En mi revisión semanal de las compilaciones de cortos animados reunidas por el misterioso Beltessasar, le ha llegado el turno a Strange Invaders, realizado en 2001 por Cordell Baker para la NFB (sí ya saben qué es eso, no me hagan repetirme)
Cordell no es un desconocido en este blog ni, por supuesto entre los aficionados a la animación. Uno de sus cortos, The Cat Came Back (1988) ya lo comenté dentro de la parte B de la lista de Annecy, y ya allí explique varias de las razones que han llevado a este animador canadiense a convertirse en uno de los nombres imprescindibles de la animación mundial, siempre bajo el paraguas de la NFB. Una de las grandes virtudes de Cordell es que ha continuado practicando la animación 2D, incorporando a esa tradición las facilidades y posibilidades de una herramienta tan poderosa como el ordenador, sin por ello olvidar las enseñanzas de un siglo de esta disciplina.
Los cortos de Cordell son especialmente divertidos, sin que ello oculte una fuerte intencionalidad crítica - como era el caso de Runaway Train, su última obra - y satírica. Strange Invaders tiene como excusa a un matrimonio de mediana edad, pero de sexo especialmente alegre, gozoso y juguetón, que suspira por tener descendencia, como todos sus vecinos. Ese deseo les será - literalmente - caído del cielo, pero la felicidad que ansiaban, se convertirá en una maldición, en una clara ilustración del "ten cuidado con lo que deseas", cuando el niño aparentemente inocente se descubra peligroso alienígena, que no se detendrá ante nada para avisar a sus congéneres del planeta indefenso en el que ha caído, una progresión que será ilustrada por Baker de manera cada vez más hilarante y desquiciada.
Por supuesto, como digo siempre, en animación la técnica es la estética, y por muy ingeniosa que sea una anécdota, si no se sabe transferirla en imágenes con originalidad y talento, todo se habrá perdido. En el trazado de sus personajes, Baker utiliza un trazado humorístico y caricaturesco que al mismo tiempo nos permite abstraernos de los conflictos, observarlos desde fuera y reírnos de ellos, pero al mismo tiempo no llega a ser tan agresivo que dejemos de pensar que lo visto en la pantalla tiene relación directa con nuestra experiencia diaria. De hecho, aunque exagerada, esta visión del invasor no es más que un reflejo del cataclismo que la llegada de un niño tiene en la vida diaria de una pareja, que desde entonces sólo vive para atender la nueva vida y puede presenciar como los tesoros más queridos son destruidos a manos de un monstruo adorable.
Es la caricaturización a la que hacía referencia, la reducción de la figura humana a un conjunto de líneas que pueden estirarse, deformarse, reconstruirse a placer, la que permite a Baker tornar esas banalidades reales en una auténtica pesadilla de la que no obstante podemos reírnos a carcajadas, por su correspondencia casi perfecta con la realidad. El cúmulo de desgracias, el contraste entre la alegría y los sacrificios de la pareja, frente a la frialdad sistemática con que el recién llegado desmonta la casa y la vida de esa misma pareja, alcanzan proporciones casi Warnerianas, entiendo por esto, no un amontonamiento de gags - como muy erroneamente aplica una y otra vez la animación contemporánea americana - sino como un artefacto de relojería, en el que es crucial el instante en que cada mecanismo se desencadena, como ocurre en una partitura musical.
Un ejemplo de lo que digo - y de como crear gags ajenos a la historia principal pero que sirven para apoyarla - es la secuencia que abre esta entrada, en la que las fotos que va sacando la pareja de su vástago, sirven de indicador de la obsesión que siente por él, reforzada por el hecho de constituir una serie interminable - de interés sólo comprensible para los padres de la criatura - que de repente, por acumulación y velocidad, acaba por cobrar vida, de forma que tras la figura hiératica del niño, sus padres empiezan a moverse e incluso el cabello se metamorfosea en una araña que pasea sobre su cabeza... Efectos postmodernos que en la animación son naturales y normales y que culminan en el fotograma olvidado, invisible a menos que se pare la imagen, en el que Baker nos confiesa su horror por los niños.
Y ya basta, que menudo rollo le he echado. Como siempre, aquí les deje el corto. Disfruten con él, no lo lamentarán.
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