martes, 4 de junio de 2013

Questions without answers

Los restos arqueológicos (del yacimiento de Los Millares) indicarían que la muralla exterior no siempre u obligatoriamente cumplió la misión de resistir los ataques de gente armada. Sin embargo, el importante sistema de fortificaciones del asentamiento refleja la gran  necesidad de protegerse de la gente de fuera. Hay una pregunta fundamental que pide respuesta: ¿qué era lo que esta comunidad del tercer milenio a.C. veía como un peligro para su vida? ¿Estaba alerta contra enemigos de los alrededores, o sencillamente velaba por su seguridad como medio de preservar su propia forma de vida? Dicho de otro modo, ¿la necesidad de defenderse se debía principalmente a razones externas o internas?
Aunque demos a los datos arqueológicos el crédito que se merecen, los indicios de que en Los Millares se libraran batallas son escasos. El volumen de armas descubiertas en el yacimiento mismo es a todas luces insuficiente para sugerir que se hizo pleno uso de las murallas durante más de medio milenio (c. 2500-1800 a.C.). Es lógico suponer que cualquier otra comunidad que estuviera enemistada con los millares se habría provisto de defensas parecidas. Por desgracia, esto no puede confirmarse en términos arqueológicos. No hay indicios de fortificaciones en ninguno de los yacimientos del Calcolítico que se conozcan de forma suficiente y estén cerca de Los Millares: Terrera Ventura (Tabernas) y el Tarajal (Nijar).

La Prehistoria de la Península Ibérica, María Cruz Fernández Castro.

Si hubiera comenzado a escribir este blog a finales de los años 90, estaría plagado de anotaciones sobre arqueología. No en vano gran parte de mis compras de aquel tiempo eran libros sobre esa ciencia histórica/antropológica (según la escuela que se siga, la anglosajona o la europea), un tema que siempre me ha interesado, gracias en parte al inmenso Museo Arqueológico Nacional de Madrid, cerrado desde hace cuatro años reforma.

He comenzado a leer en estos últimos meses una historia de España/Iberia  en varios tomos publicada en Inglaterra, cuyo mayor interés es centrarse en la historia de la Península pre 1492, al contrario que la historia de España publicada por Crítica. El primer tomo está dedicado enteramente a la prehistoria y fue publicado hace veinte años, hacia 1996, lo que lo convierte en una obra un tanto desfasada, dados los - esperables - avances de la investigación arqueológica en estas dos décadas.

No deja de ser menos interesante, a pesar de su edad.


El libro, como todos los de su década, se escribe en una década en que en España se produce, con veinte años de retraso, la quiebra definitiva de la arqueología cultural como paradigma para interpretación de la prehistoria y de los hallazgos arqueológicos. En otras partes he descrito las bases de esta teoría arqueológica, pero baste decir aquí que se basa en determinar por cada estrato de un yacimiento lo que se llaman fósiles directores, un tipo de vasija, un tipo de herramienta, un tipo de adorno, de forma parecida a como se hace en la práctica paleontológica. Las ventajas de este método son que la estratigrafía define una cronología relativa, por lo que si encontramos el mismo tipo de objeto en otro yacimiento, podemos decir que serán aproximadamente contemporáenos y podremos establecer relaciones entre ambos, trazando sobre el mapa areas de difusión/prevalencia de las culturas portadoras de estos objetos.

La arqueología cultura, tal y como se sistematizó en los años 30 por obra de Gordon Childe - al que se deben términos como revolución neolítica - fue una revolución que permitió iluminar el pasado más remoto y trazar una historia de la prehistoria. Existía un grave problema metodológico: determinar, en términos humanos y sociales, que se ocultaba tras esa definición artificial de una "cultura" a través de sus resto materiales. El intento de la arqueología cultural por resolver esta cuestión fue un completo fracaso ya que, influidos por el nacionalismo dominante, asociaron esas culturas con pueblos, unidades monolíticas caracterizadas por una raza, una lengua y unas creencias únicas, completamente refractarias a otras unidades similares. Definido así, la única forma de cambio histórico era la substitución de una cultura por otra, es decir la inmigración de gentes portadoras de una cultura en el territorio de otra cultura, con la desaparición de los antiguos pobladores. Una desaparición que calificaríamos ahora con el término de "limpieza étnica".

