martes, 11 de junio de 2013

Nature, as if you watch it by first time
























Hablaba, hace unas entradas, de mi desconfianza hacia el fotorrealismo en pintura. Los que sigan este blog sabrán también que mi mayor reparo hacia la 3D en animación es precisamente su obsesión por suplantar a la realidad, llegando a ser más real que el mundo que copia. Curiosamente, en el mundo del anime existe un creador, Shinkai Makoto, cuyo nombre está asociado indisolublemente al fotorealismo, de manera que casi constituye su rasgo estilístico distintivo - hay otro rasgo más, que ya señalaré más adelante -. No obstante en esta ocasión no siento ningún rechazo hacia este uso, sino una profunda atracción, casi enamoramiento.

Vayamos por partes.

El nombre de Shinkai había salido recientemente en estas anotaciones, cuando comenté Ookami  Kodomo no Yuki to Ame (Los niños lobos: Yuki y Ame) de Hosoda Mamoru. En aquel entonces, había señalado que mientras la estrella de Hosoda no hacía más que ascender, la de Shinkai parecía habersa apagado tras las grandes esperanzas que despertó en sus inicios, especialmente tras el semifracaso de Hoshi ou Kodomo (Los niños que cazan voces perdidas). Afortunadamente, Kotoba no Niwa (El parque de las palabras), el reciente mediometraje de Shinkai al que pertenecen las capturas que abren esta entrada, ha venido a confirmar que la su inspiración aún es sólida y fertil, de manera que esta película puede ser casi su obra maestra, a la altura de la mítica 5cm/s... o quizás es que se trata de una especie de canto del cisne antes de desaparecer definitivamente.

Para sinceros, Makoto Shinkai tenía dos "defectos". Las historias que realmente le interesa son las de enamorados que acaban separados definitivamente por un motivo u otro. A lo largo de su trayectoria estas historias han acabado por ser ambientadas en entornos cada vez más realistas y contemporáneos, lo que las coloca en directa oposición con los temas fantásticos, ya sea mágicos o de ciencia ficción, tan comunes en el anime. Ésa y no otra, es la causa de que películas como Kumo no Mukoo, Yakusoku no Bashoo (El lugar primetido en nuestra juventud) o la ya citada Hoshi ou Kodomo sean insatisfactorias, al verse incapaz Shinkai de armonizar la libertad e imprecisión que exige el género fantástico con el detallismo que requiere el creciente realismo de su postura estética.

El segundo defecto de Shinkai es más sútil, pero no menos nocivo. Este autor se mueve mejor en los formatos del corto y del mediometraje. Como se puede comprobar en 5cm/s, que no es otra cosa que una pequeña colección de cortos, Shinkai da lo mejor de sí mismo en la descripción de pequeños instantes de la vida de sus personajes, dejando oculto en el misterio - o mejor dicho, permitiendo que el espectador lo reconstruya - lo que les condujo a ese momento, lo que les habrá de suceder después. Desgraciadamente, pasados ciertos límites temporales, Shinkai tiende a divagar a perderse, arrastrando al espectador consigo, una carencia que casi dio al traste con Kumo no Mukoo, Yakusoku no Bashoo, y que, aunque ciertamente limada, sigue más que presente en Hoshi ou Kodomo.

En ese sentido Kotoba no Niwa reúne lo mejor de Shinkai, una historia de amor reducida a los dos personajes principales, sin elementos fantásticos o externos que sirvan de distracción, condensada en apenas cuarenta y cinco minutos, que narran tres meses de verano y que llevan a un final abierto y agridulce. Se puede objetar, muchos lo harán, que la visión del amor de Shinkai Makoto es demasiado sentimental y sensiblera, que le falta el desengaño y la ironía, no hablemos de la violencia, que se suponen requisitos irrenunciables de cualquier visión madura y contemporánea.

Cierto. Puede que se sea completamente cierto, pero Shinkai se las arregla para sortear este peligro utilizando el photorrealismo para realizar una descripción minuciosa de las acciones humanas, de las horas del día, de los diferentes meteoros. La sensibilidad de Shinkai, en ese respecto, es la de un pintor, capaz de descubrir nuevos universos en lo más banal y rutinario, mejor dicho, en todo aquello que nos rodea y que nuestros ojos embotados, nuestras mentes cansadas, no puede apreciar, no se atreven a hacerlo.

Por ello, más que la historia de amor, sentida y memorable, el momento culmen de la película de Shinkai es cuando dedide, porque sí, reproducir el estallido de una tormenta. Descripción que nunca, ni siquiera en el cine de imágenes reales, he visto realizar con tanta precisión, con tanta pasión, con tanta realidad, casi como si se pudiese sentir el viento helado y las gotas de lluvia nos estuvieran salpicando. Una campo en el que la animación es superior al cine de imagen real, al poder manipular la imagen hasta conseguir la tonalidad perfecta, al igual que hacen los pintores, pero es casi imposible para fotógrafos y cineastas, a menos que se recurra al truco del ordenador.





















No obstante, todo lo anterior puede que no sea otra cosa que una racionalización mía. Porque ocurre que si estas historias imposibles de amor tienen tanta resonancia para mí, me emocionan hasta la extenuación, es simplemente porque yo nunca he disfrutado de mi propia historia de amor.

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