Como todos los domingos, llega el momento de revisar un nuevo corto de la lista de 100 mejores recopilada en 2006 por el festival de Annecy. En esta ocasión le ha llegado a Seiltänzer (los danzarines de la cuerda) realizado en 1986 por el alemán Raimund Krumme.
Los que sigan estos comentarios apresurados habrán notado mi poca simpatía por la animación 3D, frente a mi admiración por la animación tradicional, eso que ahora se llama 2D. En realidad, no es la técnica la que me disgusta sino el uso que se hace de ella, ya que la fijación por conseguir el máximo grado de ilusión realista, siguiendo la estela del estilo Disney de los 40, sólo contribuye a enconsertarla e impedir que alcance sus verdaderas posibilidades, las cuales están siendo exploradas por artistas independientes como el británico Cyriak, capaz de exprimir al máximo las posibilidades del ordenador para llevarnos así a terrorios inexplotado.
Por el contrario, los pioneros de la animación tradicional, como Otto Messner o los Fleischer, descubrieron desde un principio que en el estrecho marco de la hoja de papel cesaban de ser válidas las restricciones del mundo real, de forma que todo, absolutamente todo, estaba permitido. Esta libertad absoluta ha sido una de las constantes de la animación en su siglo de existencia y prácticamente todo nombre importante de esta forma ha venido a (re)descubrirla una y otra vez. En ese sentido, el corto de Krumme, perteneciente a la última década de dominio en solitario de la 2D es un epítome perfecto del potencial liberador y expresivo de esta técnica que ahora parece estar cayendo en descrédito y desuso.
Los medios que el animador alemán utiliza son mínimos. Dos personajes reducidos a sus trajes negros y sin rasgos característicos, más allá de ser uno gordo y el otro flaco, un cuadrado negro pintado en el suelo y una cuerda roja que ambos personajes van a mantener agarrada durante la entera duración del corto. Con esos sencillos elementos, y el combate que se establece entre ambos personajes por conseguir el control de la cuerda y, por consiguiente, dominar a su pareja de baile, Krumme embarca al espectador en un atrevido juego intelectual en que nuestras percepciones sobre la realidad van a ser contradichas a cada instante, generando una y mil paradojas visuales, imposibles en la realidad, pero perfectamente lógicas y creíbles, como digo, en el estrecho espacio de la hoja en blanco.
Dicho así, el corto podría reducirse a un simple ejercicio de estilo, una exploración tardía en las posibilidades aún por descubrir de la animación tradicional. Es posible, sin embargo, realizar una segunda lectura, política en este caso, en el que el conflicto que involucra a estos dos personajes indistinguibles, cuyas causas no se nos explican, pero que por su similitud no debería existir, acaba convirtiéndose en la razón única de su existencia, de forma que cuando al final parece resolverse, no sabemos si por derrota o abandono, el supuesto vencedor se encuentra desolado y abandonado, destinado el mismo a la destrucción, como el corto se ocupa de ilustrarnos, en claro símil de este mundo moderno en el que se explota el conflicto por el conflicto, sin meditar en las consecuencias que termina acarreando.
Como siempre, les pego aquí el corto. Espero que lo disfruten porque la imaginación derrochada en él, bien lo vale, y si no es así, piensen que en seis citas más habremos llegado a la meta.
Seiltänzer, Raimund KRUMME, 1986 por shortanimatedworld
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