Como todos los domingos, toca revisar un corto de la lista de 100 mejores, recopilada por el festival de Annecy hace ya unos años. En este caso, a 2-1 del final, le ha llegado el turno a Film! Film! Film! realizado en 1968 por el ruso Fedor Jitruk.
A estas alturas, les supongo ya conocedores de las grandes diferencias entre la animación occidental y la de los países del este durante los años de la guerra fría. La animación de los países soviéticos, a pesar de la censura y el totalitarismo de sus regímenes, era bastante más vangüardista que la de los países de occidente, no digamos ya de la animación USA. Con una facilidad que podría calificarse de insultante, creaban corto tras corto que hacían avanzar las fronteras y posibilidades de la animación, al mismo tiempo que abordaban profundos temas políticos, sociales y filosóficos, rompiendo esa ley no escrita según la cual la animación era un producto para niños, la niñera perfecta para mantenerlos callados.
Debido a esas ambiciones estéticas y a una integridad que llevaba a aplicar estos presupuestos estéticos modernistas hasta sus últimas consecuencias, la animación soviética puede parecer (y parecía) a muchos pesada y críptica, lejos de sus expectativas de entretetimento ligero para ratos perdidos. El corto de Jitruk, uno de los grandes de la animación rusa, al que le ha tocado el turno esta semana puede suponer una sorpresa para muchos ya que se trata de un corto extremadamente divertido, casi hilarante, sin que eso suponga realizar ninguna concesión estética, ya que es un magnífico ejemplo de los que los americanos llaman modern animation, en contraposición a una escuela Disney que podríamos denominar clásica, y en la que lo que prima es la estilización del diseño y las referencias a los hallazgos estéticos del arte vaguardista del momento.
Visto desde un punto de vista actual, lo que quizás pueda llamar la atención es como esa condición de moderno, desde el punto de vista del diseño, le hace asemejarse profundamente al cómic popular de los años 50 y 60, en los cuales claramente se inspira, de forma que al observar su galería de tipos casi podría hablarse de una escuela bruguera en tierras soviéticas. No obstante, esa estilización cómica de clara raigambre popular, está imbricada con las formas de la vanguardia, como demuestra la inclusión de objetos reales en el cuadro animado, como la máquina de escribir, o la descripción de los estudios centrales cinematográficos, un caos de pasillos y escaleras que se distribuyen sobre la superficie bidimiensional del plano de rodaje como si fueran un inmenso puzzle multicolor.
El corto, a pesar de sus aciertos, que no son pocos, no es recordado por su hallazgos técnicos y estéticos, sino por su desbordante y contagioso sentido del humor, que convierte la preparación y rodaje de una película de trama ininteligible, más allá que ese de época y se inspira en Eisenstein, en una secuencia de escenas descacharrantes, que no por caricaturescas, son menos aproximadas a la realidad. Y es ahí donde precisamente radica el encanto de este corto, en que en esta historia de cine dentro del cine, incluso los espectadores más ignorantes del proceso de creación fílmica, no puede evitar sentir una intensa expresión de verosimilutud, como si esa y no otra fuera la auténtica realidad de un rodaje.
Como siempre, les dejo aquí el corto en dos partes. Arrellánense en el sillón y disfruten de él, procurando no perderse ni uno de sus chiste y referencias, que son muchos.
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