El reduccionismo de la solución cultural es más que evidente. Resulta extraña, casi inexplicable, su pervivencia durante más de medio siglo, cuando los ejemplos de cambio cultural por otros medios que la substitución de pueblos eran más que evidentes y palpables. La simple alternancia de las modas - piénsese en la diferencia de nuestros ajuares con los de hace un siglo o dos -  o la influencia de una culturas sobre otras - la occidentalización de las culturas orientales -, sirven para explicar perfectamente el cambio cultural, sin necesidad de apelar a un cambio de poblaciones. Este esfuerzo esclarecedor tuvo su contrapartida, ya que se terminó explicando todo por medio de evolución y transformación, creando una historia pacifista y tranquila, de la que se eliminaban todos los testimonios discordantes - como ha ocurrido con las versiones modernas de la irrupción de los bárbaros en el Imperio Romano - pero que nuestra experiencia de la historia más reciente, nos debería hacer sospechar que tampoco es cierta.

Esta transición, de la arqueología cultural a otros tipos de arqueología trajo consigo que muchas de las cuestiones que se creían cerradas volvieran a surgir con mayor fuerza. Así ocurrió que la nueva distribución del museo arqueológico nacional, inaugurada en los años setenta, se quedó anticuada en apenas un par de décadas, haciendo urgente una actualización del mismo... que espero sea el resultado de la reforma en la que esta institución se halla embarcada (soy pesimista a este respecto, dado el interés de nuestras instituciones oficiales por la arqueología). Es aquí, en ese replanteamiento de cuestiones viejas donde el libro de Fernández Castro tiene especial interés, al escribirse en el preciso momento en que se realizaba ese análisis e incluir, por tanto, la descripción de esos posible más que una posible - y normalmente equivocada - explicación.

Por esta razón, estoy disfrutando de la lectura por partida doble. Tanto por refrescarme multitud de fenómenos prehistóricos que tenía casi olvidados - como Los Millares, el Argar, las Motillas, El Vaso campaniforme los Campos de Urnas, etc, etc -, como por ofrecerme por primera vez una idea clara de los problemas que aún es necesario investigar, de los misterios que es necesario esclarecer. Un ejemplo claro es el de los Millares, perfectamente explicado en los párrafos que encabezan esta entrada.

Los Millares una comunidad del calcolítico, es decir, con una metalurgia reducida a la fundición del cobre, unas viviendas que son meras choza y sin estructura social compleja - lo que se conoce como sociedad segmentada - en la que no hay una jerarquía de poder ni privilegios transmisibles/heredables, como demonstrarían los enterramientos colectivos en Tholos, en los que el individuo acaba disuelto en la comunidad de origen, sin nada que señale su rango en vida. Sin embargo, y he aquí lo asombroso, el poblado de Los Millares se dota de un triple recinto de fortificaciones ciclópeas, reconstruidas y fortalecidas durante un periodo de casi un milenio, a los que se une una serie de fortines - ¿o eran silos de granos? - en las alturas que rodean el poblado.

Para los excavadores del XIX, esas forticaciones no podían tener otro significado que el defensivo, como si fueran castillo forticados de la edad media. No obstante, no tenemos huellas de que realmente hubieran servido alguna vez para ese propósito. Más aún, los asentamientos de las cercanía están desprovistos de defensas, con lo que no parece haber un enemigo pausible del que los habitanes de los Millares necesitasen defenderse. ¿Qué eran entonces esas construcciones? ¿Un signo de la unidad y la cohesión de los Millares? Parece exagerado. ¿Un símbolo ne Piedra de la dominancia de los Millares sobre las comunidades de los alrededores? Pero si algo en lo que están de acuerdo los arqueólogos es que nos encontramos ante una sociedad segmentada, muy lejos de lo que podría ser una jefatura o mucho menos un estado, a los que se asociaría una jerarquía de asentamientos que replicarían en miniatura el modelo del núcleo central.

Preguntas. Preguntas. Sólo la investigación y la integración de los resultados en un marco supraregional podrían darle respuesta.... pero desgraciadamente vivimos en el mundo en que vivimos, en medio de una crisis salvaje, donde esos temas de estudio no parecen necesarios, ya que no aportan beneficios.

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