creíble, además de transitar sin apenas esfuerzo del realismo a lo sobrenatural, como si ambos ámbitos fueran caras de una misma moneda.

Ése es precisamente otro de los rasgos de su talento, la desaparición de las fronteras que creemos separan regiones intelectuales incomunicables. En Mermaid, en concreto, aparecen tanto la nostalgía del paganismo, de ese tiempo en que compartíamos la naturaleza con las múltiples encarnaciones de la divinidad, las cuales actuaban de forma directa y continua sobre los asuntos humanos, como una historia de pecado y redención, que nos remite a los complejos dilemas morales de la literatura rusa del XIX, a los mundos laberínticos y muchas veces enfebrecidos de un Tolstoi o un Dostiewski, pero que en el fondo no son sino emanaciones contemporáneas de los mitos y leyendas de todo un pueblo.

No les entretengo más. Contemplen el corto y quédense con la boca abierta. Luego piensen que desde 2009 este autor no ha encontrado financiación para más obras, que vive de los réditos de sus obras anteriores y que puede haber caído en la miseria, a pesar de ser una de las figuras mayores de la animación reciente.

Y ahora decidan a quién deben defender, admirar y propagar


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